“¿Eres artista? Te morirás de hambre…” por Penélope Tovar

0
209
Penélope Tovar-columna-Trazos en el tiempo-Bienal de Artes Visuales en pequeño Formato Arturo Michelena

En mi primer artículo de la semana pasada hablé del arte y el ser como algo indisoluble, de los constructos sociales impuestos a su conceptualización, de su valoración e importancia en el desarrollo del individuo y la sociedad, del rol del artista y su necesidad de salvación y sanación desde la autoexpresión, pero también me réferi a las distintas frases que en su  mayoría mutilan y, por ende, silencian al artista debido a su cualidad de evitar cualquier tipo de confrontaciones, conflictos o cargas existenciales que perturben su paz mental.

Porque el artista vive siempre en la búsqueda de su paz interior, del encuentro consigo mismo, del cambio y la transformación de otros, gracias a su modo de sentir la vida, el mundo y al ser humano.

Pero ya es hora de gritar desde el lienzo, las tablas, una guitarra, un libro o, tal vez, desde una columna en Ciudad Valencia que impulse y retumbe en nuestra conciencia para así cambiar la historia.

Ahora bien, partiendo de estas frases mutiladoras: “¿Eres artistas?, te morirás de hambre, dedícate a otra cosa”, entre otras, debemos reflexionar y comenzar a establecer un diálogo colectivo que invite a dar respuestas a dicha construcción. ¿De dónde provienen? ¿Quiénes las impulsan? ¿Cuál es el objetivo?

 

Reverón-artista 2

 

Y para responder, comprender y cambiar este fenómeno social debemos aceptar primero que, como bien decía el filósofo español José Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mi circunstancia”, es decir, el ser humano se hace a partir de su contexto y entorno, de sus experiencias de vida y su entera emotividad derivadas de estos hechos, que por supuesto lo conducen a establecer una determinada conducta.

Con esta premisa podemos determinar que un pueblo sin cultura es un pueblo ciego, pues no tiene conciencia ni conocimiento del mundo, del ser humano y su cultura,  por lo tanto, no podrá comprender el valor de las cosas, de lo humano,  pues  es ciego, sordo y se hace mudo en su única percepción y versión de la vida.

Si nos referimos al arte partiendo de esta reflexión de Gasset podremos comprender perfectamente el porqué de estas frases, de esta vacía conceptualización del arte y de la cruz que llevamos los artistas.  Y es que si crecemos dentro de una sociedad que no registra en su imaginario colectivo la historia cultural de sus raíces, sus códigos, signos y símbolos no podrán tener conciencia de su importancia y, por ende, no tendrá valor sobre el mismo.

 

Si nos adentramos a zonas populares o a hogares de la clase media venezolana nos encontramos con que Armando Reverón, Carlos Cruz Diez, Jesús Soto, María Calcaño, Nelson Garrido y hasta el Maestro Arturo Michelena, solo por nombrar algunos, son simples desconocidos, tal vez, se escuchó hablar de estos personajes de manera muy vaga y lejana, pero sin arraigo, sin pasión, ni mucho menos conciencia y valor por  sus  logros y legados dentro de nuestra cultura nacional.

Solo los conocedores del arte venezolano, galeristas, directivos y personal de museos, miembros de casas culturales, artistas, representantes gubernamentales, algunas empresas privadas, instituciones religiosas y uno que otro ciudadano que con fortuna ha tenido mayor conocimiento o han hecho vida dentro de las artes, pueden establecer criterios de valor de nuestro inmenso patrimonio cultural. Podríamos decir entonces que solo un sector muy reducido de nuestra población tiene acceso y conocimiento en el ámbito de las artes.

Sin embargo, la gran mayoría de estas personalidades, instituciones y uno que otro que se hace llamar artista son los que históricamente han contribuido al mismo discurso y desvalorización de nuestro trabajo como creadores, convirtiéndonos así en “los estafados”, en los locos, como REVERON, quienes nunca podrán adquirir ningún bien, pues se morirán de hambre primero.

 

Ellos, los  que si conocen  nuestro valor e importancia dentro de la historia, por ser nada más y nada menos que patrimonio cultural, son los que tienen en sus casas, es sus galerías, en sus iglesias, museos, salones de arte, palacios de gobiernos, instituciones públicas, privadas y hasta en algunos bancos internacionales, aseguradas, nuestras almas, nuestro espíritu, NUESTRAS OBRAS.

Estos mismos son los que  intentan regatearnos,  los que nos estafan comprándonos una obra a precio de gallina flaca para esperar que muramos y hacerse ricos o vender nuestras obras en el extranjero y darnos las sobras; son esos los que se vanaglorian de nuestras imágenes y nos utilizan para luego tazarlas en miles de dólares y así generar plusvalía; esos que ya tienen los ganadores de sus salones de arte, que por supuesto entregaran a algún amigo o amante mucho antes de salir las bases.

Son esos amigos, familiares, colegas, empresarios y jefes quienes se aprovechan de nosotros, de nuestro conocimiento, de nuestra experiencia, de nuestro trabajo, intentando esquivar de manera descarada el pago por nuestros servicios, con otras frases infames ya conocidas como:  “Déjamelo más barato, eso está muy caro, tranquilo que yo te pongo a ganar por otro lado, no tengo plata, la galería cobra el 60% de comisión por vender tu obra, te pago el mes que viene, regálame esa pieza”, o “Solo tengo tanto”; poniéndole así precio a nuestro  trabajo, conocimiento y experiencia, desvalorándonos sin censura en nuestra propia cara, y  con una expresión hasta amable, para luego preguntarte: “¿Cómo es posible que no tengas ni para el pasaje?”.

 

LEE TAMBIÉN: “El arte y el ser”

 

Es decir, las riquezas adquiridas, los reconocimientos otorgados por proyectos culturales exitosos y su amplio repertorio de obras de artes colgadas en las paredes, valoradas en miles de dólares, de estas  personalidades o instituciones, han sido creadas por los “estafados”, por los que se mueren de hambre, por los desamparados y utilizados: LOS ARTISTAS.

El irrespeto a cualquier individuo comienza cuando le pides que regale su trabajo, como diría José Campos Bicardi, porque el tiempo, la formación y la experiencia de todos valen, pero recuerda siempre que sin  patrimonio cultural no hay historia.

 

***

 

Penélope Tovar, artista plástica, egresada de la Escuela de Artes Plásticas “Arturo Michelena”; es también licenciada en Pedagogía Alternativa, mención Desarrollo Artístico, por la Universidad Nacional  Experimental “Simón Rodríguez” (UNESR). Ha participado en exposiciones  colectivas a nivel nacional (Galería de Arte) e internacional (Canadá, EEUU, Reino Unido, Portugal y España). Exposiciones individuales: Museo de Bellas Artes de Caracas y Museo de Arte Valencia (MUVA).  Reconocimientos: Artista  Joven del mes de Noviembre 2021 por el Museo de Bellas Artes, Caracas, Venezuela.

Actualmente es facilitadora en Arte-terapia en el Centro de Neuro-desarrollo “KOKIGYM”, apoyando en la rehabilitación de niños y niñas con discapacidad.

 

Ciudad Valencia