Presentación del libro de Azul Urdaneta en la 19ª Filven Carabobo

 

El Azul Mujer de Boca de Aroa… Hay una alianza que se torna nudo inextricable, pertenencia llena de un honor ardiente, algo que se conoce con los pies descalzos, con las manos que guardan la memoria de los seres amados; una alianza que salta sobre el blanco de la lluvia, que trajina una olla donde se balanceaban las melodías de la abuela, y un camino como una extensión del mar donde un hermano vuela con su risa a ras de la piel como si esta fuese un mar sereno y aquella un pelícano que picotea la compañía y se alimenta de secretos peces de ternura; esa alianza que semeja un cáliz idéntico al amor sucede cuando en un lugar una infancia despliega sus ritos. Y eso es lo que siento cuando leo “Boca de Aroa”, de Azul Urdaneta.

En este poemario están presentes una mudanza y un regreso. La primera nunca se menciona porque recorre todos los poemas y se siente el trajín de sus distancias en la actitud de la escritura; el segundo, el regreso, se efectúa de dos maneras: con el cuerpo y con la escritura que ha lanzado sus redes y se ha traído los trozos más queridos del pasado. Y es que Azul siempre nos refiere a un vínculo o quizás a muchos vínculos; pero debo decir, siguiendo este hilo del discurso, que los lugares nunca regresan y jamás se mudan. Si aquella alianza fue verdadera, fue una marca en el territorio, al igual que lo hacen los animales con el olor que expelen sus glándulas o con el ejercicio de una defensa, es decir, si esa marca se efectuó con y en el cuerpo, con y en el espíritu, entonces el lugar es la conjugación entre una historia y una geografía. Veamos:

 

Arnaldo Jiménez-Azul Urdaneta-Boca de Aroa-Filven Carabobo 2

 

Boca de Aroa

La línea azul desde el río hasta la palma rota
el pie solo es de la arena
yo escribo en silencio en las líneas de la ola
mi poema no dicho el que solo pienso
lleno mis manos de caracoles de comer
de las palabras que aún no escribo
soy pequeña y encandilarse
es la forma primera de la memoria

 

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En el poema anterior existen varias aristas que preciso recorrer: primero, el poema sustituye a aquel que la niña escribió en el cuaderno marino, y si es nuestra voluntad, podemos decir que es el mismo que pensó; segundo, la escritura viene a constituirse en órgano de conquista de un territorio. El ser humano no puede hacer esto último sin acudir a los símbolos, al lenguaje. Azul Urdaneta arroja sus palabras que fungen de peces que buscan una profundidad que solo puede acaecer en el corazón de ella, un risco donde golpean aquellas olas y le dictan sus palabras. Pero cuando se trata de una poeta, el lenguaje cumple la función de territorializarla, es decir, de formarla con la tierra que ella ha conquistado, de forma consciente, porque para muchos lugareños se produce el mismo efecto de una forma tan espontánea que muy pocos cobran conciencia de que esa es una función de vital importancia en cualquier ser humano.

Decía Deleuze que una persona al salir del territorio se desterritorializa, y al entrar se territorializa; no tengo autoridad de pensamiento para negar esto, incluso me parece una verdad sin resquicio de ser debatida; pero, tal vez, al francés le hubiese convenido latinoamericanizar un tanto esas nociones, que remiten, en su caso, a los conceptos de marca y pliegue, lo cual le otorga belleza y elegancia a la filosofía del lugar; me parece que, sin embargo, lo que se pierde es el rito, el rito localiza, delimita, por eso, prefiero decir que la persona se desritualiza, lo cual también deja el espacio para que, a través de una conquista de ese lugar, vuelva a ritualizarse.

 

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Y el poema, en Azul, cumple esa función de ritualizar aun en ausencia de las palabras, o sin haber nacido las mismas. Ritualiza, y la abuela vuelve a ser una continuidad del mar en la cocina, se sostiene y perdura en los caracoles con los que se alimentaban. La última arista que me ofrece “Boca de Aroa”, tiene que ver, precisamente, con la marca, con el trazo de algo en la memoria, y los versos finales lo dicen de manera, por demás, hermosa: soy pequeña / y encandilarse es la forma primera de la memoria. Como vemos, ese sol que hace cerrar los ojos y llevar las manos para taparlo es una marca inalterable en su recuerdo y, además, el inicio de su relación con ese lugar. Y en ese encandilamiento surge el mediodía vivido, la espuma, los tonos de las paredes, las calles despejadas, y quizás la burbuja que el caimán dejaba ver como marca efímera de su presencia.

Una vez más, Azul Urdaneta nos entrega una pequeña piedra que ella pulió desde su infancia, desde un mar que es presencia y palabra; también es un caracol que al acercarlo a nuestros oídos podemos escuchar su voz mezclada al viento de Boca de Aroa.

 

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Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Azul-Boca de Aroa

Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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