Imagínate ser capaz de hacer algo que otro no puede, y que no te tomen en cuenta si lo llegas a hacer. Quizás algunos no sabrán cómo se siente, pero ahora, si estuviéramos en los años ‘60, y fueran afro-descendientes, ¿la historia sería igual? Obvio que no. Y lastimosamente es algo que aún se puede ver en la actualidad (aunque ya no solo se limite a cuestión de colores) a pesar de que no se haya “ventilado mucho” sobre el tema, no significa que no existe. De eso se trata esta historia basada en hechos reales, Figuras Ocultas (Hidden figures), dirigida por Theodore Melfi, nos cuenta la historia de tres genias cuya particularidad es que eran afro-descendientes (“negras”). Las historias de luchas me encantan, y más si están actuando Octavia Spencer (¡cómo amo a esta mujer!) y Taraji Penson, aunque no se queden solo con ellas, este film tiene un elenco de excelencia.
Argumento
Como ya se los mencioné, se trata de tres mujeres afroamericanas que trabajan en la NASA, su trabajo era básico si vamos al caso, pero que, sin él, no se podían hacer ciertas cosas dentro de la NASA. Poco a poco cada una de ellas se va haciendo indispensable para la labor de llevar al primer estadounidense al espacio.
Temporales
El hecho de que trabajaran en la NASA no implicaba que recibieran algún trato especial, para nada. Recordemos que estamos en los ‘60 y el racismo se respira en todas partes. En la sección donde trabajaban, este gran grupo de mujeres (aparte también había otra sección para hombres), las llamaban “Las Calculadoras”, porque hacían eso, calcular lo que hiciera falta; y en eso Katherine, Dorothy y Mary eran las mejores del grupo (aunque todas eran unas duras, no se niega). De vez en cuando les daban otro trabajo temporal en otras secciones, y si fallaban no las volvían a llamar o las despedían, así que siempre tenían que hacer todo no menos que perfecto.
Solo basta un paso
Un día Katherine es asignada a trabajar como “calculadora” en el grupo de trabajo espacial, y aunque era un cargo para hombres, solo quedaba ella como la mejor analítica en geometría, su habilidad de cálculo era impresionante, le salía tan natural como caminar. Por otra parte, a su amiga Mary le asignaron trabajar con el equipo de ingenieros que hacían la capsula espacial; vieron su potencial y le plantearon la idea de trabajar permanentemente con ellos, solo necesitaba el título de ingeniera (nada facilito en aquellos días). Ambas empezaron a hacer literalmente lo imposible para mantener ese puesto. Katherine resolvía problemas con una mano y con la otra descifraba códigos que le habían sido tachados de documentos secretos; mientras Mary luchaba contra el sistema judicial para que le permitieran estudiar en la universidad (que de paso era solo para hombres).
El toque humano
Mientras este par se quemaba las pestañas, Dorothy no se quedaba atrás, tenía sus propias aspiraciones, quería el puesto de supervisora permanente de la sección de “las calculadoras”, ya tenía mucho tiempo trabajando como suplente y no recibía remuneración extra alguna.
Como todo en la vida, las cosas evolucionan. Con la llegada de la nueva computadora IBM, máquina bestial que les quitaría el trabajo a las mujeres calculadoras, solo que esto se retrasó porque nadie sabía configurar ni manipular aquel maquinón. Detalle que aprovechó Dorothy para aprenderse el manual de pies a cabeza y enseñar a todo su equipo.
¡A correr!
Si no hablo de esto, no tendría sentido nada, es icónico del film. La pobre Katherine, entre calculo y calculo, debía soportar los desdenes racistas de sus compañeros, ni siquiera había un “baño para negras” en esa sección, por lo que todos los días debía correr varias veces a la sección de “las mujeres negras” solo para usar el baño, ¡mientras seguía resolviendo cálculos! Por más que la pobre corriera a 100k/h, el trabajo se retrasaba porque todo cambiaba de un minuto a otro y ella no estaba justo en esos momentos para volver a empezar con un nuevo cálculo. Y cuando tuvo que enfrentar a su jefe por eso, vio lo que quizás haya sido su primer acto de empatía y solidaridad en “un blanco”, el tipo empezó a batear los letreros de los baños bajo la famosa consigna: “En la NASA, todos orinamos igual”. Esto fue un gran paso y una gran enseñanza para que empezaran a tratar mejor a los demás y, sobre todo, a Katherine, que ya no tenía que hacer café en una cafetera que ni funcionaba bien ni salir corriendo cada tanto.
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Al final, todo resulta positivo para nuestras amigas. Mary logra titularse como ingeniera, Katherine lleva al primer hombre al espacio y Dorothy consigue un mejor cargo como supervisora en el departamento de programación junto a su equipo. Y aunque en realidad la historia no les hizo suficiente justicia, el director Melfi trata de plasmar un poco de esa gratitud que les hizo falta en su momento. Una película llena de mucha emoción y reivindicación a la mujer afroamericana digna de admirar. Así que, como le digo siempre: “Si no la han viso, véanla, y si ya la vieron, vuélvanla a ver, no tiene perdida de nada”.
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Isabel Londoño, egresó de la Universidad de Carabobo (UC) en el área psicosocial, tiene también estudios universitarios en turismo y sistemas.
Es una apasionada de la música y del Séptimo Arte desde que tiene memoria, siendo el cine y sus distintos géneros la pasión a la que ha dedicado más horas y análisis. Sus reseñas sobre clásicos o estrenos del cine aparecen ahora, cada viernes, en Ciudad Valencia desde “El Rincón Cinéfilo”.
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