“Atilio Hernández (In memoriam)” por Christian Farías

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Atilio Hernández (In memoriam)… Sabemos que la muerte es el acontecimiento previsto, el destino final e inevitable de los seres vivos; porque nadie ni nada es eterno en esta vida. Si embargo, la muerte de los humanos nos conmueve, nos llena de dolor, nostalgia, tristeza.

Pero, más aún, la muerte de un familiar, una persona amiga, camarada, compatriota, nos asombra, nos estremece y nos llena de tensiones. Sentimos el impacto junto al asombro, la reflexión y la valoración de la vida y de la condición humana, en contraste con el pesar implícito en la despedida final porque toda muerte es dolorosa.

El pasado viernes 21 de octubre de 2022, murió nuestro camop0arada, amigo, abogado y luchador revolucionario Atilio Hernández, maestro y voz sensible e irreductible de los trabajadores, de los humildes y los desprotegidos. Me lo informó el camarada poeta y también abogado de los pobres, Juan Medina Figueredo:

“Atilio Hernández murió como quiso, como le habría gustado morir: pobre, débil, desconocido, honrado, callado, fiel a Dios, a su familia, como un justo buen cristiano, sin rencores, violencia ni agravios”.

Estas once condiciones y virtudes que el poeta Juan Medina le atribuye al también poeta Atilio Hernández, debemos valorarlas en su dimensión vital, histórica, profundamente humana y misericordiosa porque, en verdad, Atilio era y es un justo, un irreductible e inquebrantable HOMBRE DE BIEN desde la humildad y la irreverencia.

Tuve la dicha de conocerlo y compartir con él la lucha política y social, las ideas y reflexiones, propias de un proceso de resistencia revolucionaria que nos hizo amigos y hermanos, enfrentados a la persecución represiva y criminal del Estado burgués bajo el nefasto periodo del puntofijismo adeco-copeyano.

Atilio llegó a Valencia desde el Occidente del país, específicamente de la zona sur del Lago de Maracaibo, a mediados de la década de 1970. Venía en misión revolucionaria dentro de las filas del PRV-RUPTURA, para fortalecer la lucha de los trabajadores de Valencia y toda la zona central del país (Carabobo-Aragua-Miranda-Caracas), en el contexto de una nueva etapa de recuperación, después de la derrota política- militar de los años sesenta.

En consecuencia, acompañar al pueblo en sus comunidades y en la lucha sindical con los trabajadores, eran los dos escenarios de la acción social y política revolucionaria de ese nuevo periodo de los años 70-80, cuyas contradicciones históricas y tensiones coyunturales se agudizaron y estallaron el 27 de febrero de 1989 con la rebelión de “El Caracazo”.

Pero, en medio de tantas adversidades (violencia, persecución política, muertes, desapariciones, encarcelamientos y torturas), hubo también una emocionalidad colectiva, de pequeñas y grandes satisfacciones políticas, intelectuales, organizativas; y sobe todo, fundamentalmente humanas, llenas de amistad y solidaridad, tertulias y debates, lecturas y análisis en torno a una diversidad de temas y angustias de carácter político y doctrinario de ese tiempo lleno de confrontaciones, esperanzas, aciertos y errores.

En ese contexto, Atilio Hernández se ganó rápidamente nuestro respeto y admiración. Era y fue siempre un intelectual orgánico, profundamente humano, de gran sensibilidad y lucidez intelectual, compartida en nuestras tertulias interminables, acompañadas de café, comida, frutas, jugos y mucha camaradería en la calidez de nuestras casas y en la frescura y tensiones de los espacios sociales.

Recuerdo que, en su experiencia como abogado laboral, revolucionario subversivo, defensor convicto y confeso de los intereses y derechos de los trabajadores, llegaba a mi casa para contarme y analizar juntos, la victoria o la derrota obtenida en la malamente famosa Comisión Tripartita (Empresario-Sindicato-Inspectoría del trabajo) donde se entrampaban y derrotaban las luchas y aspiraciones de los trabajadores.

Recuerdo también, la experiencia organizativa y de formación política, desarrollada por el PRV-RUPTURA en el movimiento obrero y sindical, desde la sede de nuestro Centro de Orientación Sindical, C.O.S. ubicada en el barrio Bello Monte de la zona Sur de Valencia.

En ese centro, llegamos a tener una estructura obrera que generaba entre 15 y 20 publicaciones (periodiquitos u hojas escritas por ambos lados) en cada empresa donde teníamos camaradas trabajadores, militantes o simpatizantes de la revolución y de nuestra organización.

El Atilio Hernández de esa época se convirtió así en nuestro más elevado y brillante intelectual orgánico de la clase obrera y de la lucha revolucionaria anti imperialista y anti capitalista en el estado Carabobo, particularmente en Valencia, Guacara, Mariara, Puerto Cabello y Morón, porque combinaba la asesoría y defensa legal de los intereses de la clase obrera, con su formación política-laboral y sus luchas reivindicativas desde los sindicatos o comités de empresas.

Igualmente, comparto lo que dice el poeta Juan Medina, en relación a la identidad intelectual, política y filosófica que tuvo Atilio Hernández con las figuras de los pensadores y hombres de acción como Simón Rodríguez y su prédica paradigmática “Inventamos o erramos”; y con Mahatma Gandhi y su sabia advertencia para conquistar la paz definitiva y verdadera: “Ojo por ojo, el mundo acabará ciego”. Originalidad y humanismo profundo y severo, marcan así la praxis de nuestro entrañable Atilio Hernández.

 

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De manera lamentable o felizmente, el tiempo histórico determina y condiciona la vida personal, política y socio-cultural del ser humano, en correspondencia con sus particulares formas de ser, pensar y actuar. Ubicados en esa perspectiva, el lazo que nos unía en la cotidianidad de la resistencia y la lucha política de ese periodo, se fue deshaciendo y nos llevó al distanciamiento socio-político, personal y familiar.

Pero, así mismo, el tiempo humano es irreductible, insobornable y se hace eterno en el alma y la conciencia de sus protagonistas. Atilio Hernández pertenece definitivamente a ese tiempo humano, presente y futuro de nuestra memoria donde su grandeza y dignidad seguirán erguidas y luminosas como una estrella bendita de nuestro cielo colmado de justicia y paz, amor y solidaridad.

Toda nuestra gratitud y despedida terrenal para el hermano Atilio Hernández la quiero resumir, como una bendición, en dos pensamientos del también eterno Bertolt Brecht.

El primero dice: “El regalo más grande que le puedes dar a los demás es el ejemplo de tu propia vida”.

El segundo expresa: “Hay hombres que luchan un día y son buenos. Hay otros que luchan un año y son mejores. Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles”.

¡Honor y gloria al compatriota imprescindible y eterno Atilio Hernández!

 

Christian Farías / Ciudad Valencia