Amigas y amigos, constructores de sueños, forjadores de esperanzas: Se cumplen veintidós años de los trágicos sucesos ocurridos en el país los días 11, 12 y 13 de abril de 2002, en los que la plutocracia empresarial, financiera y mediática, aliada con grupos disidentes dentro de las Fuerzas Armadas (como se decía entonces) y la nómina mayor de PDVSA, impulsaron un proceso de desestabilización que condujo a hechos sangrientos, la ruptura del orden constitucional, el secuestro del presidente Chávez, la disolución de los Poderes Públicos Nacionales y la implantación de una verdadera dictadura.

Echando la mirada hacia atrás es posible advertir que la actuación del sector más extremista de la oposición venezolana parece haber estado orientado, entonces al igual que hoy, bajo una lógica que puede sintetizarse en la expresión: “nosotros, o el caos”. No de otra manera puede entenderse el ensañamiento contra todo un país solicitando la aplicación de medidas coercitivas unilaterales, la confiscación de activos, el bloqueo de cuentas bancarias, la organización de operaciones de invasión, entre otras acciones, cuyos efectos han sido devastadores para la economía, los servicios públicos y calidad de vida de quienes habitamos el territorio patrio.

 

Falsos positivos y post-verdad

El de abril de 2002 fue el primer golpe de Estado mediático en la historia del continente, y probablemente del mundo, que puso en práctica dos elementos de la comunicación política que luego tomaron fuerza a nivel internacional: los falsos positivos y la post-verdad. Los sucesos ocurridos fueron presentados por los medios de comunicación como la acción premeditada del gobierno, que emboscó la marcha de pacíficos manifestante quienes exigían la renuncia del Presidente de la República. La imagen de partidarios del gobierno disparando desde un puente fue presentada como la prueba reina de la masacre ocurrida entonces. 

El falso positivo creado a través de la manipulación de esa imagen, alimentada con los comentarios inquisidores de presentadores de televisión y locutores de radio, condujo a un grado de paroxismo que hizo posible la post-verdad. No se pretendía esclarecer la verdad de lo ocurrido, sino condenar al gobierno y sus funcionarios. Fue a través de la exaltación de los sentimientos y las emociones que se procuró establecer una matriz de opinión que ganara espacio en la opinión pública y condenara al gobierno por lo ocurrido.

Para alimentar esa sensación y promover la idea de justicia, se trasmitían en vivo la detención de funcionarios del gobierno e integrantes del Movimiento V República (MVR) como el ministro de Relaciones Interiores Ramón Rodríguez Chacín, el diputado de la Asamblea Nacional Tarek William Saab, el gobernador del estado Táchira Ronald Blanco la Cruz y el asedio a la embajada de Cuba, demandando la entrega del vicepresidente Diosdado Cabello.

Los medios construyeron una “verdad” que la intuición y sabiduría popular derrumbó conforme surgían preguntas basadas en las propias imágenes de los medios. Si Chávez renunció ¿por qué la supuesta carta no estaba firmada? ¿Por qué no se cumplió la cadena de sucesión prevista en la Constitución para las faltas absolutas? Si el gobierno emboscó la marcha ¿por qué muchas de las víctimas eran defensores del Palacio de Miraflores?

El 12 de abril un pueblo empoderado y conocedor de su Carta Magna decidió no aceptar las explicaciones rebuscadas que los medios se empeñaron en difundir apoyadas en la opinión de expertos abogados. El 13 de abril insurgió contra la dictadura de Carmona Estanga, denunció el silencio informativo impuesto por los grandes medios de comunicación y demandó que se dijera la verdad de lo que estaba ocurriendo logrando la restitución de Chávez como presidente de la República.

 

Nosotros o el caos

Decía el historiador francés Marc Bloch: “La incomprensión del presente nace fatalmente de la ignorancia del pasado, pero sería vano agotarse en comprender el pasado si no se sabe nada del presente”.  La frase resulta esclarecedora para comprender el desempeño de la ultraderecha venezolana.

Por una parte permite entender que la actuación de hoy es prolongación de lo realizado durante veinticinco años: difusión de medias verdades manipulando de la realidad para tratar de influir en el ánimo y la conducta de los venezolanos, estimulación de la violencia como instrumento para imponer su voluntad, recurrencia a aliados externos para doblegar al gobierno, hacen parte de una conducta continuada.

La narrativa mediática y propagandística ha insistido en promover la post-verdad difundiendo una narrativa que distorsiona las causas de la crisis haciendo aparecer al gobierno como único responsable, generando emociones que conducen a la desesperanza, la frustración, el deseo de cambio. La “última cola” ha sido la expresión más eficiente de esa narrativa.

Y cuando el paroxismo ha sido insuficiente se ha recurrido a la violencia como forma de canalizar la rabia y la frustración. Los intentos de ruptura del orden constitucional promovidos en las guarimbas del 2014 y 2017, el intento de golpe de Estado del 30 de abril de 2019 y la Operación Gedeón, el sabotaje eléctrico, el desabastecimiento inducido, han sido expresiones diversas de un mismo guion aplicado durante veinticinco años.

Hoy la narrativa continua siendo la misma: “nosotros o es caos”. Por eso la principal vocera de la ultraderecha ha expresado que sin ella no puede haber elecciones libres,  promoviendo la idea de una lucha permanente: “hasta el final”. La narrativa distorsionadora de la realidad, buscando exacerbar las pasiones y la irracionalidad (post-verdad), alimenta la ilusión de una candidatura que sería habilitada a última hora (diez días antes de la elección) como consecuencia de la presión popular e internacional.

 

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La imposibilidad de concretar esa aspiración seguramente conducirá a nuevas acciones de violencia, sabotaje a los servicios públicos en un nuevo intento de caotizar el país.

Veintidós años después de los sucesos del 11, 12 y 13 de abril esa es la única oferta real y verdadera del sector extremista de la oposición: la promoción del caos. Intento en que han tenido diversos  grados experiencia desde el sabotaje petrolero de diciembre de 2002.

La memoria histórica puede ayudarnos a discernir lo real de lo aparente y enfrentar las acciones desestabilizadoras que continúan intentando la ultraderecha venezolana y sus aliados internacionales. Apoyarnos en la memoria colectiva, recordar y debatir aquellos sucesos y sus implicaciones en la Venezuela de hoy, nos permite conocer el pasado para comprender el presente.

 

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"La Campaña de Oriente de 1813", por Ángel Omar García

Ángel Omar García González (1969): Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales, y Magister en Historia de Venezuela, ambos por la Universidad de Carabobo, institución donde se desempeña como profesor en el Departamento de Ciencias Sociales de la Facultad de Educación. En 2021 fue galardonado con el Premio Nacional de Periodismo Alternativo por la Columna Historia Insurgente del Semanario Kikirikí. Ganador del Concurso de Ensayo Histórico Bicentenario Batalla de Carabobo, convocado por el Centro de Estudios Simón Bolívar en 2021, con la obra “Cuatro etapas de una batalla”. Es coautor de los libros “Carabobo en Tiempos de la Junta Revolucionaria 1945-1948” y “La Venezuela Perenne. Ensayos sobre aportes de venezolanos en dos siglos”.

 

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