Poética de la canción de cuna… Con la cultura de la adustez adulta, la prisa y el consumismo, se nos olvida oír y cantar melodías que nos propicien soñar con la Arcadia de la infancia.

Las canciones de cuna son patrimonio poético de la humanidad. El himno nacional de Venezuela es canto libertario al son de una melodía y una cadencia del arrullo maternal, cuya esencia se nos ha perdido en el desmadre de la república.

En casa, mamá nos arrullaba en el sueño y la vigilia con Una casa portuguesa con certeza / Con certeza una casa portuguesa, canto popular que integró el repertorio fadista de Amalia Rodrigues.

 

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Amalia Rodrigues, la más grande fadista portuguesa.

 

Las coplas de Manrique homenajean y vigilan el sueño eterno de su padre, ello en el rumor dulce de ríos que se funden en la mar serena.

El poema «Nanas de la cebolla» de Miguel Hernandez, canción de cuna en la voz del padre que, muy a pesar del hambre de madre e hijo, se hace de una leche nutricia-poética-indómita pues reza: Vuela niño en la doble / luna del pecho.

En la novela «Mrs Caldwell habla con su hijo» de Cela, tenemos una madre componiendo la suya propia para el hijo muerto, entre la ternura y el desvarío incestuoso.

El film de los Taviani «Las noches de San Lorenzo» (o de las estrellas fugaces), es una sinfonía audiovisual donde la madre le cuenta con ojos de niña a su crío, su captación lírica de la resistencia en la segunda guerra mundial.

 

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El poeta español Miguel Hernádez y sus nanas de la cebolla…

 

En la música popular, Peter Gabriel (Washing of the water), Billy Joel (Lullabye), Serrat (Nanas de la cebolla) y Chico Buarque (Acalanto) le ofrecen al mundo sus muy sentidas canciones de cuna.

Por qué no deponemos el maltrato a la mujer y, mejor aún, el feminicidio, reencontrándonos con la voz materna que nos ama desde la gestación?

Valga este ensayo de agradecimiento a estas hacedoras fabulosas de vida, de las que he aprendido el estado de gracia afectivo que hoy me envuelve en la ternura.

 

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Mi abrazo solidario y cariñoso para las magníficas matriarcas que conozco, entre ellas Marichina Garcia Herrero, María Alejandra Rendón Infante, Lilian Silva G., Laura Antillano, Niddy Calderón Plaza, Orimar Meneses, Ingrid Chicote, Myriam Oliveros, Natasha Isabel, Ania Alvarado, mi sobrina Dayana Katiuska Doglia Marin, Marisol Pradas, Mayolis Tarazona, Ximena Benitez, Sol Linares, Sherline Chirinos Loaiza, Wafi Salih, Igignarflexya Pérez, amigas tocadas por la más rotunda poesía que pueda cantarse.

Para todas ellas, las que aquí nombré y las que si no permanecen también en mi corazón, esta pieza bella de Chico Buarque, Acalanto, Duerme mi pequeña / no vale la pena despertar. / Voy a salir por ahí / tras la aurora más serena.

 

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC