A propósito de haberse cumplido el pasado martes 22 de agosto 13 años de la partida física de Paz Agustina Valles Capielo, mi madre, me motiva por este medio y en referencia a las reflexiones de vida que he venido desarrollando, realizar una reseña póstuma a su figura como ser querido, sustancial en mi formación y creo que en la totalidad de la de mis hermanos uterinos (8), desde nuestros orígenes caquetíos (Coro, Falcón).
Me refiero a origen caquetío, ya que más allá de nuestro extraordinario mestizaje con participación principalmente de amerindios, de europeos y afrodescendientes, esa región falconiana de donde venimos fue ancestralmente la tierra originaria de la etnia caquetía.
Paz Agustina nació un 24 de enero de 1920. Fue la sexta de los siete hijos e hijas de Domingo Valles y Ana Higinia Capielo Rivero de Valles, nuestros abuelos maternos. Acorde a la tradición se le colocó como nombre principal el correspondiente al Santo del día (consultando, como se acostumbraba, el Almanaque Rojas Hermanos), que en este caso fue la de Nuestra Señora de la Paz. Estimo que se acompañó con Agustina por algún familiar cercano.
En su testimonio contaba ella que desde joven destacó no solo en los llamados “oficios del hogar”, como normal asignación de roles a nuestras mujeres, dentro del arraigado machismo reinante, sino que llegó a reclamar a sus padres que la inscribieran en la escuela, cuestión en ese tiempo vetada, cuando se hablaba todavía de las “escuelas de varones”.
Disfrutó mucho de su etapa juvenil, como muchacha vivaz y alegre, que participaba activamente en las celebraciones hogareñas. Su madre Ana Higinia, hija de otro de nuestros ancestros Capielo nombrado Camilo, murió relativamente joven. Ella, la abuela materna, era prima hermana de Pedro Manuel Capielo Martínez, nuestro abuelo paterno. Nosotros sus nietos no llegamos a conocerlos en vida.
Apenas cumplido los veinte años vino el amor primerizo, que la entusiasmó a intentar crear una familia propia con el joven pretendiente con quien decidió luego convivir, pese a la oposición de su padre. Más allá de la circunstancia de esta relación marital de unos 6 años, que resultó fallida, Paz Agustina decidió echar adelante como madre soltera y con dos hijos a cuestas, nacidos en 1943 y 1945, respectivamente.
Demás está decir que el padre de los niños emigró al centro del país donde constituyó otra familia, con la que vivió hasta su muerte. Paz Agustina contó un tiempo con el apoyo algunos familiares de su “ex” y finalmente decidió en forma independiente establecer un pequeño negocio de expendio de comidas, cercano a la Refinería Petrolera en construcción, en la Península de Paraguaná, donde asistían trabajadores como sus comensales, trabajando intensamente en procura del sustento de ella y sus descendientes.
Estando Paz Agustina en esas funciones laborales aparece en escena, posiblemente para 1948-1949, David Capielo Rojas, su primo, nuestro padre, quien comienza a cortejarla. David, al igual que muchos compatriotas provenientes de Coro, capital del estado Falcón, aprovechaba el llamado boom petrolero para trabajar en las contratistas que pagaban una relativa buena remuneración para esos momentos de carestía. Es así como Paz Agustina decide iniciar esta nueva relación sentimental que, según contaba, tuvo sus altibajos desde sus inicios.
David (a secas, tenía un solo nombre de pila), entre otras cosas, resultó muy celoso, y comenzó a objetar que la que ahora era su pareja estuviera atendiendo a comensales, en su casi totalidad hombres, que eran sus propios compañeros de trabajo (de David). Vino así una primera crisis a mediados de 1949, cuando Paz Agustina estaba ya embarazada de quien sería su primer hijo de la relación con David (“José David”, quien les escribe) y decide abandonar al nuevo compañero, e igualmente su pequeño restaurante, para venirse a Coro, recibiendo alojo en casa de una de sus hermanas mayores.
Allá en su alojamiento en Coro se presentó David, en plan de “hacer las paces”, cargado de promesas y compromisos de enmienda, para lograr una reconciliación con Paz Agustina, que finalmente accede y reinician la relación ya cercano el parto de ese primer hijo de ambos, para lo cual deciden alquilar una casa y establecerse en esa ciudad.
David tenía en Coro su casa propia, pero era compartida con su madre, nuestra abuela paterna “Chichí” (que siempre vivió con él, luego del fallecimiento de su esposo, el abuelo Pedro Manuel). Así convivieron Paz Agustina y David por espacio de unos 10 años más, donde concibieron siete hijos (yo, el varón primogénito de esta unión, y seis hermanas), que unidos a nuestros dos hermanos mayores, completamos los nueve hijos de Paz Agustina. Luego de la ruptura definitiva con David (1959), Paz Agustina echó adelante, sin pareja el resto de su vida, con gran decisión y fortaleza, dedicada a su familia.
En forma resumida, esta separación definitiva de nuestros padres se dio no solo ante la infidelidad expresa de David –quien se estableció con otra compañera de vida, mucho más joven, entre 1953 y 1954 (con la que procreó otros 13 hijos) –, sino por lo insostenible en que se transformó la relación, provocando finalmente la decisión valiente de Paz Agustina de renunciar unilateralmente a seguir junto a él, pese a la insistencia permanente de mi padre David.
Rescato los más 50 años que compartimos con nuestra madre desde 1959 hasta ese fatídico agosto 2010, cuando fallece. Fueron años de acompañamiento y afecto hacia todos nosotros. Yo la asocio con el estimulo hacia el estudio y la superación. Cuando realicé mis estudios de primaria y secundaria, ella estuvo atenta a que cumpliera con mis responsabilidades. Cuando decidí viajar a Maracay e iniciar estudios en el Núcleo de la UCV, me estimuló siempre a seguir adelante. Cuando realicé participación estudiantil comprometida en las luchas universitarias, me acompañó, solo con la aprehensión de toda madre, a que me cuidara. Al asumir el activismo político revolucionario, igualmente siempre tuvo un espíritu de comprensión y solidaridad.
Me sentí en especial regocijado de que Paz Agustina me acompañara, junto al resto de mi propia familia, al acto de grado cuando recibí finalmente el título de Ingeniero Agrónomo (1995), luego de largos años de postergación debido a mi militancia política.
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Asimismo Paz Agustina estuvo conmigo en 2003, en el Aula Magna de la UCV durante mi acreditación como Magíster. Era mi compromiso personal y afectivo con ella. Sentí entonces a mi madre feliz, orgullosa de que su hijo hubiese alcanzado una meta, a la que ella contribuyó en todo momento.
Yo le decía a mamá que yo estaba consciente de que solo con reconocimientos “no se va al mercado” (como solía ella misma decir), sin embargo, me sentí complacido de haberle dado esa satisfacción, que ella también agradecía. Paz Agustina para mí sigue presente en nuestras vidas. Un recuerdo imperecedero para ella y un “por allá nos vemos”.
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“…ha emergido una nueva metodología de conocimiento de lo social que se apoya en la experiencia de lo vivido, en la subjetividad como forma de conocimiento, tan válido como los números, los modelos, las curvas o cualquier otro instrumento estadístico”. (Profesor Víctor Córdova. UCV, 2003)
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José David Capielo Valles es ingeniero agrónomo y magíster en Desarrollo Rural, egresado de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Campus Maracay. Nacido en Coro, estado Falcón, en 1949. Es docente jubilado de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), Núcleo Canoabo (2016). Es locutor, comunicador alternativo y colaborador de Ciudad Valencia desde 2014.
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