“Welserland: la poesía es un territorio” por Vielsi Arias

0
271
Ciudad Escrita-Vielsi Arias-África-poesía-recitales
Vielsi Arias, autora de la columna de Ciudad Valencia "Ciudad Escrita"

La primera impresión que se tiene al leer Welserland, el reciente libro de Víctor Manuel Pinto (VMP), es encontrarse frente a un territorio en el que requieres un mapa para entrar en él.

VMP se adentra en la voz del ser hispanoamericano, que busca definir su propio rostro y develar su versión de los hechos de la sangrienta conquista de la provincia de Venezuela. Para ello hace uso de la poesía como una brújula e irrumpe en la memoria de un país gestado en la violencia.

En Welserland la poesía funciona como un artefacto lingüístico que nos permite desplazarnos por el territorio y reescribir la ocupación sobre el Nuevo Mundo desde el lugar de las culturas internas. Para ello, acude al uso de una estructura híbrida y transgenérica del lenguaje que le permite hacer el trazado de un mapa,  con dimensiones y coordenadas de los pasos de la ocupación alemana en la provincia,  donde “la sangre es la sepia” de la cartografía.

 

VMP-Welserland

 

La Poesía viene a ser una bitácora que orienta el recorrido. Un medio que intenta dibujar las  dantescas y desgarradoras acciones de la ocupación. Los capitulados, cegados por el fulgor del oro emprenden una campaña suicida contra los pueblos originarios. Así, nos advierte Pinto: secuestran a las indias más sensuales y las hacen objeto de intercambio para venderlas a los piratas de un barco prostíbulo, liquidan a los caciques que quieren cobrar el paso por sus tierras.

Cuando Ambrosio Alfinger, primer gobernador de la provincia de Venezuela, designado por la familia Welser llega a esta tierra, lo primero que mandó a construir fue la cárcel y la horca. Hastiado de la peste, las enfermedades y los salvajes impone su forma de gobierno e instaura una autocracia. Los honorables Welser son los mayores bolsitas de la época y han amasado una fortuna a través del esclavismo, el tráfico de personas, el subsidio a la guerra y préstamos a cambio de extorsiones.  Llegan a la provincia como forma de pago de la deuda de Carlos I con la familia.

Tras el fallecimiento del Maximiliano I de Habsburgo, emperador del Sacro Imperio Germano, esta familia, junto a otro grupo de banqueros, financia la elección del rey de Carlos I de España, y a cambio de estos favores, el rey emite la capitulación de Madrid el 28 de marzo de 1528  y arrenda la Provincia de Venezuela a la familia Welser. Llamada por los alemanes como Welserland  Klein-Venedig (Pequeña Venecia), Welser-Kolonie (colonia Welser).

Tema que da título a la obra de Pinto y que abre la primera parte del texto titulado: The dirty prince; donde  plantea la mirada eurocéntrica hacia el Nuevo Mundo de Carlos I, los reyes Isabel I de Castilla y Fernando II de Arangón (abuelos de Carlos I) la familia Welser, el Emperador Sacro germánico Maximiliano I de Habsburgo (abuelo paterno de Carlos I) Juana I de Castilla y Felipe I El hermoso (padres de Carlos I). Aquí VMP hace uso de la crónica para abrir el trazo de un mapa denso y abigarrado que da lugar al nacimiento de la provincia de Venezuela.

 

VMP-Welserland

 

Entre el meado y la materia séptica de la plebe,
nace Carlos I, mentón de pezuña. Lo
rústico del parto deja taras psicomotoras que retardan la salud del príncipe, sin
embargo, el niño sucio del pesebre abre
sus brazos a un grupo de reyes que le
limpian la inmundicia con banderas.
Maximiliano I su abuelo paterno, es el
emperador de Alemania. Los padres de su
madre, Isabel y Fernando, son los reyes
católicos de Castilla y Aragón; ellos le
ofrendan a su nieto el Nuevo Mundo. Por
último, su padre, el depravado Felipe, lo
dota con sangre de Borgoña y la joyería
real de los Habsburgo. Carlos, el príncipe
de las heces, es el heredero de Occidente
                                                             

Como afirma Gina Saraceni en su texto “Daños colaterales I” Welserland es “una lectura sobre el territorio” donde la poesía hace uso de la historia para descolocar la narrativa oficial de la conquista.  Pinto se adentra no solo en una relectura de una narrativa del poder,  sino que plantea  esa contradicción “físico-espiritual” que refiere Panza en su texto “Aufhebung”,  para nombrar el vértigo que produce un pasado lleno de traiciones, violencia, sangre y ante el cual la historia y la filosofía, por si solas, no pueden dar una respuesta. En tal sentido, desafía el lenguaje al abrir un nuevo diálogo con el abismo del pasado que es también un diálogo con nuestro presente.

VMP hace un juego entre la ficción y la realidad para desarticular el relato del descubrimiento y los vestigios que deja en el presente. Para ello rompe los límites del género y propone un texto experimental, transgenérico, un collage, donde el lenguaje es movedizo y hace uso de la crónica, la poesía, la prosa, documentos históricos y el relato.

Pero este libro trasciende lo bidimensional de todo mapa y allí la poesía nos permite recuperar el sentido de la crueldad y el imaginario que la civilización impone: “oro o sangre”.  Ninguna arma fue tan letal como la peste del Dorado, nos dice Pinto. En el Nuevo Mundo la vida se cambia por oro.  En este sentido, la poesía viene a ser el arma blanca con la que Pinto escribe sobre un territorio usurpado.

Frente a la autocracia como instrumento para instaurar la fe, garantizar  la vida  y el saqueo, la poesía en Welserland es un arma punzante que incursiona en la historia de una barbarie que dio origen a una República. Como bien expresa Pinto: “el mito del Dorado es un alcaloide que inhalan los capitulados… Jamás el oro humilló a tantos en América”. Pero también, será la venganza de los originarios que dejarán correr el mito, en las filas de los conquistadores extasiados por el efecto de la codicia, la selva será el arma más letal que se encargará de exterminarlos:

la primera campaña publicitaria del Nuevo Mundo fue creada por los indígenas del Sur, quienes al conocer la codicia de los europeos por la piedra solar, les vendieron la muerte y desdicha a través de ofertas de gloria y opulencia.

En Welserland la poesía es al mismo tiempo una pluralidad de voces que sirven de vínculos intertextuales entre la historia y la literatura. VMP, magistralmente, nos desplaza de un siglo a otro, estableciendo una relación, en el sentido bajtiniano, en tanto un emisor es al mismo tiempo un receptor de otras tantas voces y para ello, se vale de todas las estructuras que el lenguaje posibilita. Así, establece un diálogo entre documentos históricos, crónicas y poemas para armar un gran collage. Podemos apreciarlo en la analogía que hace entre la historia del tirano Lope de Aguirre, quien arriba a la provincia en expedición hacia el Dorado, bajo órdenes del virrey Andrés Heredia, junto a su hija Elvira y el escriba Pedro Arias de Almesto y seducido por el mito, se alza contra la corona y toma el control del viaje: mis marañones y yo seremos felices comiendo solo maíz y agua mientras permanezcamos lejos de ti y tu desvergüenza .

Elvira fantasea con un amor idílico, escondidas de su padre, con el escribano. El mismo que lo entrega a las tropas de su majestad en Barquisimeto, fingiendo ir por tinta y papel. Abandona también a su amada y finge no conocerla cuando las mujeres levantaron su cuerpo para enterrarla. Así desde la voz del traidor VMP nos dice:

 

La virgen Elvira

Tú, hija de un perro. Casa purísima del semen, permíteme seguir con mi vida. Blancas tus
plantas no pisan culebras, novia de la ternura, permíteme este aborto; madre del curetaje, te pido por mi limpieza. Tú, guardiana de la adicta, pura entre la basura, cuida mis manos
cuando transo, que no me vean en la esquina, que no salten los sapos tras mis pasos. A ti, la muerta enamorada de un cobarde, te ofrezco esta noche mi vela negra. Virgen sin hijo en la cruz yo te prendo esta luz para que el hombre que me miente nunca engendre; para que el perro que me deja por sí mismo no se encuentre. Te ruego, te pido, puño divino entre las piernas. Húndelo. Confúndelo. Ciérrale todas las puertas. Abre las botellas que le pierdan.

 

Este episodio es recuperado por VMP en el capítulo del libro titulado: U.E. Lope de Aguirre donde nos habla de la trágica historia de amor de los liceístas Pedro y Elvira:

 

Como todo lo que Pedro me jura,
esos colores son una trampa.
(Sus palabras que siempre significan otra cosa)
Le gusta tenerme así,
boba a la mitad de mi uniforme.
En lo obscuro del muro.
Tras lo perverso que se pinta calmo.

 

Acercándonos  al mismo tiempo, al poeta mexicano Pedro Luis Hernández Bencomo quien en el año 1976 publica el libro Aléctor y Bethilde, una historia desenfrenada de dos liceístas que se aman y van cediendo secretamente a sus deseos por descubrirse:

 

El Alma
El alma de Aléctor es blanca  lisa
como las piedras serenadas
por el mar
con puntitos negros porosos
por donde cala la bondad
sin rebosarse                
como cualquier esponja.

 

Este mismo juego intertextual aparece en el capítulo titulado: Bizarro en la cumbre de los cementerios, en el que ficciona un diálogo entre el sabio Quirón y Aquiles (su discípulo) donde el alumno va a despedirse del maestro, antes de irse a la guerra de Troya. Esta escena representa, al mismo tiempo, la despedida del general José Antonio Páez (alias el Bizarro) de Bolívar antes de la disolución de la Gran Colombia.  Pinto  nos pone en dialogo con el Acto V de Otelo de William Shakespeare,  escena  donde Otelo, ciego de celos, da muerte a su esposa Desdémona. Páez presionado por los alzamientos de las guerrillas realistas y ante la amenaza de un reacomodo de las fuerzas militares de Francia y España da muerte a la Gran Colombia. Acto que VMP recupera el texto:

 

LEE TAMBIÉN: “VUELVE LA FILUC A VALENCIA”

 

To put the ligth Out:
Tú eras mi patria, tú eras mi causa
y ahora debo cortarte el aire
antes que tu celo atraiga a más perros,
hombres pajizos que lamen tu sangre.
 

De esta forma VMP nos adentra en la dicotomía sociológica de la micro/macro historia de Venezuela desde la conquista hasta el siglo XX, pero no acude a lo cotidiano en sentido anecdótico, sino como un tejido de acontecimientos que reconstruyen el gran relato de siglos de ocupación, traiciones, golpes militares, revueltas políticas y que al mismo tiempo, revelan la forma de vida de 400 años de violencia. Cotidianidad,  en la que los personajes desde sus circunstancias particulares, vuelven a repetirse con otros trajes y otros lenguajes, pero siempre actuando desde un imaginario de la sobrevivencia. Donde cada uno se acomoda al lugar que lo arrincona la guerra.

Welserland nos deja ver que la incertidumbre y la tensión son una constante en la historia de la República. VMP reescribe una épica masculina del poder, donde el caos, la traición y la codicia dan lugar a un país que, en el hoy, todavía se pregunta por un ser nacional.  No se trata de un juicio del poeta sobre el territorio Welserland, sobre la Venezuela petrolera o contemporánea. Son las múltiples voces de partícipes que se señalan. En este gran relato que narra la suma de acontecimientos, en el sentido de Lalive, en tanto la historia se impone como la rutina de múltiples acontecimientos de dialécticas vividas, la doctrina Monroe regresa como un fantasma a reclamar su territorio. La onda expansiva del neocolonialismo sigue mirándonos con la misma codicia con la que nos miraron los tres imperios de: Alemania, Inglaterra y EEUU. La conquista sigue entre nosotros.

 

***

 

Vielsi Arias Peraza, Valencia, Venezuela (1982), docente egresada de la Universidad de Carabobo (UC) Mención Artes Plásticas. Ha publicado Transeúnte (2005), colección Cada día un Libro, editorial El Perro y la Rana; Los Difuntos (2010), editorial Fundarte, galardonado con Mención Honorífica Premio Nacional Estefanía Mosca; Los Difuntos (2011), reedición del sistema de imprentas regionales de Carabobo; La Luna es mi pueblo (2012), editorial El Perro y la Rana; Luto de los árboles (2021). Ha publicado también en distintas revistas nacionales literarias y académicas como: Cubile, A plena Voz, Revista Estudios Culturales UC, entre otras. Actualmente coordina la Plataforma del Libro y la Lectura del Ministerio de la Cultura en el estado Carabobo.

 

Ciudad Valencia / Foto de la autora por Luis Felipe Hernández