“Violencia psicológica” por María Alejandra Rendón Infante

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María Alejandra Rendón, autora de la columna Nos (Otras)

La violencia psicológica es una forma de agresión que se caracteriza por el uso de palabras, gestos, actitudes o comportamientos que tienen como objetivo dañar la autoestima, la confianza o el bienestar emocional de otra persona. La violencia psicológica puede manifestarse en diferentes ámbitos, como la familia, la pareja, el trabajo, la escuela o la sociedad.

La violencia psicológica puede tener consecuencias negativas para la salud mental y física de las víctimas, como depresión, ansiedad, estrés, aislamiento, baja autoestima, problemas de sueño o alimentación, entre otras. La violencia psicológica es un problema social que requiere de la prevención, la detección y la intervención adecuadas para evitar que se perpetúe y se agrave.

Es una forma de agresión que puede causar graves daños a la salud mental y emocional de las personas que la sufren. Algunas de las consecuencias de la violencia psicológica son:

– Baja autoestima: las víctimas de violencia psicológica suelen sentirse inseguras, inferiores, culpables y sin valor. Esto afecta a su confianza en sí mismas y a su capacidad para tomar decisiones y defender sus derechos.

– Depresión y ansiedad: el estrés crónico, el miedo, la tristeza y la frustración que genera la violencia psicológica pueden provocar trastornos depresivos y ansiosos, que pueden requerir tratamiento profesional. Estos trastornos pueden afectar a la calidad de vida, el rendimiento laboral, las relaciones sociales y la salud física de las víctimas.

– Aislamiento social: las víctimas de violencia psicológica pueden sentirse incomprendidas, avergonzadas o culpables por su situación, lo que les lleva a alejarse de sus familiares y amigos. Además, el agresor puede intentar controlar o limitar sus contactos con otras personas, para aumentar su dependencia y aislamiento.

– Trauma psicológico: la exposición prolongada o repetida a la violencia psicológica puede generar un trauma psicológico, que se caracteriza por síntomas como pesadillas, flashbacks, hipervigilancia, evitación, irritabilidad o dificultad para concentrarse. El trauma psicológico puede interferir con el funcionamiento normal de la persona y requerir una intervención especializada.

– Suicidio: en los casos más graves, la violencia psicológica puede llevar a la víctima a perder toda esperanza y sentido de la vida, lo que puede conducir a pensamientos o intentos suicidas. El suicidio es una consecuencia extrema y trágica de la violencia psicológica, que se puede prevenir con una adecuada detección y atención.

La perpetración de la violencia psicológica que, por lo general, es la que da origen a formas más profundas de violencia, genera, después de todo, un estado de confusión debido a que hay un mal manejo de las situaciones y dificultad para asumir las responsabilidades individuales de las partes involucradas en la misma. En otras palabras, mientras existan sistemáticos esfuerzos por externalizar la culpa, aquella parte que esté más vulnerable a los mecanismos de sujeción y, por lo tanto, sea más dependiente, tratará de asumir la responsabilidad para preservar el vínculo.

La violencia psicológica tiene distintas maneras de manifestarse; las más evidentes por medio de ofensas, chantaje y amenazas constantes. Son más frecuentes en aquellos vínculos en los que ya está establecida una jerarquía y donde, por ende, existe una relación completamente desigual. Es una violencia basada en el miedo y que podemos llevar a cabo o recibirla inconscientemente. Pero existen violencias psicológicas más sutiles y que son llevadas a cabo por medio de la victimización, la anulación de los intereses de los demás, así como las actitudes evasivas: silencio, frialdad y distancia, formas más comunes para manipular y hacer sentir culpable al otro; formas de castigo que si no son detectadas como lo que son, generan un caldo de cultivo para violencias más visibles, profundas y aniquiladoras para la autoestima de quienes la padecen.

Cuando la resolución de un conflicto sólo reserva espacio para la repartición de señalamientos y no persigue el tratamiento justo  en el que las demandas de todas las partes sean tomadas en cuenta o escuchadas, se produce en consecuencia una solución parcial y momentánea que da origen a un conflicto posterior y más profundo.

En al caso de las violencias hacia las mujeres, encontramos que casi todas las formas de violencia vienen de la mano o se desarrollan a partir de la violencia psicológica, la cual puede ser definida como cualquier acto u omisión que dañe la estabilidad psicológica: negligencia, abandono, descuido reiterado, celotipia, insultos, humillaciones, devaluación, marginación, indiferencia, infidelidad, comparaciones destructivas, rechazo, restricción a la autodeterminación y amenazas, las cuales conllevan a la víctima a la depresión, al aislamiento, a la devaluación de su autoestima e incluso al suicidio.

A pesar de que las más visibles son las que reciben el rechazo y la condena de la sociedad, no hay que pasar por alto el impacto negativo y la capacidad destructiva de la violencia psicológica, dado que su normalización hace que desestimemos su incidencia, pero, además, es el elemento que permite sea reproducida en muchos espacios sin ser detectada como tal.  Cabe destacar que es la más difícil de superar.

Una de las modalidades más comunes de esta violencia es el acoso afectivo, una conducta de dependencia en la que la persona acosadora depende emocionalmente de su víctima hasta el punto de impedirle independencia alguna, invadiendo constantemente la intimidad, la tranquilidad y el tiempo para la realización de sus tareas o actividades.

También existe la manipulación mental, la cual incluyen amenazas y críticas que generan miedo, culpa o vergüenza y buscan llevar a la persona víctima hacia donde desea la persona que la manipula.

Otra de las modalidades es la agresión insospechada, la persona agresora disfraza de atención, de buenas intenciones y de buenos deseos, el control de la autonomía y libertad de la persona. Lo que genera que la persona “protegida” no pueda crecer e independizarse.

 

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La violencia psicológica es más difícil de demostrar que la violencia física, porque las huellas que quedan no son visibles. Estas situaciones hacen que la persona viva una pérdida de su dignidad, seguridad y confianza en sí misma y en las personas que la rodean; termina creyendo lo que le dice la persona que ejerce la violencia, sintiendo culpa y cediendo cada vez más, convencida de que no recibir la violencia depende únicamente de evitar comportamientos y cumplir con las exigencias de otra persona.

Quienes conviven con niños, niñas y adolescentes deben tener en cuenta que cuando se instala en los hogares una dinámica de este tipo serán copiadas cada una de las reacciones y de los mecanismos que son usados por los padres o cuidadores. Es decir, resulta casi inevitable que sean reproducidos a futuro los roles, bien sea el de la persona que recibe la agresión o de quien la ejerce. Lo cierto es que serán personas que a futuro tendrán menos herramientas para la resolución de conflictos, tanto en su vida afectiva como laboral y social.

Cuando se tenga sospecha de estar siendo víctima de un ciclo de agresión psicológica lo más recomendable es buscar orientación profesional que permita distinguir si realmente se está ante una situación de abuso emocional, en qué grado y cuál sería la pauta para superarla completamente.

 

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María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.

PREMIOS

Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.

PUBLICACIONES

Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).

 

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