Con su habitual cortesía, los chinos rindieron a su gran sabio Lao-Tse el mayor homenaje que ha tributado pueblo alguno a sus maestros, inventando la siguiente historia:
Desde su juventud había instruido Lao-Tse a los chinos en el arte de vivir, y de viejo abandonó el país porque la insensatez cada vez mayor de la gente le hacía difícil la vida. Puesto ante la alternativa de soportar la irracionalidad colectiva o de hacer algo contra ella, abandonó el país.
Al llegar a la frontera le salió al paso un funcionario de aduanas y le pidió que escribiera sus doctrinas para él, el aduanero; y Lao-Tse, por miedo a parecer descortés, complació su deseo.
Anotó las experiencias de su vida en un breve libro destinado al aduanero, y solo cuando lo hubo concluido abandonó su tierra natal.
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Con esta leyenda explican los chinos el surgimiento del libro Tao-te-king, cuyas doctrinas rigen hasta hoy sus vidas.
Bertold Brecht (Alemania) / Ciudad VLC