Y si es mi hijo el que acosa en la escuela
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¿Y si es mi hijo el que acosa en la escuela?

 

Los familiares que hablan sobre el bullying son los emparentados o relacionados con las víctimas. En la mayoría de los casos, las familias con hijos acosadores rehúyen las citaciones, evaden el tema e incluso justifican la actuación de sus hijos atribuyendo la responsabilidad a las víctimas por ser como son.

Puede ser doloroso enfrentar que nuestro hijo o hija agreda a otros y les provoque dolor con el fin de lograr su propósito y ser reconocido por el grupo. En otros casos, los hijos pueden ser un espejo que refleja la actuación de los padres. Es imperativo de nuestro deber atender la situación por el daño que están causando a terceros y, de no hacerlo, es muy probable que en unos años seamos nosotros las víctimas del comportamiento de ese hijo, que aprendió que puede lograr lo que se proponga sin respetar límite alguno.

 

Características que pueden tener quienes acosan:

 

Viven la agresión como algo normal.

Les es placentero que les tengan miedo.

Lo hacen a espaldas de las personas que representan autoridad.

Seleccionan como víctima a los más vulnerables.

Hacen bromas chistosas pero crueles.

El acoso les da estatus y reconocimiento entre sus compañeros.

Necesitan dominar y controlar porque eso les da poder.

Necesitan destacarse, ser alguien reconocido y admirado.

Tienen dificultades para reconocer y expresar los sentimientos propios y ajenos.

No necesitan mucho para iniciar una agresión.

Pueden tener alguna condición (psicológica, emocional, social) que no pueden controlar.

No controlan la envidia.

Los celos los convierten en resentimiento y violencia contra quienes consideran más listos, estudiosos, con dinero, atractivos.

Con frecuencia escudan la agresión argumentando: “Se lo buscó, me sentí provocado”. Es una de las excusas preferidas de quien agrede. “Fue una broma. Mi intención no fue hacerle daño”. La agresión y la violencia no se pueden escudar detrás del humor.

 

¿Qué se puede hacer como familia cuando se sabe que es el propio hijo quien acosa?
  • Actuar a tiempo. Si se sabe que son nuestros hijos quienes utilizan el acoso como una forma de ganar popularidad, llamar la atención y adquirir poder, es necesario solicitar apoyo especializado para indagar cuáles son las causas que hacen que se diviertan generando dolor y malestar en los otros.
  • Evaluar qué pasa en casa. Con frecuencia se utiliza como mecanismo de defensa decir: “En mi casa no es así”. Posiblemente sea cierto porque en la familia se utiliza esa forma de relacionarse cotidianamente y se asume como natural burlarse de otros porque tienen una condición distinta (sexo, edad, tamaño, discapacidad).
  • Asumir la responsabilidad. Cuando se sepa que el hijo está acosando a otros, es importante acudir a las citas. No asumirlo pondrá en riesgo a nuestro propio hijo, pues podrá continuar una espiral de agresión que puede tener, a corto o medianos plazos, consecuencias legales e incluso penales.
  • Las medidas deben cumplirse. El desacato, incumplimiento de tratamientos psicológicos, médicos, acuerdos disciplinarios, no contribuirá a que puedan cambiar su comportamiento, al contrario, se estará reforzando la posibilidad de continuar haciéndole daño a los demás y a sí mismos.
  • Identificar lo que puede estar encubierto. No todos los niños que han sido agredidos física y psicológicamente se convierten en personas que disfrutan acosando a otros; pero la mayoría de quienes acosan sí han sido víctimas de la violencia en alguna de sus expresiones.
  • Garantizar tratamiento oportuno y adecuado. Muchos comportamientos violentos, en donde hay disfrute haciendo sufrir a otros, pueden enmascarar problemas de salud mental que requieren ser abordados por especialistas. Para una familia es muy difícil asumir que su hijo pueda tener problemas psicológicos, inclusive psiquiátricos. Sin embargo, una intervención a tiempo puede ser una de las mejores pruebas de amor.
  • Asumir las consecuencias. Cuando ha ganado poder y reconocimiento agrediendo a otros, se debe actuar. De no hacerlo se convierten en cómplices, encubriendo o evadiendo los daños que genera.

¿Y si es mi hijo el que acosa en la escuela? Por: Fernando Pereira

 

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