Desde La esquina de «balconcito» (Urdaneta con Rondón) y a eso de las once de la mañana, podíamos divisar con bastante claridad una tabla color gris, con letras de rojo muy oscuro, donde se leía: HAY CACHAPAS.

Sobre la arcada de su ventana, Doña Margarita Bello, colocaba este aviso rudimentario para que acudiésemos en solicitud de las apetitosas tortas de maíz tierno, que son casi una exclusiva de los valencianos y que Doña Margarita había logrado convertir en delicioso manjar mediano.

 

Muy cerca de allí, un anciano poeta hilvanaba sus versos llenos de intenso lirismo, al preguntar a la vida:

– Qué tiene la niña que el alma roba..?
Para concluir con intensa amargura:

– A mi no me quiere la dama armiño. Yo soy de la calle, yo soy del montón…!

Es el poeta Manuel Alcázar que ha abandonado ya la casa donde nació en la esquina de «El gallito» (Boyacá con Vargas) para refugiarse con su esposa también anciana, a media cuadra de la del «caimito» (Martín Tovar con Vargas) frente a un frondoso cotoperí, muy cerca de su querido Río Cabriales, a donde acudía muy de mañana para bañarse en sus tranquilas aguas. Don Manuel vivía allí en su «casita baja, de ventanita gris», penúltima morada del bardo.

De allí, a una hora precisa, doce en punto del medio día, salía Don Manuel en procura de las deliciosas cachapas de Margarita Bello…! Vivía esta señora a media cuadra de la esquina denominada «La piedra e tranca» (Martín Tovar y Rondón) de tal manera que el anciano poeta solo debía caminar dos cuadras.

Erguido como un yagrumo, con su bastón «puño de plata», que daba un

toque aristocrático, recorría Don Manuel el trayecto, saludando a los Bruguera, a los Falcón, los Pérez Esteves, los Landaeta, los Rodríguez Ceballos, a la madama Seytiffe y a las hermosas hermanas Sarquís, sin omitir la breve visita al hermano del padre Torres Coronel, propietario de la bodega que tenía el mismo nombre de la esquina, que aludía al pedrusco que se colocaba detrás de la puerta para trabarla, «la piedra de tranca»!.

Con paso firme, penetraba en el recinto donde el aroma del cují y de las cachapas, jugueteaban con los apetitos, mientras el budare recibía en sus orillas, la caricia lingüística del fuego.

– Buenos días, Don Manuel…!

– A tiempo y con hora, Margarita..!

 

Con destreza y sabiduría, Doña Margarita Bello daba vueltas en el budare a sus sabrosas cachapas valencianas.

– Esas no mijita! Esas son las de Don Manuel!

 

Además de talentoso poeta, de numen privilegiado, era Manuel Alcázar un personaje amable, refinado y tierno.

No importa Margarita! Despache a la niña que yo acabo de llegar y debo esperar…! A menudo gastaba de hacer chistes de «borrachitos» y hasta los inventaba:

– Como no jipi Como no, señor policía jip! Yo con mucho gusto lo acompaño jip! Que va cantar..?

 

Yo reía con todos a placer, esperando las ricas cachapas!

Los sábados Don Manuel Alcázar aliviaba las penurias de la semana, con unos palitos de caña blanca, que generalmente libaba en su propia casa diciendo:

– Mejor «encapillado» que «enardecido»…!

 

Se refería a la posible humillación que le pudiese inferir la gente del barrio, si lo viese en estado de ebriedad, aun cuando se trataba de un ser muy querido por sus amistades que según él.

– Son mi propia familia

 

Y es que realmente, en «Las Cocuicitas» todos éramos pobres y todos éramos ricos, porque desde los hijos de Doña Pragedes la lavandera, hasta los del Doctor Cordido Freites, todos teníamos los mismos derechos y las mismas prerrogativas ya que así nos lo inculcaban en el hogar.

Para Navidad, todas las casas de Las Cocuicitas, permanecían abiertas «de par en par» para el encuentro feliz y la mutua convivencia, mientras los hermanos, primos y sobrinos de la buena señora, ensayaban en el solar, al fondo de la casa, los aguinaldos que escribía Don Manuel Alcázar:

– Nace la esperanza y brilla en el cielo…

Un niño bonito… un niño pequeño…

Que trae ai cristiano la paz y el consuelo…

– Suenen las maracas!… repique el tambor!

Porque él representa… la paz… y el amor.

 

De la casa de Doña Margarita, Manuel Alcázar presuroso se dirigía a la suya, donde esperaba impaciente la esposa; no solo por la tardanza, sino porque sabia que si el poeta se encontraba con algunos de sus compatriotas revolucionarios, «se olvida completamente de llevar las cachapas del almuerzo» «por darle a la sin-hueso»… y sí caía en manos de algún «chácharo» recién llegado, seguramente que se vería en problemas, porque Don Manuel según sus propias palabras «no tenia pelitos en la lengua» y no habían sido pocas las ocasiones en las cuales, algún amigo había tenido que interceder por él durante aquella barbarie gomecista.

– Ya lo sabes, Manuel, que sea la última vez que tenga que sacarte de «el rastrillo»…!

– Bueno, pero que quieres tú que haga yo…? el muérgano ese ve, que José Nepe se esta cayendo de la pea y le arrea aquel planazo…! ¡No vale, ni que tuviera sangre de horchata..!

Y es que Manuel Alcázar, como todos los hombres dignos de la época, se rebelaba contra aquella dictadura salvaje, regida por analfabetas y bandidos.

 

Pese a su temple y carácter a veces muy impulsivo, Manuel Alcázar no era un activista político y sus ideas liberales, supo siempre guardarlas para el momento en que la oportunidad fuese propicia. A la muerte de Gómez, Manuel recibió los merecimientos a los cuales se hizo acreedor, pudiendo publicar sus poemas, llenos de la pureza y fácil lenguaje, que siempre lo caracterizó.

Recuerdo haber escrito en una nota póstuma: «DESDE EL ALCAZAR DE SUS VERSOS SENCILLOS PUDO LLEGAR AL CIELO EN EL ULTIMO SUSPIRO»…!

(«En la muerte de Manuel Alcázar» semanario «ANTORCHA» ano 1946).

 

****

 

Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

LEER MÁS DEL AUTOR: MI AÑORADA VALENCIA: «NO ES TAN FIERO EL LEÓN» POR CARLOS DELGADO NIÑO

Ciudad Valencia