Cuando se produjo “El Porteñazo”, el 02 de junio de 1962, yo era apenas un niño nacido en Puerto Cabello con apenas cinco años de edad. Recuerdo mucho que vivíamos en la tercera calle de Secrestá, entre la calle Bárbula y la calle Carabobo. Mi padre había alquilado esa casa, mientras construía la casa propia, ubicada en la calle Bárbula entre las calles Bermúdez y Regeneración.
Vivíamos alquilados en una casa con techo de platabanda. Frente a esa hilera de casas había un terreno baldío y, más allá, la línea del tren que se extendía desde los muelles hacia el Este, vía El Palito; y de allí hacia los estados Yaracuy y Lara.
Detrás de la línea del tren se eleva el cerro en cuya cima está sembrado El Castillo, El Vigía o el Fortín Solano, donde había una reliquia de la vieja dominación española, un poderoso cañón traído por los conquistadores, reconocido como “El burro negro”.
Después de la histórica y decisiva batalla realizada en el inmortal campo de Carabobo, el 21 de junio 1821, con la cual quedó sellada la independencia de Venezuela, nuestros patriotas tuvieron que realizar otras dos grandes gestas de heroísmo: la batalla final del Fortín Solano en Puerto Cabello entre el 10 y el 17 de mayo de 1822; y la batalla naval del Lago de Maracaibo el 24 de julio de 1823.
El Libertador Simón Bolívar designó al general Páez para la primera y a Rafael Urdaneta para la segunda. Ambas batallas resultaron victoriosas y decisivas para la liquidación total del dominio que tenían las fuerzas imperialistas españolas sobre nuestro territorio.
Es muy importante destacar que, en el curso de estas tres grandes batallas históricas, el pueblo civil aportaba también su respaldo, su esfuerzo, su valentía, su heroísmo y sus muertos para derrotar las fuerzas del imperio español. En tal sentido, nuestra gesta independentista es un claro e inmortal ejemplo de la eficacia táctica y estratégica de la unión cívico-militar.
Inicialmente, Simón Bolívar formó el primer ejército libertador con los mantuanos civiles de Caracas. De allí surge José Félix Ribas (1775-1815) como figura heroica de la juventud convertida en tropas populares independentistas. Igualmente, surgió Páez con su ejército de campesinos y negros que se sumaron a las fuerzas bolivarianas.
De manera que fueron los pobladores y los esclavos, hastiados del imperio español, los que se convirtieron y constituyeron como ejército independentista y liberador. En tal sentido, vale decir que nuestra guerra de independencia fue sustentada en la unidad cívico-militar, contra las tropas militares traídas de España.
En consecuencia, la gesta independentista, liderada por Simón Bolívar y sustentada en la unión cívico-militar, quedó sembrada en nuestra tradición como el mayor antecedente en la escala de valores de nuestra patria: la independencia, la soberanía y la autodeterminación para ser naciones libres y no esclavas o colonias de potencias europeas o del imperio norteamericano.
Es importante agregar que antes del triunfo de Venezuela contra el imperio español (21 de junio de 1821), Los Estados Unidos de Norteamérica habían superado el dominio que sobre ellos ejercía la madre imperial de Inglaterra (el 4 de julio de 1776). De manera que, en esa franja temporal de 45 años, el nuevo poder de los gringos norteamericanos se gestó y perfiló en la famosa y nefasta Doctrina Monroe que, de manera resumida contiene y significa lo siguiente:
La doctrina Monroe fue una política asumida en 1823 por los Estados Unidos, gobernados por el presidente James Monroe (de allí su nombre), respecto al resto del continente americano y cuyo espíritu se resume en la frase “América para los americanos”. La doctrina Monroe consistía en considerar cualquier intervención europea en los destinos de los países americanos como un agravio directo a los Estados Unidos que ameritaría una respuesta inmediata y contundente. Esta medida fue de particular repercusión en la política internacional de la época, pues coincide con las luchas emancipatorias de numerosas antiguas colonias enfrentándose al colonialismo e imperialismo directamente y sirviendo de garante a las nacientes repúblicas latinoamericanas. Si bien la doctrina Monroe fue emitida en un momento en que los Estados Unidos carecía de poder militar para sustentarla, luego tomaría importancia en la definición de las relaciones internacionales entre la nación norteamericana y el resto del continente, por lo que a menudo se considera como un anuncio del futuro imperialismo estadounidense. (Ver:humanidades.com/doctrina-monroe/).
Efectivamente, al final del siglo XIX e inicios del XX, Los Estados Unidos de Norteamérica se convierten en la nueva potencia emergente del viejo mundo imperial europeo. Intervienen en la primera guerra mundial europea (1914-1918) definiendo así el nuevo destino de guerras y destrucción del orden político, económico y social de toda Europa a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI.
En ese nuevo contexto, el primero de septiembre de 1939 Alemania invade Polonia y comienza la Segunda Guerra Mundial en Europa, cuyo final se produce en 1945. Fueron seis años de destrucción casi total de lo que venía siendo la gran Europa, culta y civilizada “vanguardia del desarrollo y el progreso mundial”.
Sobre los escombros de la vieja Europa, Estados Unidos logró erigirse y consolidarse como la nueva gran potencia imperial del capitalismo internacional. Por otro lado, la URSS se erige como la nueva potencia del naciente campo geopolítico del socialismo marxista-leninista que se desarrolla también en la China comunista bajo el liderazgo de Mao Tse Tung.
A partir de estos acontecimientos, el mundo civilizado se polariza en dos grandes poderes: EEUU y la URSS. Como es lógico, Venezuela y toda la América Latina y Caribeña quedaron bajo el tutelaje hegemónico de Estados Unidos, erigido como el nuevo grandioso y poderoso imperio del mundo moderno, altamente belicoso y criminal.
En ese nuevo contexto, en Venezuela se propicia la caída de la dictadura de Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958. Luego, se convoca a elecciones presidenciales y las gana Rómulo Betancourt, quien pone en marcha un gobierno totalmente subordinado a Los Estados Unidos de Norteamérica con base en el Pacto de Nueva York, firmado con el magnate capitalista imperialista Nelson Rockefeller.
La versión caraqueña del pacto de New York surge de la reunión realizada en la quinta “Punto Fijo” de Rafael Caldera, y fue refrendado por Betancourt, Jóvito Villalba y el propio Caldera, por supuesto, bajo el tutelaje norteamericano. Todo esto quiere decir que el fin de la dictadura militar y el inicio de la democracia formal representativa fue una estrategia adeco-copeyana-norteamericana cívico-militar.
En ese nuevo contexto, se convocó a elecciones presidenciales resultando ganador Rómulo Betancourt para el periodo 1959-1964. “Las principales metas del gobierno transitorio eran: instaurar el sufragio libre, directo, universal y secreto, otorgar plena garantía a los partidos políticos, combatir la corrupción administrativa y aliviar el costo de la vida”.
Pero en la realidad, este personaje, habilidoso y trampero, impone una política de terror contra el pueblo y las fuerzas políticas revolucionarias del Partido Comunista de Venezuela (el glorioso PCV), con su tristemente famosa consigna criminal de: “Aislar y segregar a los comunistas”.
A partir de esta sentencia, se genera el clima indetenible de violencia. Su propio partido Acción Democrática (AD) se divide y la juventud avanzada y crítica, se deslindan y conforman nuevas agrupaciones políticas como el Movimiento de Izquierda revolucionaria MIR.
El clima de represión y violencia, se intensifica, un grupo de desempleados realizan una huelga de calle y Betancourt ordena disparar y averiguar después. Hay muertos, heridos y la represión se intensifica. Surge el malestar dentro de las Fuerzas Armadas del Estado venezolano. Para puntualizar los hechos más relevantes de El Porteñazo, veamos el texto de https:telesurtv.net/news/portenazo-venezuela:
El 2 de junio de 1962 se llevó a cabo un movimiento que calaría en la historia venezolana, conocido como El Porteñazo, un acto de sublevación por parte de un grupo de estudiantes y militares en contra del Gobierno liderado por el presidente Rómulo Betancourt.
El alzamiento en contra de una administración oligárquica y subordinada hacia la política de Estados Unidos (EE.UU.) se llevó a cabo en la ciudad de Puerto Cabello, capital del municipio Puerto Cabello en el estado Carabobo.
La mañana del 2 de junio, oficiales y soldados de la marina, apoyados por el pueblo, arrestaron a los comandantes de la base naval de Puerto Cabello, liberaron a los presos políticos que Betancourt mantenía encarcelados y enviaron tropas armadas para controlar las calles de esa ciudad.
¿Por qué ocurrió?
Esta sublevación fue la expresión armada que surge de la frustración popular ante la negativa del Gobierno de Rómulo Betancourt de producir las transformaciones democráticas que esperaba el país, luego de la caída de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez el 23 de enero de 1958.
Betancourt pretendía acabar con los logros obtenidos por la unión cívico-militar tras la salida de Pérez Jiménez con una disgregación que va desde cambiar los mandos de las fuerzas militares hasta el llamado a gente que era de su entorno para reprimir al pueblo.
El mandatario perdió el apoyo del pueblo porque pretendía imponer políticas diseñadas por Gobiernos foráneos, las cuales más que beneficiar al pueblo dictaban una imposición de mando.
«Rómulo Betancourt fue un hombre represivo, que empleó la violencia peor que el propio Pérez Jiménez. A sólo cuatro meses de estar gobernando, reprimió una manifestación de desempleados a dos cuadras de la Plaza Bolívar, en Caracas, con saldo de cuatro muertos y una decena de heridos”, el pueblo no pensaba soportar un nuevo régimen, dijo el excapitán de corbeta Víctor Hugo Morales.
Las víctimas
Tras el desenvolvimiento de este levantamiento, Betancourt ordenó un ataque contundente y recuperar el control a sangre y fuego: «Disparen primero y averigüen después”.
De esta represión resultaron al menos 400 muertos y 700 heridos, los cuerpos de los fallecidos eran recogidos con palas mecánicas y transportados en camiones hasta fosas comunes.
El 4 de junio terminó el levantamiento, los capturados fueron torturados sin contemplación.
Este evento marcó un antes y un después en la historia venezolana, pues El Porteñazo es considerado como el inicio de la lucha revolucionaria que luego se afianzó con el presidente Hugo Chávez (1999-2013).
Con estos datos, expresamos la esencia pro yanki, anti popular, represiva y criminal del presidente adeco Rómulo Betancourt, hombre represivo y criminal que impuso los designios del Pacto de Nueva York (el mismo Pacto de Punto Fijo) que entregó totalmente la soberanía y la dignidad de la patria de Simón Bolívar y toda la legión de nuestros héroes y heroínas.
Contra esta ofensiva criminal, surgió en Venezuela y otras naciones de Nuestra América, el modelo de la lucha armada como alternativa en su modalidad de guerrilla patriótica y revolucionaria, siguiendo un poco el modelo de la experiencia victoriosa de la revolución cubana, bajo la sabia conducción de Fidel Castro, Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara.
Pero, las historias de los países no se repiten tan fácilmente, porque cada país es una realidad distinta con sus propias leyes y características históricas que determinan su presente y su futuro, en el marco de sus propias características históricas.
En síntesis, la experiencia de la guerra de guerrillas no fue solo eso; sino también una guerra de los pueblos oprimidos y en unidad cívico-militar contra las fuerzas represivas del modelo de Estado burgués burocrático, dependiente de Estados Unidos, corrupto, antipopular, represivo y criminal.
Vale decir, entonces, que desde las experiencias de las luchas de resistencia indígenas contra la invasión española, pasando por la gran gesta independentista liderizada por Simón Bolívar, siguiendo por los gritos de “tierras y hombres libres” de Ezequiel Zamora y todas las formas de resistencia contra las dictaduras y las falsas democracias del siglo XX, hasta llegar a nuestro presente histórico del proceso liberador, independentista y soberano, bajo las sabias conducción de Hugo Chávez, primero, y Nicolas Maduro, ahora.
Reafirmemos que en Venezuela ha habido, hay y seguirá habiendo siempre conciencia política, social y espiritual para construir la patria independiente, libre y soberana, sustentada en la unidad cívico-militar-policial-religiosa para mantener en alto las banderas de la libertad, la soberanía y nuestro propio modelo de construcción socialista del siglo XXI.
Christian Farías (La ventana dialéctica) / Ciudad Valencia