Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Poesía de lugar

El sistema educativo tipifica la conducta, cataloga al ser humano, es la línea fronteriza entre la pertenencia a una categoría o la pertenencia a otra, no puede evitar la exclusión, ya no por raza o por credo, la exclusión por competencia social.

Se quiere un mundo mejor, todos los deseamos, lo vociferamos por las redes, ganamos dinero expresando nuestro talante ecológico y religioso; pero fomentamos la pelea de perros dentro de las aulas y los hogares por los mejores puestos y las mejores calificaciones. ¿Cuál es el hilo conductor que teje estas conductas?, sin duda, la fomentación de la competencia: ganarás tu vida pisoteando a otros.

El sistema educativo procura producir competencias y jerarquías, lo cual genera la comprensión del otro en tanto que obstáculo para alcanzar mis metas, y de aquí al odio solo hace falta un escalafón más. Se castiga al no competente y se valora al ganador.

De alguna manera el sistema educativo se las arregla para reproducir a escalas gigantescas el aborrecimiento por todo lo que tenga latido, por todo lo que se mueva. Algunas veces damos los objetivos sobre las plantas, por ejemplo, pero en casa no tenemos ni una, y propiciamos la mutilación de otras porque ensucian con sus hojas, las mismas hojas que el programa y la planificación nos han dicho que son productoras de oxígeno.

Lo mismo ocurre con los ríos y los mares: importancia, concepto, ríos más caudalosos, ríos navegables, características; igualmente enseñamos lo que es el mar: las olas y sus características, qué son las mareas, relación entre la luna y las mareas… Muy bien, pero somos los primeros en lanzar porquerías a las canales, represar los ríos, lavar carros y ropas en sus aguas, y dejar nuestros bostezos de seres contaminantes en las playas, sin ningún tipo de conciencia en torno a las vidas que estamos perjudicando o desapareciendo. ¿Por qué esta contradicción? Pues, porque el sistema educativo es el gran charco de las contradicciones donde todos nos metemos, nos bebemos sus aguas y, además, sacamos de ella el preciado brebaje para dárselos a otros con orgullo.

Otra cosa sería que los estudiantes ganen un día de vida yendo a una playa con bolsas negras y recojan las basuras que otros han dejado; otra cosa sería que, al menos dos veces al mes, fuesen acompañados por familiares y se les diera pequeñas charlas a las personas que van a visitar los ríos y las playas.

En el mismo orden de ideas, si los estudiantes comprendieran que todo espacio es lo que ve y lo que no ve, que el mar posee un misterio tan grande como su extensión y profundidad; que el mar, como todo dios, tiene un lado beneficioso y otro perjudicial; quizás podrían verlo de una forma diferente, para lo cual las enseñanzas de El viejo y el mar serían de vital importancia. Entonces el sistema educativo extendería una zona para la conversación y el aprendizaje a través de la amistad y la alegría.

Un ser que debe tener una conducta colectiva, el sistema educativo lo transforma en un ser privatizado, solo su vida existe, solo sus problemas son los que importan, solo él es víctima y victimario. Carece de la capacidad emocional para establecer relaciones entre los diferentes espacios, respetar todo tipo de vida y enseñar a otros a respetarlas.

El sistema educativo debe ser cuestionado en todas y cada una de sus partes constitutivas, en todos y cada uno de los sub-sistemas que lo integran. Parece que el Estado es lo que su sistema educativo, formal e informal, reproduce cotidianamente. Si nos quejamos de que esta sociedad no sirve, es violenta, es negadora de los valores más importantes que han movido al ser humano en el planeta, es devastadora de la naturaleza, genocida, cruel, esquizofrénica, perversa…, debemos saber entonces que todo ello se fabrica en nuestras relaciones sociales donde los sistemas educativos, antes mencionados, juegan un papel de primera importancia.

Algo muy dañino para el alma es el parcelamiento de las ideas y del comportamiento, todo es planificado en el único espacio que puede ser usado para ello, el mercado, esa gran escuela. Ya hemos mencionado que nuestra clasificación como seres humanos escamotea un fin único: la producción del homo consumista; por tanto, es el mercado lo que le da forma al sistema educativo, lo que lo orienta, lo que envuelve su filosofía.

Para que el Estado rompa con este esquema debe crear una estructura social y cultural que se oriente en sentido contrario a los requerimientos del mercado capitalista, y esto es casi imposible. La ruptura del esquema supone el quiebre de la industrialización, de la ciencia a su servicio, del modo de producción de conocimientos, de la carrera armamentista, de las competencias deportivas, de las contradicciones tan desproporcionadas; supone no concebirnos como seres aptos para el consumo inconsciente…

 

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Si la pobreza es desorbitante, ¿qué nos importa que alguien gane una medalla de oro en dónde sea y que para ello se gaste todo un arsenal de dinero que puede contribuir a mejorar las condiciones de vida de miles de personas y, sobre ese ideal de competencia, se gasten cientos de millones de millones de dólares en todo el mundo?, ¿por qué no se hace el mismo gasto y los mismos esfuerzos para eliminar los derrames petroleros o limpiar los ríos?

Sabemos por qué, porque en la ayuda, en la colaboración, no hay la simulación de una guerra, no se trazan estrategias ni tácticas de dominio y poder. El sistema educativo nos orienta a adorar al poder a través del dinero y al dinero a través del poder. Tienes y puedes tener más, entonces la vida se te va buscando el dinero para tener satisfacciones y cuando sacas la cuenta, has vivido en ochenta años, tres o cuatro días nada más y no te sientes plenamente satisfecho.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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