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El Che, Allende y Chávez: tres senderos, un solo horizonte… Estamos en una nueva época histórica, fundamental para el destino inmediato y definitivo de la América Latina y El Caribe. La dialéctica histórica de nuestro tiempo se caracteriza por el predominio de la contradicción entre el imperialismo norteamericano, por un lado, y por el otro, todas las naciones del continente que hoy luchamos por nuestra soberanía, independencia y libertad para definir y construir nuestros propios modelos de desarrollo económico-socio-cultural.

Esta contradicción no es nueva; surgió a partir del diseño y puesta en marcha de la nefasta Doctrina Monroe de 1823. Hace exactamente 200 años, en dicha doctrina se anunció el interés estratégico fundamental de Los Estados Unidos: “América para los americanos”.

Ese lema indica que América somos todas las naciones que se formaron desde el Norte de México hasta el Sur de Argentina, durante los trescientos años de dominio español, portugués, francés, inglés y holandés. Y los americanos son ellos, los del Norte, constituidos como un nuevo imperio emergente de las raíces de la vieja Inglaterra; que exterminaron a los indígenas pieles rojas nativos de ese inmenso territorio; y luego, construyeron una especie de sucursal de la vieja madre imperial inglesa.

Durante esos 200 años, después de haber exterminado a los Pieles Rojas; y confederarse como Los Estados Unidos de Norteamérica, se dedicaron, entre muchos otros, a cuatro oficios fundamentales y estratégicos para ellos:

Uno, invadir y apropiarse de territorios de otras naciones como el Norte de México, Puerto Rico, Cuba, Santo Domingo, Haití, Nicaragua, Guatemala y otras, con el propósito de establecer bases militares gringas para el control estratégico de su principal área de influencia 

Dos, convertir todo el territorio latinoamericano en su patio trasero. Corromper a los gobernantes serviles y traidores; convertidos en dictadores corruptos y entreguistas vende patria, militares o civiles; tales como Fulgencio Batista, en Cuba; Anastasio Somoza, en Nicaragua; Juan Vicente Gómez, Rómulo Betancourt, Rafael Caldera y Carlos Andrés Pérez, en Venezuela; Augusto Pinochet, en Chile; Hugo Banzer, en Bolivia y así, en todo el Cono Sur del continente.

Tres, desarrollar potencialmente su poder económico, financiero, tecnológico y militar para imponer su hegemonía en toda la América y el Caribe, la Europa Occidental, África y algunas naciones menores de Asia. Las dos grandes guerras de Europa, durante la primera mitad del siglo XX, han sido el filo mayor de la estrategia imperial yanki para imponer su hegemonía, tal como efectivamente, lo logró. De hecho, esa fue su era de esplendor imperial sin límites.

Hoy la cosa se le ha puesto más complicada y difícil, en virtud de su desgaste y el despertar de los pueblos del mundo, acompañados ahora, por las nuevas potencias emergentes, cuya expresión más nueva y avanzada son los BRICS.

Cuatro, imponer la concepción del nuevo mundo global bajo su hegemonía total y absoluta, para lo cual necesita superar, derrotar y someter a las dos grandes potencias opuestas: Rusia y China, que han logrado superarlo en casi todas las áreas; pero, fundamentalmente, en la militar, tal como se evidencia en la actual guerra de Ucrania; y la económica, con el poderío tecnológico y productivo de China y Rusia, en particular; y de los BRICS en general.

Contra ese monstruo omnímodo y criminal, los pueblos y sus mejores vanguardias revolucionarias asumen la unidad nacional con las gloriosas banderas de la soberanía, la independencia y la libertad, con justicia, igualdad, bienestar social y paz.

Las circunstancias de la lucha revolucionaria y la calidad humana, moral, ética y espiritual de los dirigentes revolucionarios, durante el siglo XX y lo que va del XXI, determinan las modalidades tácticas y estratégicas de la lucha contra el imperio norteamericano y los gobiernos serviles, vende patria y anti populares de Nuestra América.

Es importante identificar las tres formas de lucha que corresponden a tres experiencias diferentes; pero complementarias desde el punto de vista de la estrategia y las tácticas necesarias y viables para la emancipación de toda la América Latina y el Caribe.

La primera de estas tres formas de lucha revolucionaria, que aquí las estoy llamando SENDEROS, nace en Cuba con la creación del Movimiento Guerrillero 26 de julio, en el año 1953. Su objetivo estratégico fue enfrentar y derrotar la dictadura militar y represiva de Fulgencio Batista; lo cual se logró definitivamente con la gran victoria política-militar del 1 de enero de 1959.

Fidel Castro, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos, fueron los tres grandes héroes fundamentales de esa extraordinaria gesta anti-dictadura y anti-imperialista. El mundo entero los vio y los admiró como los nuevos héroes victoriosos de una renovada épica justiciera, para la libertad de la patria cubana y el bienestar social de su pueblo.

En virtud de sus características novedosas, este acontecimiento se convierte rápidamente en un modelo a seguir, en un nuevo y victorioso paradigma político-militar revolucionario, sustentado en la doctrina marxista-leninista y se identifica universalmente con el sistema comunista de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (la famosa y heroica URSS, que derrotó al fascismo de Hitler y se abanderó de la victoria en la segunda guerra mundial europea).

En ese contexto, fue posible el nacimiento y desarrollo de la revolución cubana que se declaró socialista y anti-imperialista, hace ya 64 años. Toda una existencia victoriosa que sigue dando la batalla contra el bloqueo económico impuesto por el imperialismo yanki.

Igualmente, Cuba se fortalece, dentro y fuera de sus fronteras. Es innegable el extraordinario desarrollo profesional de las Ciencias Médicas Cubanas, su desarrollo agrícola y turístico para mantener el bienestar social de su pueblo y toda la tradición musical y cultural antillana y caribeña, en resistencia permanente contra el asedio y los ataques sistémicos del imperialismo norteamericano.

Para el Che Guevara y para casi toda la generación de revolucionarios latinoamericanos y africanos, de esa época; el triunfo de la revolución cubana se convirtió en el modelo a seguir para derrotar definitivamente al imperialismo en todo el territorio del continente Latino Americano y el Caribe.

Esta convicción del Che y las vanguardias revolucionarias, reunidas en el famoso Congreso Tricontinental del año 1966, se materializa con la consigna “Crear dos, tres…muchos VietNam”, o sea, asumir la lucha armada, guerrillera o popular como la tesis central y estratégica de la revolución en cada país de toda la América Latina, el Caribe y África.

Con esa resolución triunfalista, en su momento, quedaba descartada la vía pacifica electoral para la toma del poder político. Igualmente, la tesis del partido revolucionario de la clase obrera como la vanguardia de la revolución socialista.

En la propuesta del Che Guevara, estaba implícito convertir la experiencia victoriosa de la revolución cubana en el sendero válido para todo el continente americano. Con esto, se consagra el modelo cubano como la vanguardia, la gran referencia aplicable para todos los países de la América Latina y el Caribe. Evidentemente, esto generó acuerdos y desacuerdos entre los dirigentes revolucionarios de esa época.

La Conferencia Tricontinental fue exitosa porque logró reunir a cientos de líderes revolucionarios de América Latina, Asia y África, en la capital cubana. Entre ellos estuvo Salvador Allende, de Chile; Amílcar Cabral, de Cabo Verde, el guatemalteco Luis Augusto Turcios Lima, el guyanés Cheddy Jagan, el venezolano Pedro Medina Silva, el vietnamita Nguyen Van Tien, el uruguayo Rodney Arismendi, entre muchos otros, además de periodistas e invitados especiales.

Es así como nuestro guerrillero heroico, Ernesto Che Guevara, convencido de su tesis de la lucha armada guerrillera como la vía certera de la revolución, se separa de Cuba y marcha por los senderos de las montañas de Bolivia con la firme convicción de que la guerra de guerrillas era el sendero seguro para lograr la victoria en ese país y luego irradiarla en todo el continente.

Lamentablemente, no fue así. La historia de las épicas tiene sus propias leyes; mientras que los deseos o sueños de los sujetos de la historia tienen el dilema, real y concreto, de batallar y acariciar las victorias o sufrir y perecer en las derrotas. El Che murió en la idealización de su sendero, se convirtió en mártir y nutrió con su honda huella, la fortaleza del horizonte luminoso, liberador y socialista, que hoy sigue vigente, fortalecido y lleno de esperanzas.

En el caso de Salvador Allende, nuestro segundo gran mártir de esta larga gesta emancipadora de América Latina y el Caribe, su sendero de lucha pacífica, legal y electoral, fue totalmente diferente y opuesto al sendero de la lucha armada guerrillera o urbana, enarbolada por el Che Guevara. Tenemos así, la puesta en marcha de dos senderos diferentes hacia un mismo horizonte anti imperialista y socialista para el continente americano y el mundo entero.

Salvador Allende nació el 26 de junio de 1908, en Santiago de Chile, Después de su larga carrera política y teniendo 62 años de edad, fue electo presidente de la República el 4 de septiembre de 1970. La trascendencia de este hecho consiste en que, por primera vez en la historia del mundo occidental, un candidato marxista llegaba a la presidencia de la República a través de la vía pacífica del voto universal, directo y secreto. Ejerció el cargo entre el 3 de noviembre de 1970 y el 11 de septiembre de 1973.

Luego de un año, hacia mediados de 1972, en Chile brota, como de la nada, una profunda crisis económica que se manifiesta en aumento de la inflación y estancamiento productivo, más un incremento súbito de desabastecimiento de bienes básicos, en importantes sectores de la población. La consecuencia inmediata fue la subida de los niveles de inflación, como una brusca escalada, pasando desde un 22,1% en 1971, a un 260,5% en 1972, hasta llegar a un 605,1% en 1973.

En octubre de ese año, se produjo una gran huelga protagonizada por grandes y medianos empresarios y por grupos de la clase media. Todo eso fue instrumentado para debilitar el mandato del presidente Allende.

Las fuerzas sociales y políticas del país se dividieron, como reflejo de las tensiones internacionales de la llamada Guerra Fría (entre el bloque encabezado por la URSS y el bloque dominado por EEUU). En esas circunstancias, el gobierno de Allende se enmarcó en las tensiones de la así llamada “Guerra Fría”.

En las elecciones parlamentarias de 1973, la oposición agrupada en la Confederación por la Democracia, alianza conformada por el Partido Demócrata Cristiano y el Partido Nacional, no alcanzó los dos tercios de los votos que se requerían para destituir al presidente.

La alianza del gobierno obtuvo un 43% de los votos. En los meses siguientes se agravó la crisis política, lo que se expresó en la sublevación militar llamada «tanquetazo», del 29 de junio de 1973, y en el fracaso de las conversaciones gobierno-oposición, en el mes de agosto.

Finalmente, el 11 de septiembre de 1973, fue derrocado su gobierno mediante un Golpe Militar liderado por las Fuerzas Armadas y de Carabineros. Frente a esa realidad cruel, palpable y trágica, Allende optó por el suicidó ese mismo día durante el ataque al Palacio de La Moneda, para honrar su propia dignidad, como sello imperecedero de su sendero y su horizonte. (Ver:www.bcn.cl/historiapolitica/reseñas) _biograficasSalvador_Allende).

La experiencia chilena, nos indica, en primer lugar, que el sendero electoral pacifico, constitucional es el sendero de las fuerzas del pueblo, con su participación masiva y mayoritaria, protagónica y decisiva para el avance victorioso de la revolución

Pero, así mismo, ese sendero del pueblo, sin apoyo, respaldo ni unidad orgánica con las fuerzas armadas de la nación, queda limitado en sus horizontes para la victoria total y está condenado a la derrota militar, tal como sucedió en Chile.

En tal sentido, la comparación con la perspectiva del Che Guevara indica dos verdades históricas: la primera es que si tenemos ejércitos de guerrillas; pero, sin pueblo, el enemigo nos aísla y derrota. Igualmente, si tenemos pueblo; pero, sin ejército, nos sabotea, debilita, confunde y también nos derrota, como sucedió en Chile.

En ambos casos, está presente la instrumentación de la guerra contrarrevolucionaria, no convencional, en sus diferentes modalidades, que aplica Estados Unidos para derrotar los senderos y los horizontes de las revoluciones populares en todo nuestro continente.

Entre las modalidades de esa guerra del imperio contra los procesos revolucionarios, liberadores y socialistas, de nuestros pueblos, estarían la guerra contra los movimientos de liberación nacional, armados como los del Che Guevara o pacíficos como el de Salvador Allende.

En el caso de Venezuela, con el liderazgo del comandante Hugo Chávez, primero y ahora contra Nicolás Maduro, el imperio ha aplicado la llamada guerra no convencional, de cuarta y quinta generación, multifactorial y asimétrica que abarca las siguientes cinco modalidades:

1.- Guerra mediática a través de la prensa escrita, la televisión, la radio, el cine, Internet, para ideologizar, debilitar y ablandar la conciencia colectiva, patriótica, nacionalista, solidaria y revolucionaria de nuestros pueblos.

2.- Guerra económica para sabotear, debilitar y destruir la capacidad productiva de nuestros países, condenar a nuestros pueblos a la eterna pobreza,  plagarnos de hambre y miseria, a través del saboteo total de nuestra economía con  todo el paquete de medidas coercitivas, sanciones y bloqueo monetario y financiero internacional,

3.- Guerra política que consiste en responsabilizar a los gobiernos populares, nacionalistas y revolucionarios de todos los males que ellos han generado con sus guerras económicas y mediáticas. Dividir y debilitar las fuerzas del pueblo para doblegarnos y dominarnos eternamente.

4.- Guerra cultural y religiosa para dividirnos y condenarnos a la enajenación o alienación psicológica y sociológica, sembrada de vicios, modas, consumismo, alienación sociópata y ensimismamiento individualista y narcisista contra nuestras mejores tradiciones socio-culturales y la conciencia moral, ética, estética y espiritual de nuestros pueblos.

5.- Guerra geopolítica internacional para aislarnos y derrotarnos a través de sus instrumentos diplomáticos como la decrépita, corrupta y pervertida Organización de Estados Americanos (OEA), la misma Organización de Naciones Unidas (ONU) y todas las demás instancias de la diplomacia internacional controlada por los Estados Unidos

Retomando el hilo de los dos senderos de experiencias históricas, marcadas por las derrotas de los horizontes limitados en la búsqueda de la transformación revolucionaria de Nuestra América; y después de tantas frustraciones y derrotas, surgió la figura del líder Hugo Chávez en nuestra patria Venezuela.

 

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En su primera insurgencia militar sin pueblo, el 4 de febrero de 1992, también su sendero resultó derrotado; pero, sus palabras dirigidas al pueblo y al mundo entero, reconociendo su derrota, por ahora; y anunciando tiempos mejores, quedaron fijadas como las huellas sinceras y profundas del nuevo horizonte de la patria bolivariana que Bolívar fundó junto al pueblo venezolano.

Efectivamente, con Hugo Chávez, los revolucionaros y el pueblo nos reencontramos con la doctrina y todo el legado del Padre Libertador Simón Bolívar; y junto a él, nuestro primer y gran maestro Don Simón Rodríguez, iluminando siempre nuestros propios senderos y horizontes; inventando o errando siempre en unidad permanente con nuestro inmortal camarada campesino Ezequiel Zamora, marchando siempre por los senderos y hacia el horizonte de la tierra y de los hombres libres.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia