A propósito de las insultantes (y reveladoras) declaraciones de expresidente de Estados Unidos (EEUU) Donald Trump, a mediados del mes junio de este año, procede una revisión de nuestro acontecer petrolero, pues este tema de las ambiciones de Trump no pierde vigencia.
En esta ocasión, este supremacista personaje descaradamente asumió su responsabilidad directa en el ataque despiadado a nuestro país, para hacerlo colapsar y apoderarse de nuestro petróleo y demás recursos naturales. Señala en forma despectiva que nuestro petróleo es “basura”, parecido al alquitrán, que requiere de gran inversión para su procesamiento y uso.
Pudiéramos de entrada catalogar de terrible basura contaminante para el medio ambiente el llamado método fracking aplicado en forma continua por EEUU para la extracción de petróleo y gas, en los ya agotados pozos existentes en su territorio.
Es de insistir en la personalidad sicopática de Donald Trump, que no se detiene en ningún nivel de cordura para realizar esta abierta confesión de lo que judicialmente puede ser catalogado (y castigado) como un “crimen de lesa humanidad”, si existiera una verdadera justicia internacional.
Lo cierto es que en su jugada fundamentalmente electoralista, en su aspiración a ganar las elecciones presidenciales de 2024 en su país, critica al bastante deteriorado presidente actual, Joe Biden, de que haya autorizado a empresas transnacionales petroleras estadounidenses a comercializar petróleo venezolano.
La política de Biden en poco o nada ha mejorado la situación de bloqueo hacia nuestro país, y solo sus propias necesidades energéticas lo han obligado a favorecer algún intercambio que les permita abastecerse (aun sabiendo que tienen que pagar lo establecido). En EEUU no mandan los presidentes al final de cuentas, sino las corporaciones y dueños del poder económico.
Se dio un repudio total a estas expresiones de Trump desde las distintas instancias del Estado venezolano, incluida la legítima Asamblea Nacional en ejercicio (electa en 2020) y el propio Gobierno Bolivariano. Aún así, creo importante realizar acá al menos un esbozo o “paneo” de lo que ha sido la expoliación de nuestro petróleo desde los inicios a finales del siglo XX, en casi 100 años, donde las transnacionales petroleras, principalmente de EEUU, hicieron y deshicieron en forma impositiva y arbitraria con nuestro principal recurso natural de exportación.
Iniciaremos con las primeras concesiones petroleras, otorgadas bajo la anuencia del gobierno dictatorial de Juan Vicente Gómez durante 27 años (1908-1935). Hubo allí total entreguismo y estas concesionarias extranjeras no pagaban nada por el recurso, sino un insignificante impuesto minero. La histórica huelga petrolera de 1936, de unos 10 mil trabajadores por mejoras reivindicativas básicas, fue finalmente aplastada por el gobierno provisional de Eleazar López Contreras.
Con Isaías Medina Angarita (posteriormente derrocado) se promovió la Ley de Hidrocarburos (1943), la cual establecía mejores condiciones para el país, aun dentro del margen siempre favorable a las concesionarias petroleras. Se estableció, por primera vez, el pago de alguna regalía (que es distinto a renta de la tierra), se creó el Impuesto sobre la Renta (ISR) y se estableció una duración límite de estas concesiones hasta 1983 (40 años después).
Existió el debate de cómo estos ingresos petroleros deberían favorecer el propio desarrollo de nuestro país (la tesis de “sembrar el petróleo”, que nunca ocurrió). Lo que pudo permitir el desarrollismo impuesto por el capitalismo dominante fue construir muchas obras de infraestructuras y vialidad, en una modernización que facilitó aún más nuestra dependencia económica. Se favorecieron las importaciones en detrimento de la producción nacional en general y más aún de nuestros alimentos. Se exacerbó la llamada visión rentista, con gran desigualdad social y una burguesía dominante parasitaria, que se enriqueció bajo la tutela del Estado venezolano.
El intelectual venezolano Luis Britto García (2017) lo define así: “Los venezolanos pasamos de ser españoles de segunda, o ingleses de tercera, o franceses de cuarta, a creernos estadounidenses de quinta”. La posición entreguista de nuestro recurso natural a EEUU en la llamada “década militar” de la dictadura perezjimenista (1948-1958) nada cambió.
En la llamada democracia representativa de AD y COPEI destacaron solo algunas excepcionales posturas nacionalistas, como la de Juan Pablo Pérez Alfonso (1903-1979), quien entre otras cosas facilitó la creación de la “Organización de Países Exportadores de Petróleo» (OPEP) en 1960, de la cual Venezuela fue país fundador. En todo este período puntofijista se mantuvo nuestra dependencia petrolera a los dictámenes de EEUU. Así fue pautado por los gobiernos de turno.
Al estar a punto de fenecer las concesiones petroleras, se inició el debate que conllevó a la propuesta, en la primera presidencia de Carlos Andrés Pérez (1976), de la llamada “Ley de Nacionalización Petrolera”, falsa nacionalización o “Nacionalización chucuta” como la calificó el propio Pérez Alfonso. Allí se estableció el famoso artículo quinto que abría la posibilidad de contraer “convenios operativos” con los entes privados principalmente estadounidenses, que invalidaba buena parte de lo igualmente legislado. Se otorgan indemnizaciones a las concesionarias petroleras por miles de millones de bolívares y se abre campo para que las controversias pudieran ser ventiladas internacionalmente, cuestión anteriormente vetada.
Para 1986-1998 se impulsó la llamada “apertura petrolera” para reprivatizar con fuerza la industria petrolera. Expresión de esto fue la negociación que se intentó con la Faja Petrolífera del Orinoco, al pretender venderla como “bitumen” o residuos petroleros sin mayor valor comercial. Las concesionarias extranjeras más importantes se transformaron en “compañías nacionales”, presididas por venezolanos formados por estas transnacionales en lo político e ideológico. Las nuevas compañías se afiliaron a PDVSA, una sociedad todopoderosa, con el Estado como único accionista, en una especie de soberanía arbitrada dependiente de EEUU.
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Fue a partir del gobierno de Hugo Chávez Frías (1999) cuando se inicia lo que ha representado el rescate de nuestra soberanía petrolera. Se aprueba la “Ley Orgánica de Hidrocarburos” y se enfrentó a la PDVSA de entonces. Allí vino el golpe de Estado en 2002, el paro petrolero luego y todos los desmanes que se han sufrido tanto con Chávez, como posterior a él con el presidente Nicolás Maduro.
EEUU sigue codiciando nuestro “alquitrán” (en palabras de Trump) y la lucha continúa contra ese hegemonismo yanki que externa e internamente conspira a diario para derrotar el antiimperialismo del proyecto bolivariano, intentando ganar adeptos siempre entre quienes, llevados por el afán de lucro personal, puedan servirles de mercenarios en esa tarea.
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José David Capielo Valles es ingeniero agrónomo y magíster en Desarrollo Rural, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Campus Maracay. Nacido en Coro, estado Falcón, en 1949. Es docente jubilado de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Núcleo Canoabo (2016). Es locutor, comunicador alternativo y colaborador de Ciudad Valencia desde 2014.
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