No hay duda de que la comida que más nos identifica a los venezolanos en el mundo es la arepa. Donde vive un venezolano, seguro hay arepas rellenas con queso, carne mechada o molida, jamón o muchos otros elementos.
Este solo hecho, por cierto, debería servir para zanjar la absurda disputa que algunos interesados en fomentar conflictos bélicos o de cualquier otra índole han invocado en Colombia, para tratar de imponer la falaz idea según la cual la arepa tuvo su origen en esa hermosa nación.
Allá hay arepas, es verdad, pero solo como un elemento secundario de su cocina. En Venezuela la realidad es otra. Aquí la arepa lo es todo: es plato principal y también un acompañante. En términos beisbolísticos, es la utility de la cocina nacional.
Solo si la arepa nació en la región llanera limítrofe entre ambos países –la que interrumpen los mapas, no los corazones–, podría pensarse en un origen compartido, como el del joropo. Pero no existe prueba alguna al respecto.
Por otra parte, el plato nacional colombiano es la bandeja paisa que, igual que aquí la arepa, se come a cualquier hora. El mismo está compuesto por múltiples elementos: arroz, tajadas de plátano, carne, chorizo, aguacate, salchicha negra, chicharrón y un huevo frito. Se acompaña –léase bien el verbo: acompaña–, con una arepa.
En Venezuela, este pan redondo de maíz, que se cocina y se come en nuestro territorio desde hace más de dos mil años, ha servido incluso para designarnos a los nacidos aquí. El conquistador español Lope de Aguirre –recordado por el mote de El Tirano Aguirre, debido a su trato cruel para con sus subordinados–, llamó despectivamente comedores de arepas a los habitantes originarios de nuestra tierra.
Por supuesto, él no la comía, y casi ninguno de los conquistadores o colonizadores de España o de otras regiones europeas que vinieron a lo que luego sería Venezuela la aceptó. Para el gusto de quienes provenían de afuera, la arepa resultaba insípida. Pero el problema estaba en ellos, pues simplemente carecían de imaginación para rellenarla.
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Pablo Morillo, el mariscal de campo español que vino a nuestro país en 1814, con los rimbombantes títulos de Capitán General de las Provincias de Venezuela y Comandante del Ejército Expedicionario de Costa Firme en la Guerra de Independencia de Venezuela y Colombia, era enemigo declarado de la arepa.
En cierta ocasión, mientras regresaba a Caracas desde los llanos, le confesó a su secretario particular, José Domingo Díaz, y al auditor de Guerra, José Domingo Duarte, lo siguiente: “Todo lo puedo pasar en esta tierra, menos esas perrísimas tortas de maíz que llaman arepas, que solo se han hecho para estómagos de negros y de avestruces”.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales
