Yo quise ser como los hombres quisieron que yo fuese:
un intento de vida;
un juego al escondite con mi ser.
Pero yo estaba hecha de presentes,
y mis pies planos sobre la tierra promisoria
no resistían caminar hacia atrás,
y seguían adelante, adelante,
burlando las cenizas para alcanzar el beso
de los senderos nuevos.
Julia de Burgos
Poema Yo misma fui mi ruta (fragmento)

 

Yo misma fui mi ruta… Orbitar en el panorama nacional de la creación poética hecha por mujeres obliga a valorar una tradición extensa, aunque fragmentada, de escritura femenina específica y marginada por la tradición oficial.

A pesar de los considerables esfuerzos y estrategias necesarias de visibilización que se han abierto paso a través de la crítica y los aparatos de divulgación, no dejan de ser una materia singularizada, cuya perspectiva de análisis se inscribe dentro de áreas de estudio y categorías específicas.  Muestra de ello es el escaso abordaje crítico respecto a sus trabajos, indistintamente de  su calidad.

Así, pues, lo femenino viene a ser también lo otro, lo extraño, rarificado y  fronterizado a partir de aquello universal que se asimila como punto de origen y totalidad (el referente masculino).  Por más que se ha venido dejando claro que la poesía o  literatura masculinas no existen, es un hecho que hablar de clásicos, referentes y figuras totémicas, implica un sujeto tácito y suficientemente abarcante como para que lo canónico sea, al mismo tiempo, lo hegemónico y, a su vez, masculino. Partir de este elemento es lo que hace pertinente el rastreo de las voces de las mujeres y su valoración en el imaginario universal. Su re-colocación en un territorio subjetivo que no admite su intencional u obligado anonimato.

Para algunas y algunos esa reconstrucción fisonómica, esa rasgadura parcial al discurso oficial, que enarbola banderas de equidad y se moviliza ampliamente dentro y fuera del discurso literario, es un promisorio camino para la confección de una identidad, de hecho se asume como un miramiento correcto, en tanto se estudia “lo femenino” como una cultura silenciada que viene confeccionando una mirada propia del mundo.

 

Morocha-libro 2-María Alejandra Rendón Infante-Nos(Otras)

 

“Eso está bien”, admiten muchos y muchas porque lo que interesa es “incluir”, y si se trata de dejar constancia de dicha inclusión en términos numéricos, mejor todavía. Afortunadamente las mujeres creadoras han ido más allá, saben que situarse en el derecho a decir, supone un horizonte discursivo de raíces más profundas.

Esto en razón de que tal afianzamiento de la condición genérica, a menudo, deja por fuera los matices propios de una identidad más allá de las mujeres de Occidente, de las campañas pro-derechos, de la intelectualidad instituida en la academia y de las instancias que privilegian cierto tipo de literatura: “Bien si es neutra, mejor aún si es blanca”. No todas las incomodidades son aceptadas o tendrán lugar en el mismo sitio. Las mujeres debemos romper con los espacios de privilegios que dispone para algunas el propio patriarcado.

Giordana García Sojo, a propósito de un reciente trabajo de selección de  poetas venezolanas  enfatiza: “En este tema hay que afinar el hilado, evitar todo esencialismo que circunscriba el ejercicio literario a “lo femenino” y nos termine engavetando bajo la égida de una sola identidad, esa rúbrica tan manida en estos días y proclive a no significar nada más que una estrategia de ventas o de aprobación “políticamente correcta”. Asimismo, es imperativo asumir la exclusión como una condición tanto contextual como subjetiva: las mujeres nos hemos cosido a un imaginario de nuestro entorno y de sí mismas a partir de la práctica cotidiana y naturalizada de la exclusión.

(…) Esta desigualdad de origen no se transforma con esteroides culturales, no es un trabajo ni rápido ni sencillo, pues no se trata solo de visibilizar en estantes, podios o listas a algunas mujeres y corregir en una imagen siglos de exclusión. Se trata de un trabajo sistemático de recuperación de otra memoria y de reconstitución de nuevos espacios y modos de ejercer inclusión, igualdad y resarcimiento histórico”.

En virtud de ello, claro que es importante forjar, apalancar, construir y reclamar espacios en donde nuestro quehacer literario esté representado y, en esa labor de pormenorización, cuyo  registro ha de traducir una heterogeneidad contextual e histórica, dar lugar especial a la diversidad, a las múltiples exploraciones que tienen y han tenido cabida en diferentes voces y realidades.

 

 

Yo misma fui mi ruta es parte de ese esfuerzo que permite trazar un camino de exploración, visibilización  e intercambio entre voces contemporáneas consolidadas y emergentes que son parte importante del quehacer literario en nuestro país. No es la rasgadura sutil del velo o la paridad que obliga lo “políticamente correcto”. Se trata de la visibilización como norte y herramienta política, así como la difusión, la promoción, la inclusión, el registro que hoy tiene, como nunca antes, una indiscutible pertinencia  dentro de un contexto literario en el que se han instalado voces de gran prominencia, alcance y valor estético.

Giordana García Sojo, principal artífice de este logro editorial importante, ha venido estudiando de manera sincera y desinteresada el panorama actual de la poesía venezolana y, en dicho recuento, la insistencia de las mujeres asume la misma terquedad presente en el resto de los espacios políticos, no solo en términos numéricos, que ya es mucho decir, sino en la cualidad de un discurso político de se ha venido apropiando de herramientas estéticas.

Isaías Cañizales asume que son estas iniciativas “lo que ha provocado que en este momento tengamos que poner la mayor disposición de ocuparnos de nuestras autoras (sean en cualquier género) porque son, y de esto no tengo la menor duda, las voces más firmes, de mayor aporte lirico, metafórico y estético. Lo innovador está de parte de ellas. Y eso lo afirmo bajo el consecuente registro y estudio de sus obras”.

 De manera que no se trata de solamente de un recuento nominal, sino de la inserción de una memoria plural por parte de quienes hacen de la poesía un espacio de múltiples disidencias, una tribuna personal y colectiva para re-simbolizar y permanecer  en el diálogo con realidades propias  y comunes desde miradas distintas.

Lo femenino no es imagen univoca, tampoco un renglón o tendencia estética, es la convergencia de muchas en una frontera que ya no tiene justificación ni lugar y seguirá redefiniéndose desde todos los lenguajes empleados posibles. Una manera de dar cauce al discurso plural que las escritoras encarnan es trazando  rutas propias para tales hallazgos y nuevos sentidos; no a manera de estar todas de acuerdo, sino de poder expresarnos de manera conjunta.

Uno de los aspectos a celebrar con esta hermosa colección, que ya acumula 24 títulos, es la  inserción de voces genuinas y honestas que no admiten puntos de acuerdo previos. Poetas de oficio con trabajos consolidados junto a poetas más jóvenes e inéditas, avanzan en un promisorio camino de intercambio, en el cual se entretejen discursos y avatares propios de la naturaleza femínea, diversa y soslayada.

Es así como, a través de esta selección de gran perspectiva, que ha sido acogida con gran  aceptación por parte de los lectores y lectoras, se está ante una modesta y, al mismo tiempo, significativa contribución  en el urgente trabajo de difundir a las escritoras venezolanas.

 

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En la recién celebrada Feria del libro de Caracas se sumaron seis nuevos títulos, a través de los cuales se enaltecen las voces de Celsa Acosta, Ingrid Chicote, Jeniffer Gugliota, Kristel Guirado y karelyn Bueaño. Agradezco poderme nombrar junta ellas, poetas que admiro y que han estado enriqueciendo mi trabajo, y con quienes he cultivado un profundo afecto.

Cabe destacar que desde la aparición, desde el año 2020, de dicha colección, se han juntado títulos de poetas extraordinarias como Yanuva León, Bolívar Pérez, María Alejandra Rojas, Indira Carpio, Milagro Meleán, Cristina Gálvez Martos, Eloísa Soto, Yuri Patiño, Sarah Espinoza,  Floriman Bello, Pamela Rahn, María José Escobar, Bieira Lisboa, Eloísa Soto, Carla García, Kathie Hernández,  Kattia Piñango y Mariana Libertad.

Apostemos porque ese esfuerzo editorial permanezca y se enriquezca con el trabajo de crítica necesario que implica las valoraciones a cada una de ellas, sus subjetividades, sus estilos, sus experimentaciones e identidades, así como su fecunda búsqueda con fines estéticos que inciden más allá de las palabras.

 

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María A. Rendón-columna-Nos(Otras)-misoginia

María Alejandra Rendón Infante (Carabobo, 1986) es docente, poeta, ensayista, actriz y promotora cultural. Licenciada en Educación, mención lengua y literatura, egresada de la Universidad de Carabobo, y Magister en Literatura Venezolana egresada de la misma casa de estudios. Es fundadora del Colectivo Literario Letra Franca y de la Red Nacional de Escritores Socialistas de Venezuela.

PREMIOS

Bienal Nacional de Poesía Orlando Araujo en agosto de 2016 y el Premio Nacional de Literatura Stefania Mosca 2019 en poesía.

PUBLICACIONES

Sótanos (2005), Otros altares (2007), Aunque no diga lo correcto (2017), Antología sin descanso (2018), Razón doméstica (2018) y En defensa propia (2020).

 

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