El Capital, el Salario, el Estado y el Bienestar Social son los cuatro escenarios fundamentales que constituyen la complejidad sistémica de los problemas y contradicciones económicas, políticas y sociales que hoy caracterizan la dinámica histórica de nuestro proceso revolucionario.
Podemos decir que estos cuatro problemas constituyen los epicentros de todas las contradicciones (políticas, éticas, morales, culturales, científicas, religiosas y militares) que determinan los destinos históricos, inmediatos y a largo plazo de Venezuela.
Comencemos por decir que hay muchos estudios y análisis acerca de lo que es el Capital y el sistema capitalista en general. Pero, le corresponde a Karl Marx, con su obra magna “El Capital: crítica a la economía política”, el privilegio de ser el estudioso y analista dialéctico, sistémico, histórico, político y social, científicamente más serio y trascendente en el análisis del funcionamiento del sistema o modo de producción capitalista en el nivel alcanzado, hasta ese momento de su vida, en la Europa de Alemania, Inglaterra, Francia y otras naciones.
Marx define al Capital como un modo de producción conformado por tres elementos básicos: el mercado laboral, el dinero y la división social del trabajo. A partir de ese bucle, Marx descubre que la riqueza de la sociedad, se genera y se desarrolla a partir de la explotación de los trabajadores y las trabajadoras; y no por la magia del mercado basado en la simple relación entre la oferta del productor y la demanda de los consumidores.
El análisis de Marx nos revela dos consecuencias fundamentales del modo de producción capitalista: en primer lugar, la fuerza física y mental del trabajador es el elemento determinante en la producción, pues, sencillamente sin su participación y esfuerzo, la materia prima nunca será convertida en producto acabado para el consumo humano. Pero, el trabajador está condenado a vivir en la pobreza y la miseria porque el salario que recibe no alcanza para cubrir todas sus necesidades.
En segundo lugar, Marx logra identificar la plusvalía como la fuente del enriquecimiento rápido y acelerado del capitalista, en contraste con la pobreza perenne del trabajador. De acuerdo con el DRAE, la plusvalía significa acrecentamiento del valor de una cosa por causas extrínsecas a ella. Efectivamente, el capitalista, como dueño del Capital, acrecienta el valor de la mercancía, se apropia toda la ganancia producida por el trabajador y solo le retribuye una pequeña parte llamada salario. La plusvalía significa, así, riqueza creciente para el capitalista y mayor pobreza para el trabajador.
La plusvalía es, entonces, la clave secreta que explica el fenómeno más perverso y terrible de la modernidad capitalista burguesa, pues, en nombre del desarrollo y el progreso, la clase trabajadora es sometida a un modelo de esclavitud absolutamente moderno ya que no existen las antiguas figuras antagónicas de amo y esclavo; pero, igual, hay un amo moderno dueño del capital, por un lado; y miles de trabajadores, dueños de su fuerza de trabajo; pero, esclavos de un salario miserable.
Por esa razón, a los trabajadores no les queda otra opción sino desarrollar sus luchas por transformar el sistema capitalista y liberarse de la desigualdad económica que los condena a la pobreza y la miseria eterna. Hoy, esa lucha pasa por la conquista de mejores salarios y mejores condiciones de vida, tanto para él como para toda su familia.
En consecuencia, debemos decir que el salario no es otra cosa sino el lado malo y perverso, desigual y despreciable, del sistema de producción capitalista ya que está previamente determinado para que el trabajador pueda, únicamente, reponer su fuerza física y mental gastada en cada jornada de trabajo. Las demás necesidades del trabajador y su familia (vivienda, salud, buena alimentación, educación, servicios públicos, recreación, deporte, cultura, etc.), no entran como derechos que deben ser igualmente garantizados con base en un salario justo.
Para el capitalista el trabajador es simplemente la fuerza necesaria para elaborar el producto junto con la tecnología correspondiente. Por eso, lo valora como una mercancía o como la pieza clave de todo el andamiaje tecnológico productivo de la empresa y no como un ser humano igual a él. Al capitalista no le importan para nada las condiciones de vida ni las necesidades económicas, sociales, culturales y recreativas del trabajador y su familia.
Por esa razón, en las sociedades capitalistas burguesas, es permanente y eterna la lucha reivindicativa, laboral, en incesante búsqueda de mejores salarios y beneficios sociales, económicos, culturales, recreativos para las familias de los asalariados que son los núcleos irreductibles, las células eternas de todo el pueblo.
Hoy es importante reseñar lo que dice Pascualina Curcio, en su libro Teoría general de los precios, el salario, la producción y el dinero en guerra económica (2021), en relación a “distinguir entre el salario nominal, el real y el relativo. El nominal es el monto que nos depositan en la cuenta de nómina, el que aparece en la constancia de trabajo. El salario real es lo que efectivamente o realmente, podemos adquirir, por lo tanto, resulta de contrastar el salario nominal con el nivel de precios de la economía, se le conoce también como poder adquisitivo” (pág. 39)
El salario relativo “es aquel que permite contrastar el salario nominal con la ganancia del burgués…si el salario nominal es 20 bolívares y la ganancia es 30 bolívares, entonces el salario relativo resulta de dividir 20/30, es decir, el salario relativo es 0,7 veces la ganancia y, por ende, el grado de explotación (que es el inverso del salario relativo) será mayor. En este caso la distribución entre los factores de producción, trabajo y capital favorecerá al burgués” (p. 40).
De estas tres dimensiones del salario, la tercera nos muestra claramente que el alza de los precios eleva la plusvalía y fortalece al Capital, al tiempo que desmejora y devalúa la capacidad adquisitiva del salario y, por ende, del bienestar social de la familia del trabajador. He allí la eterna y cruenta lucha permanente entre el capital y el salario, el patrón capitalista burgués y el obrero o trabajador que es explotado y condenado a vivir en la pobreza eterna.
Es importante señalar que en los últimos sesenta años de democracia (la formal representativa de 1958-1998 y la protagónica participativa de 1999-2022), hemos pasado por tres momentos o periodos históricos importantes en relación a la valoración y efectos del salario en la sociedad capitalista venezolana.
El primero corresponde a la hegemonía del Pacto de Punto Fijo en el cual la Comisión Tripartita (FEDECÁMARAS-CTV-GOBIERNO) establecía su acuerdo y les imponían a los trabajadores un salario mínimo, tan mínimo, que generó la llamada pobreza extrema o atroz que, finalmente, con un elevado 70% y hasta un 80% de pobreza crítica, condujo al estallido insurreccional del pueblo venezolano, conocido como El Caracazo del 27 de febrero de 1989, cuyo resultado fue una gran masacre contra el pueblo por encima de tres mil muertos en Caracas, Miranda y otros estados del país.
El segundo momento, lo ubicamos durante el periodo 2004-2013 del gobierno del comandante Hugo Chávez, que revaloró el salario no solo en términos monetarios para fortalecer la capacidad adquisitiva del trabajador; sino también, en la perspectiva de lo que es el Estado de Bienestar Social, consagrado en la Carta de la Organización de Naciones Unidas, ONU y en nuestra Constitución de la Republica Bolivariana de Venezuela, CRBV y el Plan de la Patria o mapa de navegación de nuestro proyecto de vida y de país.
Este cambio, puesto en marcha por la revolución bolivariana, significó un extraordinario salto de lo cuantitativo (cantidad de dinero para vivir bien) hacia lo cualitativo (Derechos constitucionales, desarrollo del estado de bienestar y garantía de servicios públicos gratuitos para el Buen Vivir del pueblo organizado en sus comunidades). Y con ello, quedó abierta la vía del proceso revolucionario chavista hacia la construcción del Socialismo Bolivariano del siglo XXI.
El tercer momento, corresponde al periodo presidencial de Nicolás Maduro (2013-2021), con la puesta en marcha de la guerra económica orientada en varias direcciones: escasez de alimentos y demás productos de consumo masivo, escalada del alza de los precios sin control alguno, acaparamiento y especulación, manipulación monetaria con el Dólar Today, fuga de bolívares y posicionamiento de la dolarización, cierre de empresas, fuga de capitales, medidas coercitivas y bloqueo económico de Estados Unidos contra nuestro país, entre muchos otros ataques de la guerra económica que logró destruir el salario y el estado de bienestar social construido por la revolución iniciada con el liderazgo del comandante Chávez.
A esta guerra económica la acompañaron con la guerra mediática enfilada contra el presidente Nicolás Maduro; la guerra diplomática y geopolítica internacional para desprestigiar, debilitar, aislar y legitimar el derrumbe del gobierno bolivariano; la guerra de la violencia mediática y callejera para dividir y segregar al pueblo y generar las condiciones favorables al estallido de la guerra civil.
En ese contexto, el salario fue sometido a la prueba más inhumana, perversa, violenta y criminal con el alza permanente y dirigida de los precios de los bienes de consumo masivo: alimentos, vestido, calzado, medicinas, recreación, transporte, gas, electricidad y demás servicios públicos como salud y educación.
Igualmente, nos impusieron la escasez de los productos básicos y de consumo masivo, para agravar más aún la crisis alimentaria y particularmente se incrementaban los precios hasta límites inalcanzables que generaron y siguen generando muchísima desnutrición y muertes de gente trabajadora y pobre de nuestras comunidades.
Frente a esta tragedia humana, impuesta por los grandes capitalistas imperialistas de Estados Unidos, el Estado venezolano ha sabido responder con valentía, firmeza y dignidad en la persona del presidente Nicolás Maduro. Con su acertada conducción política y militar, estratégica y táctica, diplomática y geopolítica, hemos preservado la paz, la soberanía, la independencia y la libertad.
Igualmente, hemos fortalecido las alianzas y acuerdos económicos con muchas naciones e inversionistas extranjeros para derrotar la ofensiva criminal de la guerra económica contra el salario y la capacidad adquisitiva de nuestro pueblo trabajador, que le facilitó a la oposición ganar la elección de la Asamblea Nacional en diciembre del 2015 y obtener así, el control de uno de los cinco poderes del Estado venezolano. Tragicómicamente célebre, fue el pseudo grito de guerra, lanzado por el escuálido líder adeco Henry Ramos Allud dándole seis meses al presidente Nicolás para sacarlo de Miraflores.
La capacidad de resistencia de nuestro pueblo, se impuso como una muralla inexpugnable. Logramos revertir el plan de la oposición y sumergirla en su propio caos de perversiones apátridas y criminales, alentado por el imperio, poniendo en evidencia que a los amos del Norte no les interesa nuestra democracia; sino utilizar a la oposición para el estallido de la guerra civil en nuestro país.
De manera que el interés gringo está centrado en el estallido de la guerra civil en Venezuela, para destruir de raíz la revolución bolivariana; así como se intenta en la actual guerra de Ucrania contra Rusia. Convertir en escombros los dos logros históricos fundamentales de nuestro proceso revolucionario: el primero, la fortaleza legitima, constitucional y político-militar del Estado venezolano; y el segundo, la fortaleza del estado de bienestar social de nuestro pueblo, atendido en sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
Recordemos que para el año 2002, el Estado venezolano estaba aún bajo el control de la vieja casta militar del pacto de Punto Fijo (AD- COPEI) y el tutelaje yanki. Y por esa razón, pudieron dar el golpe de Estado durante la media noche del 11 de abril y llevarse preso al presidente Chávez.
Pero, rápidamente, el glorioso pueblo de Caracas salió de primero a las calles exigiendo el regreso de su presidente; y en enseguida, la oficialidad patriótica y los soldados de nuestra Fuerza Armada Nacional, FAN, se sumaron y hermanados en una sola fuerza indestructible, rescataron a su presidente Chávez y la continuidad histórica nuestra revolución sustentada programáticamente en nuestra CRBV.
Hoy, tenemos un poderoso Estado republicano, libre, soberano, independiente y bolivariano, sustentado en la legitimidad del pueblo; en la legalidad constitucional y en su propia fortaleza doctrinaria y militar con base en la estrategia de guerra de todo el pueblo para garantizar la soberanía nacional.
Desde ese Estado poderoso que hoy dirige Nicolás Maduro, se ha iniciado la recuperación del estado de bienestar social de nuestro pueblo, que contiene los cinco derechos básicos y fundamentales que son: derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales.
De igual manera, está en marcha el plan para la recuperación y fortalecimiento del salario básico e integral de la clase obrera, en correspondencia con los precios de los productos y las necesidades crecientes del trabajador y su familia. Esto significa recuperar buena parte del estado de bienestar social.
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Es necesario señalar que dentro de la crisis, hemos logrado avances estratégicos en la seguridad y defensa de la nación; impulsos y nuevas relaciones productivas en la estructura económica capitalista estatal y privada en el marco de los 18 motores de la nueva economía soberana e independiente; nuevos avances estratégicos en áreas claves como la producción alimentaria, la salud, la educación y la cultura.
Pero, igualmente, hay problemas y amenazas contra los fundamentos y fortalezas de la doctrina bolivariana del nuevo Estado venezolano y contra los valores cognoscitivos, morales, éticos y espirituales que deben regir la función pública. El burocratismo, la ineficacia y la corrupción, conforman el cáncer que amenaza la vida de la patria bolivariana, socialista y liberada. Es urgente una nueva praxis revolucionaria desde la jefatura nacional hasta el militante del barrio.
Estamos en Resistencia activa y creadora contra el enemigo imperialista, en un nuevo Renacimiento de las ideas y las acciones de nuestra praxis con el pueblo en sus comunidades y en las instituciones del Estado para reafirmar la vigencia y avance de nuestra Revolución Bolivariana, liberadora y socialista del siglo XXI.
Christian Farías / Ciudad Valencia