El Baile en Candela una vez más hace su aparición en tierras yaracuyanas como parte de la ceremonia mágico-religiosa en honor a María Lionza, que se celebra cada 12 de octubre.
El gentilicio y la tradición mítica de los hombres y mujeres que hacen vida en el estado Yaracuy se manifiesta cada 12 de octubre en la montaña de Quibayo y El Oro, del municipio Bruzual.
Dicha Actividad cultural inicia al filo de la medianoche y se extiende hasta la madrugada del 13.
La tradicional ceremonia mágico-religiosa conocida como “Baile en Candela” se celebra de generación en generación desde los años 50. Este ritual permite honrar a la Reina María Lionza, bendiciendo un ciclo de fertilidad y prosperidad.
La actividad incluye oraciones, cantos y danza sobre las llamas, lo que causa gran entusiasmo entre los espectadores, culminando en un frenesí colectivo.
La fiesta se caracteriza desde el principio por una gran agitación en la población de Bruzual y sus alrededores. Las mujeres se afanan en decorar y adornar la imagen de María Lionza presente en cada hogar.
Mientras avanza el día, los hombres condimentan el licor sagrado con unos puñados de hojas silvestres que aumentan su poder embriagante. También se dedican a fabricar faldas y coronas ceremoniales que llevaran durante el baile.
Luego se pintan el cuerpo con motivos llenos de significados mágicos y mitológicos. Por el sendero del río van llegando los entes sobrenaturales que acompañan, desde los padres ancestrales a los hombres y mujeres de fiel devoción, ubicándose dentro del círculo que rodea las cálidas fogatas previamente preparadas. La procesión de seguidores llena todos los espacios del santuario y del río.
Baile en Candela: esplendor al calor de las llamas, cantos y oraciones
En el centro del círculo las fogatas muestran su esplendor, los entes avivan la candela con cantos y oraciones. Mediante una lengua cantada, extraña, distinta a la lengua ordinaria, los espíritus de la naturaleza o entes sobrenaturales hipnotizan al espectador.
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Las llamas de aquel fuego son intensamente bellas, resplandecen a lo lejos como los fulgores áureos de las estrellas, como brasas en el cielo.
De ninguna manera el danzante puede dejarse seducir por las llamas, sus compañeros lo levantan, lo alientan, lo obligan a permanecer activo y a vomitar, expulsando las impurezas o los espíritus malignos escondidos en el evento.
Debe avanzar con firmeza en un extraño sueño despierto, en el trance colectivo de los que bailan, seguir bailando, oyendo, cantando, no perder contacto con el desenfrenado mundo que lo rodea.
Así es como aprenden a no dejarse vencer por la muerte los iniciados. Solamente los ancianos conocen a fondo los secretos, cuyo significado han descubierto, poco a poco, en el curso de su vida, gracias a las reiteradas participaciones en el festival; han elevado su nivel espiritual adquiriendo enseñanzas, sabiduría y algunos poderes de los sobrenaturales.
Al final de la jornada los entes se retiran llevándose las cartas, peticiones, bendiciones y coronas en su honor.
“Un día la Luna invitó al Sol, el Sol no ha podido asistir al baile; sin embargo, siempre lo ve a través del espejo lunar”.
Ciudad VLC / Carlos Sarmiento / Universidad Campesina de Venezuela
