Si el sistema educativo es el responsable de lo que el ser humano hace en el presente, debemos poner en tela de juicio sus alcances y tratar de no comprenderlo bajo los lentes de engaño que el discurso político ha hecho circular, generando así el mito de que con la educación un país entra al cauce del desarrollo; ni siquiera podemos estar seguros de que a través del sistema educativo se domestique la maldad, se doblegue al criminal que llevamos dentro, o en acecho de las circunstancias para arremeter y devolver la civilización a la barbarie; ¿o acaso civilización y barbarie coexisten y se alimentan una a la otra? ¿Y en dónde consiguen el alimento?
¿Qué tipo de ser humano se ha logrado formar en la actual sociedad? Quizás sería una pregunta pertinente, pero enseguida me percato de que en ella hay una orientación, hay una trampa, se hace presente la idea-fuerza del sistema educativo: la generalización. Parto de creer o dar por cierto de que solo hay un tipo de ser humano creado o formado por el sistema educativo, me corrijo entonces, ¿qué tipología de ser humano ha creado el sistema educativo actual?, pero, al fijarme bien, esta tampoco sería una pregunta adecuada, porque en ella se evidencia las limitaciones del conocimiento, tendríamos así una polaridad que encausa nuestras reflexiones: generalización y limitación. En cierto modo la primera es consecuencia de la segunda.
Todos nuestros conocimientos son parciales, son limitados, por la sencilla razón de que el instrumento que conoce, el pensamiento, la racionalidad y el lenguaje son parciales en relación con los llamados objetos de conocimientos o susceptibles de ser conocidos. La generalización, además –ya lo he trabajado en algunos de mis ensayos, sobre todo en La raíz en las ramas (2007)–, debe ser desnudada como arma de manipulación y control del conocimiento, como instrumento de dominio que, entre otras cosas, sirve para borrar los rostros, abstraer las identidades, desfigurar las realidades sociales y culturales. Y no olvidemos que es una idea-fuerza del sistema educativo, que ha traspasado sus fronteras y forma parte del lenguaje cotidiano y, también, cómo no, del sistema educativo informal.
Generalizar es una confesión de impotencia ante el enigma que yace dormido en lo que los físicos actuales han optado por olvidar o dejar de lado o no darle importancia: la realidad o las realidades en su aspecto macro, por supuesto. Solo el conocimiento poético puede rebasar las limitaciones de la razón; Bhor, constatando esta verdad, afirma que en la física subatómica solo se puede hablar en términos poéticos. A ello le podemos añadir las exigencias de sencillez estética que se le pide a la teoría o a los modelos que se generan para dar cuenta de esos fascinantes mundos donde lo inmaterial es reconocido como parte integrante de lo material.
De tal manera que aquellos saberes inmateriales, aquellas vivencias que se pueden ubicar fuera de las disciplinas impartidas por el sistema educativo; esa sabiduría, en fin, que los estudiantes heredan del hogar, de la comunidad y de las matrices históricas del país, deberían ser integradas al salón de clase, deberían tener un sitio desde el cual los estudiantes aprendan a reconocerse como seres que pertenecen a un espacio y a un tiempo determinado. El porqué de sus rostros y formas, el porqué de sus modos de ser; historia de hechos pasados, sí, está muy bien; pero hay que establecer enlaces, puentes, con la historia viva, la de ellos, la de sus barrios, la de nosotros.
Otros esfuerzos podrían llevar a otros resultados, siempre hay una cuota de incertidumbre que nos pone a dudar tanto del procedimiento como de los resultados obtenidos con él. Siempre cabría preguntarse: si hubiesen sido otras mis lecturas, otros los hallazgos anteriores, otros los instrumentos, otro el tiempo de aplicación o de investigación; si hubiese sido otro el sistema educativo que me formó y deformó, ¿qué habría ocurrido? El devenir casi siempre responde a esto profundizando, trastocando, negando los alcances anteriores. Solo se evidencian las limitaciones del sujeto que conoce, y muy esporádicamente y a manera de logro individual, la superación de esas limitaciones.
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La ciencia, en sentido estricto, es una manera “oficializada, socialmente aceptada” de imponer el pensamiento único, y su vía de distribución lógica es el sistema educativo. Desde hace mucho tiempo nosotros negamos las visiones del indígena o de los asiáticos o del mundo mágico religioso de la negritud. No creemos que haya vida después de la muerte, así todas las civilizaciones del planeta lo hayan dicho, lo hayan representado. Es imposible que un ser educado bajo las visiones castrantes de la ciencia crea que las matas son puertas a otro mundo o posean dentro de ellas los espíritus de la sabiduría o sean los peldaños más inmediatos para amasar la humildad.
El sistema educativo es poderosamente eficaz, logra imponer la certeza lógica y esto no es nada ocioso, no es nada beneficioso. En mi caso, prefiero vivir en lo incierto, en lo no sabido, en el asombro. Pero la lógica es la punta de espada que el pensamiento occidental penetra en nuestras comprensiones cotidianas para desaparecer de las habitaciones de nuestras certezas a las ánimas, los dobles, los amigos imaginarios, duendes y demás seres de nuestra existencia colectiva.
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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde el 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.
Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).
Ha publicado:
En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).
En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).
(Tomado de eldienteroto.org)
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