eliseo-diego-del viejecito negro de los velorios

Es el viejecito negro de los velorios, el que se sien­ta a un rincón, el paraguas enorme entre las piernas, el sombrero hongo sobre el puño del paraguas, la cara tan compuesta y melancólica que es la imagen de la oficial tristeza; a quien nadie pregunta con quién ha venido, porque se supone siempre que es el amigo del otro, y porque armoniza tan bien con el dolor de la casa aquella su antigua y espléndida tristeza.

 

eliseo-diego-del viejecito negro de los velorios-ilustración

Y si le dan café, lo toma suspirando pesaroso, como dolido de que el muerto no participe también del piscolabis. Y si no le dan, se está callado y tran­quilo entre las coronas, hecho un cirio de repuesto.

Y cuando desaguazan la noche de entre el aire, quedando apenas sus últimos posos, y echan en su sitio las primeras cenizas del alba, el viejecito se escu­rre entre los asistentes, sube, a la puerta, el cuello de su saco, se pierde luego al cabo de la calle, sepultado bajo los copos cenicientos de la madrugada.

 

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Y nadie lo recuerda luego, al viejecito invisible de los velorios.

En todos ha estado, vestido de distintas trazas, desde el principio del mundo. Y en todos estará, has­ta que le toque velar la tierra calva, muerta de su ve­jez y de la enfermedad de sus grandes huesos.

 

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Eliseo Diego (La Habana, 1920 – Ciudad de México, 1994) Poeta cubano. Colaborador de la revista Orígenes y destacado miembro del grupo literario formado en torno a dicha publicación, su poesía, de corte popular, evolucionó hacia temas de gran concentración lírica, como la muerte, la angustia o el amor. Entre sus poemarios figuran En la calzada de Jesús del Monte (1949), El oscuro esplendor (1966) e Inventario de asombros (1982). Cultivó también el cuento y el ensayo.

 

Ciudad Valencia / Tomado de ciudadseva.com