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Después del golpe de Estado del 11 de abril de 2002 y el inmediato contragolpe del 13 de abril del mismo año, quedó definido históricamente el rumbo y la dinámica del proceso socio-político de la revolución liberadora y socialista de la República Bolivariana de Venezuela, a lo largo de estos 22 años y en la perspectiva de su consolidación definitiva.

El mundo entero tiene que reconocer y respetar la insurgencia y el protagonismo histórico, real y concreto, de un pueblo que se ha convertido en el SUJETO HISTÓRICO, activo e indestructible de su propia existencia y desarrollo económico, social, político, cultural; como nación libre, soberana e independiente.

Efectivamente, a 22 años de ese momento histórico, es obligatorio recordar siempre la secuencia inédita de tres situaciones que determinaron y marcaron de manera muy clara un antes y un después de ese 11 de abril de 2002. Veamos:

Primero, había una aparente debilidad del nuevo proceso bolivariano liderado por el presidente Hugo Chávez; segundo, la aventura golpista y contrarrevolucionaria, alentada por Los Estados Unidos, era un hecho inminente que logró imponerse; y tercero, la sorprendente insurgencia popular en unidad cívico-militar del pueblo caraqueño, que logró expulsar de Miraflores a los golpistas y rescatar al presidente legítimo, constitucional y máximo líder, Hugo Rafael Chávez Frías.

Los acontecimientos de esos tres días, conformaron un momento histórico extraordinario, inusual, inédito, novedoso, muy claro y preciso. Se confrontaron dos visiones del país con sus respectivas fuerzas: de un lado la gran mayoría de los y las patriotas, de nuestra tradición bolivariana y revolucionaria, particularmente en Caracas y las ciudades más importantes del territorio nacional, con sus respectivas vanguardias populares.

Del lado contrario, estaban las fuerzas anti-patrióticas, anti-bolivarianas y contra-revolucionarias, monitoreadas por el imperialismo yanki, la burguesía apátrida y sus partidos políticos de la derecha pitiyanki, agrupados en torno al títere de Los Estados Unidos de Norteamérica y jefe de FEDECAMARAS, el señor Pedro Carmona Estanga.

Los golpistas activaron a sus agentes del Alto Mando Militar, el alto Clero, la cúpula empresarial de FEDECAMARAS, todos los medios de información (RCTV, Venevisión, Globovisión, El Nacional, Meridiano, El Universal, emisoras de radio, periódicos, internet, etc.). Llegaron a Miraflores y se instalaron como nuevo gobierno de facto; no elegido por la voluntad del pueblo soberano.

Durante la medianoche del día 11 de abril, se produce el burdo y grotesco asalto del poder político de Miraflores; y luego, en la mañana del 12 de abril, se instala el nuevo gobierno monárquico, absolutista, fascista y pro yanki, encabezado por el obtuso y loquillo dictadorzuelo Carmona Estanga que, para ese momento, era el presidente de la cúpula empresarial piti yanki de FEDECAMARAS.

El asalto al palacio de Miraflores; el secuestro del presidente legal, legítimo y constitucional, Hugo Chávez; y la autoproclamación de Carmona Estanga, como nuevo presidente no electo por nadie, sino impuesto por Estados Unidos, generaron la reacción rápida de la voluntad del soberano que salió inmediatamente a las calles para reclamar la presencia del presidente legal, legítimo y constitucional, Hugo Rafael Chávez Frías.

Es interesante, y siempre recordamos, esa imagen, muy emblemática e histórica, de una mujer sola en las calles de Caracas reclamando la presencia de su presidente, electo con su voto y todos los votos del pueblo soberano que lo eligió legal y constitucionalmente. Esa imagen quedó fijada en la memoria de todo el país, como testimonio histórico del temple moral y ético de la mujer venezolana.

La imagen de esa mujer no era solamente una imagen de ella; sino la encarnación de la realidad luminosa de todo un pueblo, volcado en las calles reclamando respeto a su voluntad política de haber elegido a ese presidente que ahora estaba secuestrado y desaparecido.

En esa mujer estaba encarnado el espíritu y la conciencia del nuevo Sujeto Histórico de la República Bolivariana de Venezuela.

Detrás de ella, con ella, o delante de ella, estaba la voluntad colectiva del bravo pueblo de Caracas, entonando nuestro himno nacional, acumulando sus propias fuerzas en las calles, alrededor del palacio de Miraflores y a las puertas del fuerte Tiuna, reclamando el respeto a la voluntad del Soberano.

Simultáneamente, se produce otro escenario en el ámbito militar, dentro del Fuerte Tiuna, relatado por el general García Carneiro, hombre de una gran lealtad y fortaleza moral, ética y militar.

En su relato a un periodista de la televisión, García Carneiro expresa o confiesa que frente al golpe de Estado y el secuestro del presidente, él se encontraba en un dilema entre obedecer lo establecido en nuestra Carta Magna u obedecer la línea de mando correspondiente a la estructura militar.

Estando en ese dilema ético, moral y político-militar-existencial, alguien le informó que el pueblo de Caracas estaba frente al Fuerte Tiuna, en las calles y en los alrededores de Miraflores, reclamando el regreso del presidente Chávez.

Ante esa realidad, Carneiro expresa que entre obedecer la línea de mando u obedecer la CRBV y la voluntad del pueblo, decidió desconocer a su jefe inmediato y demás militares golpistas; sumarse a la rebelión cívico-militar para rescatar al presidente Chávez y restituir la vigencia del estado de derecho consagrado en la Carta Magna de la República.

Este relato de García Carneiro, tiene un gran valor histórico, porque define cómo surgió y se impuso la unidad cívico-militar-policial- religiosa, que ha sido, es y seguirá siendo la fuerza indestructible del proceso revolucionario bolivariano, tal como se ha demostrado durante estos dos periodos del presidente Nicolás Maduro.

Es indudable que, a partir de estos acontecimientos históricos, el proceso bolivariano entró en una nueva fase de definición y profundización. Y es en ese contexto que tiene lugar el tema de la insurgencia y permanencia del Sujeto Histórico de la revolución bolivariana.

Pero, es necesario advertir que la existencia del Sujeto implica que hay también un Objeto, puesto que son indisolubles. El Sujeto es el pueblo en acción, el Poder Popular construyendo y defendiendo sus derechos; y el Objeto es la patria, el territorio, sus riquezas, su estructura económica, social, cultural, su identidad histórica, identificada ante el mundo como la República Bolivariana de Venezuela.

El Sujeto Histórico lo conforman las comunidades organizadas como conjunto mayoritario de la población; tiene conciencia colectiva, pensante y cohesionada en función de una praxis común, compartida, necesaria y vital, en su vínculo orgánico con el Objeto que es toda la realidad material, concreta, socio-histórica-cultural. La unidad orgánica del Sujeto con el Objeto es la fuerza determinante de la historia.

Recordemos que desde los primeros tiempos del primitivismo nómada; se pasó a las épocas de la esclavitud, el feudalismo, el capitalismo primitivo, el capitalismo moderno, imperialista y criminal, hasta llegar a los actuales modelos alternativos como los socialismos ruso, chino, cubano, iraní, coreano, venezolano, nicaragüense, etc.

Es indudable que cada momento o periodo determinado de la historia, está orientado y conducido por el Sujeto Histórico, que es la fuerza productiva socio-económica, política, cultural, moral, ética y estética de la sociedad. En consecuencia, se convierte así en el sujeto protagonista; rector principal y transformador de la realidad política y socio-cultural de la sociedad y del país.

De acuerdo con el filósofo español Ortega y Gasset, el hombre es él y sus circunstancias. En tal sentido, podemos decir que el ser humano (hombre y mujer) pensante y poseedor de la praxis, encarna al Sujeto y, por otro lado, la realidad material, histórica, social que lo circunda, representa el Objeto. En consecuencia, la realidad histórica social, se configura a partir de esa relación unitaria e indisoluble entre el Sujeto y el Objeto.

El concepto de lo histórico tiene implícita la función de la fuerza de la racionalidad, la conciencia identitaria y la acción social, política, amorosa, cultural, científica, religiosa, moral, ética y estética.

De manera que el sujeto histórico, es el que realiza la acción humana de todo un pueblo construyendo su propio destino de vida y desarrollo histórico-social para transformar la realidad existente y generar otra realidad con mejores valores, calidad de vida y sentido histórico socio-cultural, propio, libre, independiente y soberano.

El sujeto es poseedor de la conciencia; y la conciencia es como el motor que genera la energía para la acción y transformación de la realidad, de donde se va gestando la historia. En definitiva, el Sujeto Histórico es la conciencia y sus saberes en correlación con la realidad histórica, los cambios y transformaciones necesarios en función del bienestar humano.

 

Modelos y dimensiones del sujeto histórico en la Venezuela del siglo XX

Antes del actual proceso revolucionario bolivariano del siglo XXI, en nuestro país hubo tres periodos o momentos históricos fundamentales a lo largo del proceso de modernización capitalista dependiente y atrofiado, impuesto por Los Estados Unidos a partir del gobierno de Juan Vicente Gómez y durante todo el siglo XX.

El primer periodo corresponde a la dictadura militar de Juan Vicente Gómez, durante 1908-1935, que dio inicio a la modernización capitalista de Venezuela, bajo la tutela del imperio en expansión de Los Estados Unidos de Norteamérica, El sujeto histórico estaba representado por la dictadura militar criminal de Gómez, en alianza con el imperio gringo y la oligarquía criolla, heredera de los grandes terratenientes y oligarcas del siglo XIX.

El pueblo venezolano estaba nuevamente esclavizado por dos fuerzas inexpugnables: la dictadura militar criminal de Gómez y el capitalismo imperial norteamericano que se apoderaba de toda la riqueza petrolera, como único dueño para fortalecer su expansión internacional, con su hegemonía sobre América Latina y el Caribe.

El gomecismo quedó sembrado como un modelo de dictadura militar represivo, autoritario, criminal, capitalista, modernizador y burgués, subordinado totalmente al imperialismo yanqui. La parte buena que se le reconoce indebidamente a Gómez, es la modernización introducida por el imperialismo para colonizarnos como un “nuevo país civilizado”.

Lo cierto es que con Gómez se inició en Venezuela, el sistema capitalista dependiente de la renta petrolera, la tecnología y la comercialización con el imperio yanqui en plena extensión y crecimiento de su hegemonía internacional.

De hecho, Gómez venía de traicionar a su compadre, el presidente nacionalista y patriota, Cipriano Castro, para congraciarse con los gringos e iniciar con ellos la explotación petrolera de nuestro país y la modernización bajo el tutelaje de EEUU, es decir, el neocolonialismo yanki.

En 1935, muere Gómez y el país entra en una nueva etapa de inestabilidad política, generada por la pugna entre dictadura militar (la continuidad del gomecismo sin Gómez) y la construcción de la democracia formal representativa, con los nacientes partidos políticos (el Partido Comunista de Venezuela, fundado el 5 de marzo de 1931; Acción Democrática, el 13 de septiembre de 1941; URD, el 18 de diciembre de 1945 y COPEI, el 13 de enero de 1946).

El segundo periodo de 1931-1958, se caracteriza por la continuidad del sistema político militar gomecista; pero, con la alternancia entre elecciones y golpes de Estado. Se fortalece la presencia hegemónica de Estados Unidos y la dependencia económica del país sustentada en la renta petrolera; producida y controlada por las empresas norteamericanas e inglesas (la CREOLE y la SHELL).

Después de Gómez, los presidentes fueron: el General Eleazar López Conteras, el General Isaías Medina Angarita, Rómulo Betancourt, Rómulo Gallegos, Carlos Delgado Chalbaud, German Suárez Flamerich y el General Marcos Pérez Jiménez.

Unos más y otros menos, todos esos gobernantes, permitieron la penetración imperial, capitalista y neo-colonialista del nuevo imperio norteamericano en nuestra sociedad, lo cual se traduce en un siglo de retroceso a la dependencia y el neocolonialismo; después de haber sido, con Simón Bolívar al frente, la nación vanguardia de la gran gesta por la independencia de toda la América hispana.

Todos gobernaron en el marco de las tensiones entre la continuidad del modelo dictatorial militar o la instauración de la democracia formal, representativa hegemonizada por la burguesía proyanqui. Ambos modelos estuvieron controlados por la hegemonía económica y militar del imperio norteamericano.

El pueblo no era protagonista ni sujeto histórico de nada; estaba sometido a la explotación del naciente sistema capitalista burgués, bajo la tutoría del imperialismo emergente de Los Estados Unidos de Norteamérica.

El pueblo siguió siendo un sujeto sin voz ni voto, sin participación ni protagonismo histórico. No hay bienestar social ni derechos políticos, culturales e ideológicos. Se incrementa y crece la pobreza en las principales ciudades del país. Surge la resistencia contra la dictadura de Pérez Jiménez.

A los Estados Unidos ya no le interesaba el gobierno militar dictatorial de Marcos Pérez Jiménez. Ahora le interesaba tener en Venezuela, un modelo de democracia política protagonizada por los partidos políticos subordinados a sus intereses y designios, es decir, AD, COPEI y URD. En consecuencia, tenía que “aislar y segregar a los comunistas”, así como lo hizo el presidente adeco Rómulo Betancourt, en su condición de títere de Los Estados Unidos:

 

El objetivo histórico y esencial del pacto de Nueva York, era que los partidos signatarios accediesen al poder y se “ALTERNASEN”, evitando discordias, construir un gobierno de unidad nacional, oponiéndose a cualquier golpe de Estado y no dar ninguna oportunidad de gobernar a los seguidores del depuesto presidente Marcos Pérez Jiménez y a los partidos de la izquierda, especialmente el Partido Comunista de Venezuela (PCV), además debían de cumplir estrictamente como el más servil vasallo, las decisiones que en cualquier materia tomase el Departamento de Estado Americano, en especial en las áreas económica, política, etc., incluso llegando a permitir que los candidatos a presidentes dependieran de la venia del hegemón, es decir, unos aliados incondicionales de los Estados Unidos, los niños buenos y acólitos ideales del imperio. (Ver: Carlos Torrealba Pacheco en  Aporrea.org). 

 

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Efectivamente, la democracia formal representativa duró desde 1959 hasta 1998, es decir, 40 años de subordinación absoluta al dominio imperial de Los Estados Unidos de Norteamérica, por un lado; y por el otro, de negación de los derechos y el bienestar social del pueblo, utilizado únicamente en cada proceso electoral para ellos legalizar y legitimar sus desgobiernos anti populares, corruptos y vende patrias.

Con la democracia formal representativa, el pueblo no ejercía su propio Poder Soberano. Estaba sometido a los designios del poder capitalista de la burguesía rentista, parásita y subordinada totalmente al poder imperial del Norte.

Con la elección presidencial de Hugo Chávez y su mandato (1999-2013), se produce el gran cambio histórico. El pueblo deja de ser una masa amorfa, sin poder y sin destino, para convertirse en el nuevo Sujeto de la Historia, es decir, la fuerza que se gobierna a sí misma y en función de la independencia, la soberanía y el Bienestar Social Colectivo de toda la patria.

Por esa razón, el bravo pueblo de Caracas, primero; y luego todo el pueblo de Venezuela, salió a las calles, ese día 13 de abril de 2002 para reclamar el respeto a su voluntad como el nuevo Sujeto Histórico, protagonista de la gran batalla del día 13 de abril de 2002, demostrando así su grandísima y extraordinaria capacidad de lucha para hacer valer su voluntad y respeto, como pueblo constructor de su propia historia y sujeto conductor de su propio destino.

Hoy, a 22 años de esa extraordinaria gesta liberadora y socialista, reafirmamos la vigencia absoluta y total del proceso revolucionario bolivariano con el actual presidente de la República, Nicolás Maduro Moro, al frente de las batallas y las victorias que hemos venido acumulando. Hoy somos una nación libre, independiente y soberana.

Hoy somos un pueblo con conciencia política, comprometido en la defensa integral de nuestro territorio; organizado en nuestras comunidades, instituciones y sitios de trabajo, defensores de nuestros derechos, amantes de nuestra patria y dispuestos a defenderla y a defendernos frente a cualquier agresión extranjera imperialista.

En síntesis, si ayer éramos simplemente seguidores del comandante Chávez, abrazados a sus ideales y práctica social, política y cultural; hoy somos sus herederos, responsables y comprometidos, para fortalecernos y hacernos indestructibles con nuestro presidente Nicolás Maduro al frente.

Sin temores y sin inocencias porque hoy somos una sola e indestructible fuerza histórica o más apropiadamente, somos el Sujeto Histórico, los conductores y constructores de la nueva historia de la patria.

Venimos de la misma sangre y voluntad de Guaicaipuro, José Leonardo Chirino, Simón Rodríguez, Simón Bolívar, Ezequiel Zamora, Cipriano Castro, los hombres y las mujeres de los movimientos rebeldes de la insurgencia armada de los años sesenta, forjadores de la nueva independencia, la soberanía real y concreta para la construcción del nuevo socialismo bolivariano del siglo XXI.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia