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1.- La paz en unión nacional

Así como Carlos Marx, en sus estudios, análisis e investigaciones, llegó a la conclusión sociológica y política de que “La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las luchas de clases”; igualmente, podemos decir que la historia de los últimos 200 años de América Latina y el Caribe es la historia de las luchas de clases, por la soberanía, la paz y el bienestar de nuestras repúblicas.

Históricamente, la magna y gloriosa independencia suramericana, alcanzada bajo el mando supremo del Padre Libertador Simón Bolívar, no pudo sostenerse ni consolidarse después de su muerte.

Sobrevinieron las divisiones, mezquindades, apetencias y desviaciones históricas. Se descarriló el rumbo independentista y finalmente se impuso el naciente imperio norteamericano y su nefasta doctrina Monroe, cuyo sello de garantía: “América para los americanos”, logró imponerse y sigue siendo aún la referencia hegemónica en buena parte de países latinoamericanos y caribeños.

En síntesis, la historia de los ya superados 500 años de vínculos raciales, sociales, políticos, militares, culturales y religiosos entre la vieja Europa y la naciente América, ha sido y es la misma historia de la lucha de clases en todo el planeta Tierra.

“Tierra y hombres libres”, fue el grito estratégico de nuestro gran General Ezequiel Zamora en sus batallas contra la esclavitud y el latifundismo, después de la Independencia lograda bajo el mando de Simón Bolívar.

Durante los 500 años del vínculo del Nuevo Mundo con la vieja Europa, nunca ha habido paz estable y duradera, ni los pueblos de este continente han tenido la oportunidad de construir sus propios modos y destinos de vida colectiva en sana paz y sin el dominio económico, político y militar de la cultura eurocéntrica, ni subordinación a la doctrina Monroe, ni las intervenciones del Pentágono,

Hace 500 años, los conquistadores europeos nos impusieron un arsenal de armas avanzadas para la época: cañones, arcabuces, ballestas, espadas, alabardas, picas, lanzas, dagas, perros de ataque y otras; en contraste con las flechas y arcos que usaban nuestros indígenas para cazar animales, comer y reponer sus fuerzas físicas, así como su dignidad, su valentía y arrojo para morir en el combate o huir hacia el mar Caribe y ahogarse; pero libres, no como esclavos.

El exterminio de nuestros indígenas obligó a los conquistadores invasores a traer población negra de África como esclavos o animales de carga, en virtud de sus fuerzas físicas y capacidad de resistencia corporal. De esa tragedia histórica surgieron muchos y grandes guerreros; indígenas como Guaicaipuro y negros como José Leonardo Chirino.

Luego surgió la generación de los libertadores, encabezada por el joven Simón Bolívar. Asumieron la responsabilidad de ponerse a la vanguardia de la gran gesta heroica y liberadora, que dio nacimiento a la República de Venezuela.

Siguieron las pugnas por el poder económico feudal y comercial interno. Los grandes terratenientes contra los esclavos, los siervos y los patriotas. En ese contexto emerge el gran líder y estratega militar Ezequiel Zamora, encabezando lo que fue la Guerra Federal. Derrotó a los godos, enemigos del pueblo y honró su grito guerrero de “Tierras y hombres libres”, para reconstruir la patria con base en la herencia de la doctrina bolivariana.

Pero, el manto de la traición activó sus balas y Zamora muere asesinado prematuramente. Se pierde así, la esperanza de la libertad, la soberanía y el bienestar del pueblo, tal como se perdió la Independencia bolivariana.

Ese objetivo histórico de “Tierras y hombres libres”, formulado por la conciencia libertaria de Zamora, aún no lo hemos logrado. Sigue siendo una cuenta pendiente para las futuras generaciones de hombres y mujeres libres.

A partir del siglo XX, se acabaron las guerras cruentas y se impusieron dos modelos de dominación serviles al ya consolidado imperio norteamericano: la dictadura militar (desde Gómez hasta Pérez Jiménez) y la dictadura partidista de AD y COPEI (desde Betancourt en 1959 hasta Caldera 1999), controlados por EEUU y subordinados totalmente a la doctrina Monroe.

En ese contexto, resurgió la misma guerra de los siglos pasados; pero, esta vez bajo la orientación de la doctrina de Marx y Lenin. La izquierda heroica y marxista, asumió la guerra de guerrillas, siguiendo el modelo victorioso de los guerrilleros de Cuba encabezados por los comandantes Fidel Castro, el Ché Guevara y Camilo Cienfuegos.

El movimiento guerrillero de Venezuela, así como otros de Nuestra América, con sus héroes a toda prueba, no pudo derrotar al puntofijismo monroísta y lamentablemente, resultó derrotado en su aventura, más iluminada por el heroísmo y la inquebrantable dignidad, que por la racionalidad política y el arte de la guerra.

El comandante Hugo Chávez, sacó del olvido toda esa riqueza histórica de nuestra mejor tradición de lucha y la incorporó en la construcción estratégica del actual proyecto bolivariano, puesto en marcha desde su elección presidencial en diciembre de 1998 sustentado en la paz, como condición primaria e indestructible.

De esa manera, la Doctrina liberadora de Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, quedan cohesionadas en un solo proyecto teórico-práctico, dialéctico, sistémico, crítico y complejo, puesto en marcha por el comandante Chávez de la mano con el pueblo, construyendo el Poder Popular.

Efectivamente, el Libro Azul, la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela y El Plan de la Patria son las tres fuentes primarias y fundamentales, claras y precisas como la luna llena, para preservar la paz con base en su obligatorio cumplimiento y por encima de todas las circunstancias adversas que se nos presenten, como en efecto se han presentado, durante todo este periodo de 2013-2023, bajo la sabia e inteligente conducción del presidente Nicolás Maduro.

La patria venezolana reencontró junto con Chávez, y ha fortalecido con Nicolás Maduro, su propio destino de Paz, de Soberanía y de Bienestar Social. Hemos enfrentado y derrotado todos los ataques criminales del enemigo imperialista y sus lacayos, que sí necesitan e insisten en imponernos la guerra.

Nuestro padre cantor, Alí Primera, nos recuerda siempre con su canto que “la patria es el hombre” y el hombre se une, resiste, batalla y obtiene las victorias, fortalece la vida política, social, moral, ética y estética de la patria, de la comunidad y su familia para preservar la vida en sana paz.

Las batallas que hemos librado victoriosamente, en el contexto de la guerra multiforme y multidimensional, puesta en marcha para destruirnos, nos han fortalecido como pueblo digno y valiente; y como nación libre y soberana, forjando su propio destino de paz, soberanía y bienestar social.

Hoy, hemos logrado consolidar la paz de nuestra nación, en un contexto adverso, de asedio y guerras multiformes, controlado por Estados Unidos contra Nuestra América Latina y Caribeña. Está demostrado con creces, que las guerras destruyen a los pueblos y naciones para que sigan reinando los imperios ladrones, criminales y saqueadores, como lo es el imperio decadente de U.S.A.

 

2.- La soberanía la deciden y defienden los pueblos

Sin soberanía no hay libertad ni progreso; sino esclavitud, opresión y estancamiento, así lo indica la historia universal del pasado y la historia del presente. Los ricos son los soberanos y los pobres son los esclavos, esa ha sido la dicotomía fatal de las civilizaciones del pasado que han heredado las civilizaciones de la modernidad eurocéntrica y han perdurado multiplicando sus alcances.

En ese contexto, en Venezuela y demás naciones de la América Latina y el Caribe, hemos tenido que asumir permanentemente la lucha para construir, defender y preservar nuestra soberanía nacional, para ejercer nuestra independencia ante el concierto de todas las naciones del mundo.

El elemento central y definitorio de la soberanía abarca, en primer lugar, el espacio territorial de la nación, razón por la cual, desde los primeros tiempos de la historia humana y universal, existen los llamados límites territoriales entre una nación y las otras que las rodean.

Luego, con el avance civilizatorio, tecnológico, informático y comunicacional, la soberanía abarca el espacio territorial, marítimo y aéreo; pero también, la vida política, económica, social, cultural, religiosa, científica, pacífica o guerrera, de los pueblos y naciones, asediados por la sed de guerra imperialista de Estados Unidos.

Este proceso ha sido tan persistente y duradero que ya el mundo lleva siglos en esas tensiones entre la paz y la guerra; las luchas por la soberanía, desde los remotos y primitivos imperios de Europa y Asia, hasta las controversias fronterizas en Nuestra América, como el caso de Venezuela y la Guyana inglesa, la cual se ha convertido en una amenaza inusual contra la soberanía estratégica territorial, minera y económica de nuestro país.

Frente a ese grave problema, nuestro presidente Nicolás Maduro ha dado un paso y una demostración táctica y estratégica de gran envergadura militar y grandeza política, con efectos sorprendentes como la capacidad militar exhibida y luego la respuesta inmediata y contundente a la supuesta amenaza de la vieja Inglaterra; que se atrevió torpemente a incursionar en nuestras aguas marinas en la desembocadura de nuestro Esequibo.

Por otro lado, en el tema vital y estratégico de nuestra soberanía económica, productiva y con tecnología propia, hemos dado una gran batalla contra la hegemonía económica norteamericana, que se nos impuso a lo largo de todo el siglo XX.

Gracias a la visión estratégica y acertada del presidente Nicolás Maduro, hoy estamos en un proceso inédito de construcción de un nuevo modelo de desarrollo económico independiente, soberano y autosuficiente.

La hegemonía yanki sobre nuestra economía y la vida política, militar y socio-cultural de nuestro país, se impuso durante todo el siglo XX. Desde la época inicial con el gomecismo “modernizador” hasta la última década con la “democracia puntofijista” del bipartidismo adeco-copeyano del pacto de Nueva York que se selló con Estados Unidos y a espaldas de nuestro pueblo en el año 1958 y se acabó en 1999, cuando el comandante Chávez asume la presidencia de la Republica.

Hoy, tenemos un extraordinario presidente y estadista de gran valía para seguir recuperando y reconstruyendo el legado original de Chávez y la fuerza irreductible del protagonismo histórico del pueblo venezolano, convertido ahora en el Sujeto Histórico del proceso revolucionario bolivariano.

Hoy, podemos decir con absoluta certeza, que la Paz de la República está plenamente sustentada y garantizada por la Soberanía que ejerce el pueblo venezolano junto al liderazgo del presidente Nicolas Maduro.

La paz que hoy tenemos no es la paz de los muertos, asesinados o desaparecidos; de los pobres y marginales del campo y la ciudad con los niños y niñas llenos de lombrices, sin atención médica, ni acceso a la educación, al deporte, la cultura y las artes, de la época del puntofiijismo adeco-copeyano, la burguesía apátrida y la hegemonía yanki.

La paz de hoy es la que el pueblo necesita y construye día a día para derrotar la estrategia norteamericana de imponernos la guerra civil, la autodestrucción de nuestro país, sumergido en el caos y la catástrofe del hambre, las enfermedades, la falta de educación y servicios públicos, la escasez de todo, el desamparo total y la derrota definitiva del proyecto revolucionario bolivariano.

Nuestra paz bolivariana, está sustentada en la soberanía del pueblo para elegir sus gobernantes por la vía del voto universal, directo y secreto. La paz para desarrollar nuestra agricultura, nuestras industrias, nuestro comercio, nuestros servicios públicos y todo el sistema constitucional que consagra y garantiza el desarrollo pleno del estado de bienestar social del pueblo venezolano, tal como lo establece nuestra CRBV.

 

3.- La recuperación del estado de bienestar social

La revisión crítica y autocrítica del momento histórico que estamos viviendo en Venezuela, nos indica de manera lógica, dialéctica, crítica, sistémica y compleja que estamos en un tiempo de verdadera revolución social, cultural, científica, política, religiosa y socio-comunitaria; sin necesidad de recurrir a la lucha armada, ni a ninguna forma de lucha violenta que nos conduzca a la guerra.

Ya las fuerzas de la oposición apátrida, controladas por Estados Unidos, incursionaron en la frustrada aventura de la guerra civil durante el periodo 2016-2018. El resultado fue catastrófico para ellos y una dura prueba para todo nuestro pueblo que sabiamente los derrotó.

Estados Unidos orientó y quiso poner en marcha toda su estrategia de destrucción económica, social e institucional de nuestro país, para desprestigiar el proceso bolivariano y posicionar mediáticamente una imagen dictatorial y criminal de nuestro presidente Nicolás Maduro.

El resultado de esa escalada destructiva, criminal y golpista, fue catastrófico para la oposición, porque ocurrió todo lo contrario a lo esperado por ellos, que no era otra cosa sino sacar a Maduro de Miraflores y montar ellos un gobierno apátrida, totalmente dominado y controlado por Washintong. Esa es la verdad histórica.

El tiempo transcurrido indica que esa oposición quedó totalmente autodestruida en lo político, lo organizativo, lo moral y lo ético. Perdió toda credibilidad, respeto y aceptación. En fin, se hundió en su propio barco que les regaló la Casa Blanca.

De nuestro lado,  el presidente Nicolás se reafirmó y consolidó como el nuevo jefe, líder o dirigente máximo del proceso revolucionario bolivariano y del Poder Popular convertido en el nuevo Sujeto Histórico del proceso revolucionario de la República Bolivariana de Venezuela.

El resultado de todo ese proceso intensamente dinámico, revelador, luminoso y lleno de esperanzas firmes y heroicas, convierten a Nicolás Maduro en el nuevo líder indestructible y conductor de victorias, legitimado por el pueblo bolivariano en su rol de Sujeto histórico del proceso revolucionario bolivariano.

 

Para cerrar este artículo, quiero puntualizar dos cosas fundamentales:

1.- El pueblo chavista que derrotó todo ese plan insurreccional, desestabilizador y destructivo de la oposición del 2016-2018 es el mismo pueblo que salió a la calle a reclamar la libertad del presidente Hugo Chávez el día 13 de abril de 2002. Se posicionó del palacio de Miraflores y el dictadorcito Carmona Estanga y su banda salieron corriendo del palacio presidencial.

Estas dos acciones heroicas de nuestro pueblo, tienen un extraordinario valor histórico, porque demostraron la consagración definitiva y firme de la existencia real y concreta del nuevo Sujeto Histórico e indestructible de la República Bolivariana de Venezuela: El pueblo en unidad cívico-militar-policial-religiosa.

2.- El presidente Nicolás Maduro, en su condición de principal dirigente de ese Sujeto Histórico, supo poner en marcha una estrategia de recuperación y construcción económica integral del país con base en los 18 motores para el desarrollo de la nueva Venezuela libre y soberana, hasta ser un país potencia y auto sustentable en lo económico, la tecnología, el bienestar social, el desarrollo cultural, la calidad y eficiencia política y militar.

Con base en esa realidad, el presidente ha anunciado que éste será el año de la recuperación total del estado de bienestar social de todo nuestro pueblo con base en la recuperación económica productiva: agrícola, pecuaria y pesquera, industrial y comercial, servicios y emprendimientos, importación necesaria y exportación petrolera, minera, agrícola e industrial.

He allí la ruta a seguir en Unidad, Lucha, Batalla y Victorias, como lo hizo Hugo Chávez: juntos con el pueblo, por el pueblo y para el pueblo, como también  lo viene haciendo nuestro presidente Nicolás Maduro.

 

Christian Farías (La Ventana Dialéctica) / Ciudad Valencia