Feminismo
María Alejandra Rendón, autora de la columna Nos (Otras)

Masculinidad anti-patriarcal… Pareciera que está de más formular que, más allá de la consigna, el feminismo es praxis. Siendo un vértice esencial y definitorio en el desarrollo de la política actual. Hoy la realidad plantea o traduce que de la consigna hueca al hecho militante de construirlo, el trecho es largo, más largo de lo que alcanzaríamos a admitir.

Sí, aunque se trata de cinco mil años de vigencia, es menester que la vanguardia política asuma con vigor y coherencia esa bandera y no sólo se use para encubrir sus acciones, tanto colectivas como individuales, tanto privadas como públicas y, como si no fuera suficiente, y sin tener siquiera una aproximación tangencial a la herencia teórica y los preceptos más elementales del feminismo que lleva más de un siglo de acumulación y consolidación argumentativa, deseen despachar el tema expresando que las mujeres ahora pueden ser ministras, que ellos no son violentos, que a veces friegan los platos y que los parió una mujer. Lo último es lo más repetido y a veces toca recordarles que a los misóginos no los parió una danta, sí, a veces toca explicar eso por absurdo que parezca.

En este punto, la equidad no  se trata  únicamente de la paridad y de decir que “somos feministas”, sino de  erradicar las prácticas misóginas, sexistas, desiguales y violentas en el seno de cada espacio. Si fuera por lo declarativo, se supondría que el feminismo es un despropósito y que ya ha sido consolidado como modelo de justicia, pues muy pocos, tanto hombres como mujeres, admiten ser machistas.

Partamos de que  el «Machismo» es un pacto interclasista entre varones, es decir, es una forma de opresión ejercida y sostenida por hombres de todas la clases sociales y aunque es reproducida por la sociedad toda (hombres y mujeres), sólo éste goza de las ventajas que derivan de esta asimetría social, que para lamento de todos y todas, se nos hace ver como algo natural, a través  todos los aparatos de reproducción ideológica; donde la mujer (la mitad de la población) termina siendo «La proletaria del proletario» y ,a su vez, parte de esa gran masa (dos tercios de la población), que es despojada de la posibilidad de emanciparse, dado la dominación de un sistema que opera desde lo económico-político-cultural, con el objetivo de sostener una diferencia que permita, a un minúsculo sector, acumular riquezas a expensas del trabajo enajenado del resto, pero en ese resto, como ya dije, la mujer es explotada el doble o el triple, e incluso, ya hoy se le suman más cargas de las que tradicionalmente se concebían. A esto adicionan las variadas cargas culturales que las someten a prácticas inhumanas y que resultan abyectas, y no obstante, se ocultan bajo el velo de «tradiciones».

Sin embargo, tal opresión termina oprimiendo tanto a hombres como mujeres, en tanto el ejercicio de los roles estructurados por la lógica patriarcal no nos permite «Ser» fuera de este arquetipo que desde que nos asimila nos priva de decidir sobre nuestras vidas, cuerpos, etc. sin que medien los juicios que la sociedad tiene preparados para defenderlos y dirigirlos con vigor sobre quienes decidamos actuar bajo otro paradigma que no sea el patriarcal.

El hombre (que ostenta el dominio, la aventura, el mundo público, la decisión, la propiedad, la rudeza, el honor y demás cualidades que le atribuye el patriarcado) se deshace de un territorio humano, donde la vulnerabilidad, la sensibilidad, la ternura, la alteridad, y demás rasgos inherentes a la razón y fisiología humanas, son sinónimos de debilidad, feminidad, impotencia, homosexualidad, blandenguería etc.  Signos que son rechazados por ese «pacto del varón», que además se acompaña con un “ego colectivo” que ningún varón, bajo esa lógica, puede alterar, sin pasar por la alcabala de la VERGÜENZA y hasta el ridículo. De esta manera el machismo es también una forma de privación para la otra mitad de la población (los hombres).

Y es que a nuestros propios compañeros de filas les ha costado fundar una praxis coherente con un proyecto político que proclama la abolición definitiva de todas las formas de opresión, sin que sobreviva el patriarcado como la más antigua y cruel, pero sobre todo la más difícil de erradicar dada su “naturalización” y el sigiloso carácter con el que opera dentro de todos los espacios, tanto públicos como privados.

Es por ello que es necesario abrir el compás del debate y dirigir la discusión sobre la incursión necesaria de los hombres y mujeres en la ambiciosa agenda  para la despatriarcalización de la sociedad. Partir, pues, de que es una lucha en conjunto y urgente, pero además no apela únicamente al orden discursivo, sino a cómo construimos -en la praxis- ese nuevo perfil.

 

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Es común ver a muchos compañeros nombrar al feminismo y creerse  haber cumplido con dicha causa, más común es que todavía siga siendo un tema de orden secundario, sin contar con la fuerte resistencia que una parte alienada de la dirigencia y la sociedad  ejerce contra las demandas contenidas en la agenda de las mujeres y las enérgicas acciones  en favor de concretarla.

Quiero traer para finalizar una reflexión del amigo Eleuterio Coraspe hace unos años:

Yo he conocido, como observador, varios momentos de los feminismos dentro del chavismo. Y creo que además de los limites que se le imponen exteriormente, que no son pocos, y que son impuestos con una terrorífica demostración de fuerza. Hay que reconocer, que además existen unos límites propios, internos a casi todos los feminismos chavistas. Todos esos límites tienen que ver con herencias que hay que desechar rápido, para garantizar el avance de una política enmarcada en la lucha de las mujeres pobres y de las y los y les jodidas. Pongo dos herencias: la práctica política eurocéntrica, jerárquica y doctrinaria, moderna, leninista de la militancia de izquierda latinoamericana, la otra es la racionalidad patriarcal de colonizar o conquistar. La primera herencia es la responsable de comenzar una lógica de control jerárquico sobre los elementos teóricos del feminismo que terminan por centrar el peo de la emancipación en el territorio de logos y no del cuerpo, con tácticas de lucha masculinas y estrategias definitivamente patriarcales. La otra herencia es por el ejercicio de la dogmatizacion o la exclusión, el juego del macho de la competencia, la conquista y la hegemonía por la fuerza… Así sea por la fuerza de los argumentos.

 

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María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.

PREMIOS

Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.

PUBLICACIONES

Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).

 

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