“Dólar criminal, guerra mediática y caotización del Proceso Bolivariano” por Christian Farías

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El crecimiento de la dolarización forzada del comercio en general, con la subida no controlada del valor del dólar, es, en este momento, el ataque con el cual se ha reactivado la guerra económica contra el pueblo venezolano, sus instituciones y su gobierno. Precisamente, en una época del año en la cual el comercio se dinamiza intensamente por el alto flujo de dinero que empieza a circular del pago de los aguinaldos a la clase trabajadora del sector público y privado.

El objetivo evidente de este nuevo ataque es la desestabilización política del país, estimulando una vez más, la activación de las fuerzas del mal, el odio y el caos contra las fuerzas del bien, el amor y el orden, necesarios para el crecimiento y desarrollo del bienestar social con base en la activación planificada estratégicamente de las fuerzas productivas del país.

Con esta nueva ofensiva monetarista, los enemigos de nuestra Patria pretenden torcer el rumbo de la nueva época del desarrollo económico nacional con base en los 18 motores de la nueva estructura del sistema económico de la nueva Venezuela, en proceso de crecimiento y consolidación nacional, ahora sí, de manera independiente, soberana, estable y eficaz para el beneficio permanente de la nación y el pueblo en general.

En este contexto, es evidente que la subida no controlada del dólar criminal de Gringolandia y su incidencia en el mercado de bienes de consumo masivo, tiene dos objetivos precisos y claros: el primero consiste en someter la dinámica del crecimiento económico del país a la hegemonía monetaria del dólar gringo; y el segundo objetivo es generar caos, desesperanza, angustia, tensiones, rabia, odio, violencia, desajuste social, tristeza, anarquía, desilusión, desmoralización, enfrentamientos y todos los males posibles para debilitarnos como pueblo y convertirnos en presa fácil de sus planes injerencistas y desestabilizadores que favorezcan sus intereses estratégicos.

Por esas razones, el dólar gringo es una herramienta o arma criminal para el desarrollo económico y social de nuestro país. Pero, igualmente, para las economías de todos los países de América Latina y el Caribe.

Por esa razón, lo correcto y necesario, en este nuevo tiempo histórico, no es la aceptación pasiva de la hegemonía monetaria del dólar gringo; sino el fortalecimiento de la moneda nacional y sobre esa base, establecer acuerdos justos y equitativos para independizar y darle soberanía a los procesos de desarrollo productivo, intercambio comercial y monetario en nuestro espacio continental y del mundo en general.

En torno a este tema de la dolarización, los expertos y especialistas en economía, han dado sus opiniones; poniendo en evidencia que no existe un criterio único, neutral y coherente para resolver el problema de la dolarización forzada y las crisis que se generan periódicamente en este nuevo tiempo histórico.

En ese sentido, es necesario señalar que en el contexto del fin de la segunda guerra mundial (o más bien de la guerra europea intervenida por el poderío económico emergente de Estados Unidos), se dieron los famosos acuerdos de Breton Woods del año 1944, que le dieron al imperio emergente norteamericano, la hegemonía dentro del nuevo sistema monetario mundial de ese momento histórico para Europa y la comunidad internacional.

Pero, a una distancia temporal de 78 años ya transcurridos, la hegemonía imperial monetaria norteamericana, está hoy debilitada y en proceso de desmontaje, frente a la fortaleza económica industrial, comercial y monetaria de las nuevas potencias emergentes como China, Rusia, Irán, Corea, India y otras naciones agrupadas en torno a la construcción y desarrollo del nuevo mundo multicéntrico y pluripolar con base en el diálogo, el respeto a la soberanía y la paz de los pueblos.

De manera que, en este nuevo escenario internacional, el imperio yanki se encuentra en proceso de agotamiento, porque ya no tiene nada bueno ni encantador para ofrecerle al mundo; en acelerada pérdida de su hegemonía, porque los pueblos y gobiernos reclaman respeto a sus respectivas soberanías e independencia; y en decadencia porque ya no tiene nada bueno ni atractivo para la raza humana ni poder de mando para los pueblos y naciones que se plieguen y obedezcan mansamente sus designios.

En esas circunstancias, el imperio ha mostrado que lejos de acatar esos mandatos de los pueblos y naciones para una paz duradera, mantiene activa toda la estructura sistémica de la guerra mediática que ya las vanguardias populares y evolucionarias del mundo entero, conocemos, sabemos cómo funciona esa guerra y por lo tanto, la rechazamos con el fortalecimiento de la conciencia colectiva anti imperialista, soberana, independentista y socialista.

La guerra mediática es un sistema de control, manipulación y destrucción de las culturas, las costumbres, los sistemas políticos y los procesos de cambios y transformaciones revolucionarias. En ese sentido, no es una guerra convencional, armada de aviones con bombas o misiles, tanques y metralletas; sino combinada y encubierta con los medios de información para contrarrestar y destruir la independencia, la soberanía y el estado de bienestar social, cultural, político, material y espiritual de los pueblos y naciones del mundo.

El sistema de la guerra mediática, consiste básicamente en el funcionamiento o bombardeo permanente, incesante y violento de información indiscriminada por radio, televisión, periódicos, revistas, internet, redes sociales y otros medios de información para alinear pasivamente a la población en sus políticas y matrices imperiales.

En consecuencia, su objetivo es controlar las mentes y acciones de las personas, el comportamiento colectivo de los pueblos y grupos sociales, llenándolas de información programada desde determinados centros de poder económico, político, cultural, religioso, científico y tecnológico, que elaboran las estrategias y planes para el control programado del comportamiento colectivo de los conglomerados socio-culturales y los movimientos o partidos políticos en el poder.

De acuerdo con esas condiciones, la guerra mediática funciona las 24 horas de cada día y sus objetivos centrales son: confundir, desmoralizar, dividir, someter y controlar la conciencia colectiva, las conductas y los sistemas de valores culturales, éticos, morales, estéticos y espirituales que distinguen la identidad de cada pueblo o nación.

La guerra mediática se recrea cada día, nutriéndose y manipulando de manera perversa, la sensibilidad, los gustos y placeres del ser humano en general. En ese sentido, por ejemplo, se manipula la sexualidad humana que es una condición natural, placentera y necesaria de la especie, convirtiéndola en simple vulgaridad pornográfica.

Asimismo, promueve la violencia y el utilitarismo vulgar y chabacano del sexo acompañado del consumo de alcohol y drogas, como estimulantes para la búsqueda, obtención y disfrute de diferentes lujos que ofrecen la publicidad a través de los medios de información del sistema capitalista.

Además de lo reseñado, la guerra mediática del imperialismo norteamericano funciona también para el control de la conciencia y la praxis política de las personas que participan en el amplio, dinámico, táctico y estratégico sistema de las organizaciones partidistas que se disputan el control del poder del Estado y deciden el destino político, económico, social, cultural del país y de nuestros pueblos.

En definitiva, la guerra mediática es una extensión o modalidad informativa-comunicacional y, por tanto, socio-cultural, de la guerra diplomática o la guerra armada de misiles, cohetes, barcos, aviones, artillería, bombas o balas, que también son activadas por el imperio, tal como lo hemos visto a distancia, en Viet Nam, Irak, Libia, Siria, Afganistán, etc.

Ubicados en ese doble contexto de la dolarización forzada y criminal de nuestra economía, por un lado; y la permanencia de la guerra mediática, alienante y destructiva, por el otro, nos topamos con dos elementos claves y estratégicos para comprender el momento histórico socio-político que estamos viviendo hoy.

Por un lado, la derrota táctica y estratégica de Estados Unidos y sus agentes internos de la oposición apátrida, que les ha impedido o imposibilitado consumar la destrucción definitiva del proceso revolucionario socialista bolivariano de la Venezuela del siglo XXI. Esta nueva situación de carácter estratégico los obliga a poner en marcha nuevos planes destructivos para frenar el avance del filo independentista y soberano del proceso bolivariano.

Por otro lado, y en atención a la necesidad de recuperarse de la derrota y debilitar estratégicamente el avance del proceso bolivariano en el campo de la soberanía económica productiva y autosustentable, el imperio norteamericano y sus agentes internos han puesto en marcha planes políticos y económicos sustentados metódicamente en la llamada teoría del caos, sobre la cual adelantamos algunas ideas.

La teoría del caos es un modelo de análisis de sistemas creados y desarrollados en sus diferentes dimensiones y niveles de complejidad. Es una teoría aplicable no solo a fenómenos de la naturaleza y el cosmos, sino también y con mucho interés particular para las potencias imperiales, al campo de la vida económica-política y socio-cultural, que están particularmente controladas por el poderío hegemónico de Los Estados Unidos de Norteamérica.

Desde esa perspectiva, la teoría del caos es una herramienta muy útil para ellos, porque poseen un alto desarrollo tecnológico que les permite orientar y controlar las situaciones caóticas a favor de sus intereses como potencia imperial. En tal sentido, ellos crean y generan contradicciones, desequilibrios, conflictos, epidemias, guerras, invasiones, sanciones y todo tipo de eventos caóticos y caotizantes de la vida, la paz y el progreso económico, social y cultural de los pueblos y naciones de nuestra América y del mundo.

Ubicados en ese contexto, la aplicación de la teoría del caos a los sistemas o modelos de desarrollo político, económico, social, científico, tecnológico, cultural y religioso de nuestros pueblos, es vital para el Pentágono. Pero, más allá de ellos, para los poderes que lo secundan, agrupados en el diabólico y malamente famoso Club Bilderberg:

“Arrastrado a un mundo oculto de intrigas y secretos, Daniel Estulin ha realizado una serie de trascendentes descubrimientos sobre cómo se gobierna el mundo. El Club Bilderberg celebra desde 1954 una reunión anual en la que la élite política occidental y los dirigentes de las más grandes empresas se reúnen para discutir el futuro político y económico de la humanidad.” (Ver: amazon.com/-/es/Daniel-Estulin)

En este contexto, lleno de complejidades, como lo es la sociedad moderna de la era global digitalizada en que estamos viviendo, la teoría del caos funciona como un método de control social e individual, a favor de los intereses de USA y el Club Bilderberg.

En consecuencia, podemos decir que la instrumentación de la teoría del caos tiene como objetivos, primero, destruir los procesos revolucionarios emancipatorios; y segundo, favorecer la recuperación y fortalecimiento de su hegemonía imperial, hoy en clara y evidente decadencia.

Para eso, han orientado sus ataques en tres direcciones: una, el dólar criminal que sube y sube para estrangularnos económicamente; dos, la guerra mediática para generar confusión, incertidumbre, dolor, rabia, división y odios; y tres, la caotización de la vida del pueblo y la sociedad venezolana. Tal como lo hemos padecido, durante estos 9 años de resistencia victoriosa frente a todo el empeño de caotizar y destruir nuestro país.

Pero la historia indica que esa caotización también puede ser útil para generar los cambios y transformaciones necesarias para nuestro proceso revolucionario, tal como se ha venido demostrando con la recuperación económica sustentada en el nuevo modelo de los 18 motores productivos.

Para cerrar este adelanto del tema, incorporamos dos citas del texto de Pidal G. María J. La primera dice: “Científicamente, la palabra caos está asociada en el campo de la física matemática a estados aperiódicos, de comportamiento no prede­cible que aparecen en algunos sistemas dinámicos con extremada sensibilidad a la variación en condi­ciones iniciales.” Y concluye con estas afirmaciones que nos permitimos citar en extenso:

 

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“El caos y el desorden son propiedades intrínsecas a la organización y las perturbaciones que sufren las organizaciones; son realmente oportunidades de crea­ción… una organización manejada en forma caótica, estará en un estado de revolución perma­nente… La auto-organización es esencialmente creación de información y, desde esta perspectiva, el proceso se realiza a través del caos y la fluctuación, ésta entra en cooperación con la organización para formar un nuevo orden y así la información creada y acumulada en ese proceso se transforma en conocimiento. Esen­cialmente la estrategia de auto-renovación de una organización reside en la habilidad de manejar la di­solución y creación continua del orden. El papel de la organización en el proceso de aprendizaje es el de proveer el contexto apropiado para desarrollar y di­fundir el conocimiento; además de adquirir informa­ción, manejar con creatividad sus recursos y procesos, adaptarse de manera oportuna a los cambios del ambiente, comprometerse con el aprendizaje de ma­nera continua y movilizar el talento y la experiencia de su gente para inducir las innovaciones. El punto máximo de desarrollo de las organizaciones se logra a través de la definición de un conjunto de valores: aprendizaje, iniciativa, diversidad, auto-organización y flexibilidad, que son esenciales para crear nuevas oportunidades de expansión y crecimiento; la plani­ficación, el control y el orden permiten la consolida­ción; la organización necesita mezclar el uso de esos valores (control y desarrollo) en cada situación para alcanzar un nivel de resultados positivos tanto socia­les como económicos”.

 

Christian Farías / Ciudad Valencia