Nuestro idioma posee un número impresionante de palabras para designar a la persona que ha perdido la razón: demente, orate, alterado y quién sabe cuántas más. Pero indudablemente la más usual es loco, que de paso sirve también para referirse a aquel que no ha sufrido esta terrible desgracia, sino al que es simplemente atolondrado, imprudente o de poco juicio.
En Venezuela, cuando llamamos a una persona “el loco Fulano”, por lo regular se trata de alguien a quien aplicamos ese calificativo más por cariño que por otra cosa y que se distingue por su carácter alegre y sus salidas poco comunes. Cuando queremos decir que esa persona no anda bien de la cabeza, en vez de llamarlo directamente loco recurrimos a expresiones humorísticas como “tiene comején en el tejado”, “le patina el coco” o “está de echarle de comer aparte”.
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La etimología de la palabra loco es un asunto bastante problemático: su origen es incierto, aunque bien pudiera venir de la voz árabe lau plural de aluaq “tonto, Zoco”. Por su parte la Real Academia le atribuye un origen que cuando menos se puede calificar de curioso, por no decir extraño: según su Diccionario proviene del griego glaukós, “de ojos grises o brillantes”.
Mientras averiguamos cuál puede ser la relación entre la locura y el color de los ojos, dejemos las cosas por aquí, porque en verdad es probable que si insistimos en dar con el verdadero origen de la palabra loco, paremos en eso mismo.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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