Amigas y amigos constructores de sueños, forjadores de esperanzas. Durante mucho tiempo se ha querido ver a la llamada Carta de Jamaica, escrita por el Libertador Simón Bolívar el 6 de septiembre de 1815, como un documento profético en el que su autor avizoraba el fatídico porvenir que deparaba a los pueblos el continente que se había revelado contra el dominio español, a partir de la contingencia desatada tras la invasión francesa a España, en 1808; si no se unían en función de sus intereses y daban pasos firmes en la conformación de sistemas políticos republicanos.

Esta concepción profética, que pretende hacer de Bolívar una especie de  Nostradamus de su tiempo, no solo le resta méritos al documento y a su autor, sino que impide verlo en su contexto histórico y dimensionar la significación del análisis allí realizado.

 

El hombre y sus circunstancias

Si una frase puede sintetizar el drama humano, político, personal y económico en el que se hallaba Bolívar para el año de 1815, es la que le asigna por el Maestro Miguel Acosta Saignes: “El hombre de las dificultades”. Porque el Bolívar que se empeña en responder la indagatoria formulada por el comerciante inglés, es un personaje que, para ese momento, no las tenía todas consigo.

En primer lugar era un general derrotado. El gobierno que había restituido tras su entrada triunfal en Caracas en la llamada Campaña Admirable del año de 1813, al poco más de un año, sucumbía a manos de las huestes de Boves. Por esa misma razón era un personaje cuestionado en su liderazgo.

Un grupo de generales patriotas, fundamentalmente los orientales: Mariño, Bermúdez, Piar, entre otros; en ese momento con mejores y mayores laureles militares, pretendían desconocer su autoridad y sucederlo en la conducción política y militar del proceso independentista.

Sobre ellos el Libertador no tenía mayor autoridad que la otorgada por el Congreso de Nueva Granada que lo había investido de la condición jefe del ejército con el que invadió a Venezuela en 1813.

 

Económicamente y pese a la gran fortuna que poseía, esos meses fueron de profundas precariedades, agudizadas por la imposibilidad de disponer de sus bienes. Y en el plano personal era un hombre contrariado por la adversidad, por lo difícil del momento que vivía y por la imposibilidad de concretar apoyos políticos y militares que avizoraran un futuro más promisorio en la lucha por la independencia de Venezuela.

Ese es el drama humano del personaje que escribe la famosa contestación a Henry Cullen. Pero, Contrariamente a lo que podía indicar el cuadro personal descrito, lo que encontramos en el documento es un análisis realista, realizado por un político, es decir, por un guerrero, en el que realiza un análisis de los retos y perspectivas de los pueblos del continente en el contexto de la lucha por su independencia.

 

Ni profeta ni visionario

Apreciar la llamada Carta de Jamaica como un documento profético es negarle todo su valor político e intelectual. En primer, lugar el Bolívar que allí se expresa demuestra una profunda agudeza política, es un hombre que, pese a las dificultades, producto de las distancias y las comunicaciones, tenía un conocimiento bastante completo de la situación política, social y militar de los pueblos que luchaban contra el yugo español.

Por esa razón se atrevió a cuestionar la adopción de sistemas monárquicos como alternativa política para estos pueblos. De igual forma cuestionaba el sistema federal de gobierno, que resultaba inconveniente en medio de esa coyuntura histórica.

 

Respecto de la integración continental, Bolívar formuló una propuesta en la que fue coherente: la independencia encontraría mayores posibilidades de éxito y continuidad en el tiempo, en la medida en que se avanzara en la unión política de estos pueblos. Por eso se atrevió a proponer la conformación de una gran nación que pudiera tener al ismo de Panamá como capital. Ese planteamiento integracionista fue reiterado en el discurso ante al Congreso de Angostura al plantear la creación de Colombia mediante la unión de Venezuela, Nueva Granada y Ecuador. Y posteriormente, en la convocatoria para reunir al Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826.

 

Esa perspectiva de análisis no hace de Bolívar un profeta, sino un guerrero que analizaba el escenario geopolítico del momento, promoviendo una integración que procuraba garantizar la independencia no solo de España, sino frente al imperio Británico y a la vorágine expansionista de los Estados Unidos.

Que hoy ese planteamiento integracionista encuentre plena vigencia no hace de Bolívar un profeta, más bien demuestra lo poco que se ha avanzado en un camino que parece ser vital (la integración continental) para el logro de objetivos comunes.

 

Por otra parte resulta interesante advertir que el Bolívar que allí se expresa es un vocero del mantuanaje criollo. Es un hombre impregnado de las ideas y visiones de su clase social. Afirmar que España los había privado hasta de “la tiranía activa y doméstica” ayuda a comprender el conflicto latente con la corona española por la imposibilidad del mantuanaje de ocupar puestos de dirección política.

 

Vigencia histórica

Lo planteado por Bolívar en la Carta de Jamaica encuentra plena vigencia en la coyuntura histórica del siglo XXI, no como un documento profético, sino en la necesidad de alcanzar procesos de integración que favorezcan a nuestros pueblos.

En medio de una dinámica geopolítica que avanza con paso firme hacia el nacimiento de un mundo multicéntrico y pluripolar, los planteamientos esbozados en la Carta de Jamaica adquieren plena vigencia y señalan los retos que debemos transitar.

Una primera experiencia, bastante exitosa, estuvo representada en UNASUR, instancia que en su momento hizo valer los intereses de la región asegurando la paz luego del ataque a territorio ecuatoriano por parte del ejército de Colombia, y garantizando el respecto a los procesos democráticos, derrotando los intentos de golpe de estado contra Evo Morales en 2008 y Rafael Corre en 2010. Esa experiencia fue transitoriamente derrotada.

Pero quizás la restauración de gobiernos progresistas en la región, haga posible retomar e impulsar los principios de integración continental plasmados en la Carta de Jamaica.

 

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