El poeta Ledo Ivo nació en Alagoas, Brasil, el 18 de agosto de1924 y falleció en Sevilla, España, el 23 de diciembre de 2012. A la edad de 20 años, publica su primer libro de poesía: Las imaginaciones (1944), y a partir de ese momento desarrolla su vida como poeta, novelista, ensayista, cronista, traductor y cuentista. Se graduó de abogado en la Universidad de Brasil, pero, nunca ejerció. Su obra poética abarca 11 títulos con más de 30 ediciones y de reconocida trayectoria internacional.
En su poesía hay una presencia abigarrada y torrencial de temas relacionados con su vida, su país, el mundo, el paisaje, la sociedad, los valores, el erotismo, el arraigo, el patriotismo y muchos otros. En este artículo trataremos de manera muy puntual los tres temas anunciados en el título.
EL EROTISMO se correlaciona con las palabras sexo y sensualidad, en virtud de sus procedencias etimológicas, tal como lo expone Patricia Fernández (Ver:https://revistamito.com/sexo-erotismo-y-sensualidad-un-breve-recorrido-etimológico, 2014), cuando sugiere que la palabra sexo (condición natural de hombre o mujer) y sexualidad (orientación y comportamiento socio-cultural del sexo, mas allá de su naturaleza orgánica), se correlacionan con la palabra erotismo que, etimológicamente, se refiere al “Carácter de lo que excita el amor sensual” (DRAE).
Con la imagen del niño alado, como mensajero de los dioses, al disparar sus flechas de amor o de desamor a dioses y mortales, el sexo queda anclado al erotismo y se genera un vínculo prodigioso que hasta hoy ha sido, y seguramente seguirá siendo, placentero e inagotable. Igualmente, Patricia Fernández afirma que, de acuerdo con sus investigaciones, la palabra erotismo aparece en la lengua española “presumiblemente” para definir el mal de amores, en un texto de “Lope de Vega:
“Marramaquiz, entrando por la puerta,
vencido de un frenético erotismo,
enfermedad de amor, o el amor mismo
(Lope de Vega, Gatomaquia [1634])”
La sensualidad es la tercera palabra de interés para ilustrar la correlación de sentidos implícitos con la palabra erotismo. Siguiendo a Patricia, dicho término proviene “del latín sensualitas, relativo a los sentidos” y “No cabe sorprenderse, por tanto, de que la primera vez que se registra en castellano sea en un fragmento escrito por el rey: “… porque los delitos y maleficios que los humanos cometen y hacen son diversos y con diversos pensamientos todos a un fin de pecar y atraídos con sensualidad olvidada la razón y justicia natural…(Alfonso X, Siete partidas, siglo [XIII]).
Por último, Patricia recurre a “un famosísimo soneto del mencionado Fénix de los Ingenios, experto en amores, comedias, tragedias y poemas”, para destacar la cercanía o familiaridad etimológica entre el sexo, el erotismo y la sensualidad:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo,
alentado, mortal, difunto, vivo,
leal, traidor, cobarde y animoso;
no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo,
enojado, valiente, fugitivo,
satisfecho, ofendido, receloso;
huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño,
creer que el cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño:
esto es amor, quien lo probó lo sabe.
Ubicados en esa perspectiva etimológica-conceptual, podemos decir que el erotismo es una condición inherente y vital del ser humano. Sin erotismo no existiría el sabor de la vida, no tendríamos encantamiento ni furia ardiente, nuestra piel estaría suspendida en su propia desolación, los olores anduvieran perdidos, las miradas, las palabras y la música se tornarían mudas como el silencio.
El erotismo es la celebración de los instintos del deseo y la atracción, desde el plano de la razón amorosa de los opuestos y complementarios en la más firme y sólida unión en el goce compartido del sexo y la sensualidad. Sumergido en esa visión erótica, el poeta Ledo Ivo, expresa sus propias contradicciones, muy personales y metafísicamente recurrentes en la cual se correlaciona, desde la negatividad dialéctica y la ironía, la intimidad del goce erótico en confrontación con la fe y la metafísica de la presencia omnipotente de Dios, tal como se expresa en el poema La mirada de Dios:
La escalera del burdel ruge bajo nuestros pies.
En el polvo de la alfombra desvencijada
Se oculta la mirada de Dios.
No somos dignos de tener tan gran testigo
A la hora en que pecamos.
Mejor sería que ningún dios nos observase cuando fornicamos
O cuando, después del coito, encendemos un cigarrillo.
No somos dignos de piedad.
Mejor sería que Dios no existiese
Y viviésemos todos fuera de Su mirada incómoda.
(Ver: Ledo Ivo (1994) Poemas. Selección, traducción y prólogo: Eduardo Cobos. La liebre libre. Colección El Faraute)
En los primeros tres versos, el poeta describe una escalera vieja que ruge, una alfombra sucia llena de polvo y la mirada oculta de Dios; lo que equivale a una razón para abandonar el sitio. Luego, se reprocha la falta de dignidad implícita irónicamente en el pecado de la fornicación y exageración de la culpa, para cerrar el poema con un remate tajante, irónico y radicalmente humano y autosuficiente.
Todo ello, ensamblado como un juego de negaciones dialécticas entre el deseo del placer erótico y la fe castradora de ese placer. El último verso es rotundo y radicalmente liberador como alternativa de la falsa contradicción entre el erotismo humano y el amor hacia la divinidad suprema de Dios. Otro elemento, que se puede inferir del poema es que la mujer no es la pareja o esposa del poeta; sino quizás una prostituta con la cual se va a fornicar en un burdel de mala muerte; es decir, hay un ambiente que no es el mejor o ideal para una representación positiva y placentera del erotismo.
En un segundo poema que seleccionamos para ilustrar los contrastes del erotismo, se muestra una situación muy distinta, más profunda, sentimental y reveladora de la vida y sensibilidad del hombre enamorado de la mujer que se muere, tal como se muestra en el poema Vals fúnebre para Hermengarda:
Heme aquí junto a tu sepultura,
Hermengarda,
para llorar tu carne pobre y pura que ninguno de nosotros vio podrirse.
Otros vendrán lúcidos y enlutados,
pero yo vengo borracho, Hermengarda, vengo borracho.
Y si mañana encontraran la cruz de tu ataúd tirada en el suelo
no fue la noche, Hermengarda, ni fue el viento.
Fui yo.
Quise amparar mi ebriedad en tu cruz
y rodé al suelo donde reposas
cubierta de margaritas, sin embargo triste.
Heme aquí junto a tu tumba, Hermengarda,
para llorar nuestro amor de siempre.
No es la noche, Hermengarda, ni es el viento.
Soy yo.
En contraste con el poema anterior, aquí hay un hombre abatido por la partida eterna de su amada y llora su “carne pobre y pura”. No se resigna a tan grave pérdida porque su amor lo impide y por eso siente y afirma que “Otros vendrán lúcidos y enlutados / sin embargo yo vengo borracho.” Esta imagen es muy representativa de esa tradición particular de los hombres enamorados, que mitigan el dolor de la muerte con la embriaguez, como una forma de enajenación del sufrir sustituido por la celebración de la experiencia vivida con el ser que ahora está en la ausencia eterna.
Los últimos ocho versos del poema son muy reveladores de una autenticidad metafísica que eleva el erotismo a su mayor estado de trascendencia frente a la muerte y reafirma la unión erótica junto a la tumba para llorar la eternidad amorosa, pues, mas allá de la noche y del viento, el poeta reafirma la presencia y trascendencia del yo erótico, consumado en el amor irrenunciable y más allá de la muerte, hacia su amada, Hermengarda.
Con estos dos poemas, hemos querido evidenciar los dos planos del erotismo del hombre en la poesía de Ledo Ivo: el primero como necesidad biológica de la sexualidad humana, muy teñida de prejuicios y perturbaciones socio-culturales y religiosas; y el segundo, como expresión del estado del alma, de la espiritualidad y la racionalidad del hombre, poseído por el amor erótico que es “amor de siempre” y, como dice la voz romántica de Roscío Durcal: “amor eterno e inolvidable”.
EL ARRAIGO. A ese erotismo en la poesía de Ledo Ivo, le sumamos el tema del arraigo, entendido como esa dimensión en la cual se cultiva y desarrolla la vida del ser humano: el sujeto y su pertenencia orgánica y sistémica a un contexto histórico socio-cultural determinado, en el cual interactúa, da y recibe, crea y comparte ideas, creencias, costumbres y prácticas sociales arraigadas en todo su ámbito sistémico al cual pertenece.
De tal manera que, a partir del desarrollo sedimentado de ese arraigo, se generan los perfiles de la identidad local, regional, nacional y hasta continental. Estar arraigado, bien sea en la familia, en la comunidad, en una tradición de valores, creencias y practicas socio culturales, es una condición natural del ser humano. Pero, el arraigo no implica mecánicamente la quietud del hombre y la mujer, echando raíces en un mismo lugar; sino lo contrario.
El arraigo en la conciencia, juega con la dinámica de la vida, el movimiento, la variedad y la creación de nuevas realidades. En ese sentido, la identidad como expresión histórica del arraigo, no es una cárcel ni un cinturón de seguridad; sino una condición mental, psicológica, en armonía o en tensión con lo histórico, lo social, lo cultural y todo lo que siempre esté en movimiento progresivo de la identidad.
En el poema Los pies impacientes, Ledo Ivo nos dice: “Como los pájaros a la noche, prescindimos del cielo / que no ofrece nidos en la oscuridad. / La tierra dulce y maligna es nuestro paraíso. / las sábanas que nos cubren son cárceles floridas / Borramos los caminos. Ocultamos las colinas. / Nuestros pies impacientes ahuyentan las estrellas / que insisten en caer sobre nosotros”. He allí la dinámica dialéctica, cambiante y constante de la vida en tensión permanente; pero, arraigada en la certeza y la seguridad que nos brinda “la tierra dulce y maligna” porque ella “es nuestro paraíso”.
En el poema El nuevo pájaro aparece la misma idea del arraigo en contradicción con la migración: “Es la primera vez que veo este pájaro / negro y blanco que sólo come hormigas. / No armará su nido en mi bosque / Pertenece al linaje de los seres migratorios. / Y quien busca vivir en lugar extranjero / termina hallando la muerte”. En estos dos últimos versos, el poeta es contundente y severo en la valoración radical y absoluta del arraigo frente al desarraigo. La tragedia migratoria que hoy existe en algunos lugares del mundo, confirma la validez histórica del arraigo como condición natural de la vida constructiva, productiva y edificante.
EL PATRIOTISMO: Finalmente, la idea o doctrina del patriotismo en el pensamiento del poeta Ledo Ivo, introduce una ruptura con la visión clasista, elitista y excluyente de la tradición burguesa, adherida a la modernidad capitalista. Esta ruptura, reivindica a la vez el concepto de Patria incluyente e igualitario, para los pobres y excluidos de su propia patria.
Con esta visión, el poeta redime a su propio pueblo, reafirma el paradigma puesto en marcha por los libertadores del siglo XIX y reivindica para la poesía el derecho a expresar su propia estética en la confrontación política, material y espiritual por una patria libre, soberana, independiente, incluyente, justa e igualitaria, tal como se expresa en el siguiente poema, que no requiere explicación y con el cual cerramos estas notas en torno a la poesía de Ledo Ivo:
MI PATRIA
Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua es la patria.
Mi patria es la tierra blanda y pegajosa donde nací
y el viento que sopla sobre Maceió.
Son los cangrejos que corren en el lodo del manglar
y el océano cuyas olas siguen mojando mis pies cuando sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados del techo carcomido de las iglesias,
los locos que bailan al atardecer en el hospicio junto al mar,
y el cielo curvado por las constelaciones.
Mi patria es la sirena de los navíos y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros podridos
y los cementerios marinos donde mis ancestros tuberculosos
y con paludismo no dejan de toser y temblar en las noches frías,
y el olor de azúcar en los almacenes de los puertos
y las lisas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebollas acurrucadas en la sombra
y la lluvia que cae sobre los corrales de pesca.
La lengua de la que me sirvo nunca es y nunca fue mi patria
Ninguna lengua engañosa es la patria.
Ella sirve apenas para que yo celebre mi pobre y grande patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.
(Trad. Nidia Hernández)
He allí una descripción de la patria, radicalmente distanciada del formalismo y la hegemonía tradicional burguesa, sustentada en un territorio y un idioma común, con unos símbolos muertos de una historia sepultada.
En contraste con esa visión pasiva, el poeta cifra la patria “en la tierra blanda y pegajosa donde nací” y a partir de ese acontecimiento insoslayable, que funciona como principio unificador, se agrega todo lo demás.
El poeta va enumerando en claves muy terrenales y ecosistémicas, el proceso dialéctico en el cual las contradicciones marcan el sentido del desarrollo dinámico y contradictorio de la sociedad, es decir, de la patria. Todo lo cual, corresponde a la historia de la lucha de clases y la confrontación permanente entre el bien y el mal.
Christian Farías / Ciudad Valencia