Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas: En el elenco del procerato venezolano la figura del general José Antonio Páez deviene como la más polémica y la que mayores debates suscita. Un péndulo que oscila entre las loas al guerrero e indiscutido, héroe cuyo valor y capacidad de combate fueron demostrados sobradamente, y la imagen de némesis a la figura del Libertador Simón Bolívar, por cuya actuación muchos lo consideran traidor al Padre de la Patria y a la obra bolivariana. Quizás, una valoración justa del héroe de las Queseras del Medio deba considerarlo como un personaje múltiple cuyas diversas facetas pueden ser comprendidas a partir de la concepción orteguiana: el hombre en sus circunstancias.

 

El héroe

Páez es un reflejo de Venezuela. En gran medida sus primeros treinta y un años de vida puede considerarse una imagen de lo que es el país: el hombre que con valor, esfuerzo, astucia y sacrificio es capaz de superarse y alcanzar grandes metas. Esto no implica una dimensión teleológica que haya impulsado su actuación hasta convertirlo en héroe y Primer Magistrado de la República; no, Páez es un personaje que se va haciendo a sí mismo en medio de las circunstancias que le toca enfrentar. De allí que resulte útil para su valoración, separar al líder popular, al héroe militar, del político y presidente.

El humilde y trabajador muchacho que desempeña labores de comercio menor, producto de un altercado inesperado, en 1807, debe huir y con el tiempo tomar parte en la guerra, peleando por el bando republicano en el ejército de José Antonio Pulido. Aunque la guerra define la vida de los venezolanos entonces, Páez intenta, en 1813, dejar el ejército. Se le otorga la baja solicitada, pero al poco tiempo se reincorpora al ejército de Pulido tras de rechazar el ofrecimiento del jefe realista Antonio Tíscar de combatir en el bando español.

Su valentía y capacidad de combate le hacen ganar fama y ascenso en los grados militares. Luego del imponente triunfo en Mata de la Miel, el 16 de febrero de 1816, fue ascendido al grado de Teniente Coronel. A los pocos meses, Páez se vio envuelto en una de las intrigas políticas en las que con frecuencia estuvo inmerso y que, según sus palabras, “tuvo marcada influencia en su vida”: Los vacíos institucionales dejados por el colapso de la Primera República fueron la excusa para convocar una reunión de jefes militares en la población de Villa de Arauca (Nueva Granada) de donde surgió un gobierno integrado por Fernando Serrano como presidente, Francisco Javier Yanes como Secretario de Gobierno y Rafael Urdaneta y Manuel Serviez como consejeros. Francisco de Paula Santander fue designado comandante general del ejército.

Las designaciones dejaban a Páez como subordinado de ese “gobierno”. Tuvo lugar, entonces, en la población de Trinidad de Arichuna, en el mes de septiembre, una junta de jefes militares integrada por Juan Antonio Paredes, Fernando Figueredo, José María Carreño, Miguel Antonio Vázquez, Domingo Meza y José Antonio Páez; que no solo desconoció aquél gobierno, sino que otorgó al centauro llanero las funciones de jefe político y militar de los llanos. Era el nacimiento del Páez político.

Pero ese reconocimiento no habría sido posible sin un liderazgo ganado en base a la valentía, capacidad militar, carisma y empatía que definen al llanero, de la que Páez es genuina encarnación. Durante estos años, y hasta 1823, la imagen del guerrero legendario se ira forjando a pulso: por un lado la capacidad militar demostrada en combates como los de El Yagual, Mucuritas y las Queseras del Medio; por el otro la astucia política que va adquiriendo de la que puede ser expresión la subordinación a Bolívar, tras su primer encuentro, en enero de 1818.

 

El político

El triunfo patriota en la batalla de Carabobo, la sobresaliente actuación de Páez y su ascenso en el propio campo de batalla al grado de General en Jefe, determinan su inicio como el jefe máximo de Venezuela y, en consecuencia, némesis a la autoridad del Libertador. El Páez de estos años dominará la escena política venezolana hasta el final de la Guerra Federal, liderizando un proyecto político que no solo se opuso a la integración bolivariana, sino que terminó ensañándose contra el hombre que lo encarnaba: Simón Bolívar.

Y es precisamente en este punto donde nace la controversia en torno Páez, pues las aspiraciones e intereses de los grupos de poder de los que se rodeó, fundamentalmente en Valencia, influyeron en su ruptura no solo con el gobierno de Colombia, sino en una rivalidad con el Libertador.

La concepción liberal de la godarria valenciana alimentó la dimensión federalista del gobierno para privilegiar los intereses de Venezuela frente a la preponderancia de Nueva Granada. Una visión que tomó fuerza con motivo del juicio que intenta llevarse contra Páez, acusándolo de excesos y abusos en el cumplimiento de sus funciones, por los cuales fue destituido de la función de Comandante General del Departamento de Venezuela. Circunstancia que condujo a los hechos conocidos como La Cosiata, en 1826.

Lo que siguió fue una escalada de acontecimientos en la que se mezclaban los intereses de la oligarquía bogotana con los sectores que en Venezuela aspiraban liderizar el proceso político luego de alcanzada la independencia de España. La cúspide de esa secuencia de hechos estuvo representada en el atentado contra la vida del Libertador, el 25 de septiembre de 1828. La concentración en Bolívar de poderes especiales (la dictadura) sería la excusa para la convocatoria a un Congreso Constituyente que terminaría promoviendo la ruptura con Colombia.

Quienes defienden al Páez de estos años, señalan que fueron las circunstancias y los intereses diversos de quienes en Venezuela aupaban la defensa de lo nacional frente a la hegemonía bogotana, las que justificarían su actuación. Sin embargo, el ensañamiento contra la figura del Padre de la Patria, decretando la expulsión de su propio país e instruyendo su arresto si ponía pie en territorio nacional, incluso sugiriendo su ejecución si oponía resistencia, como lo propuso el diputado Ángel Quintero en el Congreso Constituyente de Valencia, en 1830, evidencian el rencor promovido contra el Libertador, que Páez no quiso y no pudo contener.

 

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Este es el debate que envuelve la figura histórica de Páez: la de héroe y traidor, como llegó a calificarlo en algún momento el Maestro Miguel Acosta Saignes. Aunque el centauro llanero intentó reivindicarse años más tarde, permitiendo la repatriación de los resto del Libertador, en 1842. Y que en su autobiografía justifica los hechos de los que hizo parte, la polémica en torno a su figura se mantiene viva hasta hoy.

En gran medida porque la historiografía nacional está centrada, razonablemente, en la figura del Libertador. Al aparecer él como el héroe principal, el Padre de la Patria, la figura de Páez deviene en antihéroe y traidor. Por eso cualquier valoración histórica del taita llanero, debe realizarse diferenciando al héroe militar del político y Primer Magistrado de la República.

 

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"La Campaña de Oriente de 1813", por Ángel Omar García

Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

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