El cafeto, la planta cuyos frutos permiten hacer la bebida caliente más popular en el mundo, el café, es originario de Abisinia, al este de África. Casualmente o no tanto, de esa región parece que también provino la Eva Mitocondrial, es decir, la madre de absolutamente todos los seres humanos que existimos sobre la Tierra en la actualidad.
Una leyenda abisinia refiere que Kaldi, un poeta y pastor de cabras, se dio cuenta un día de que su ganado se comportaba de manera distinta a la habitual, cuando comía las bayas maduras de un árbol pequeño que crecía silvestre en la zona.
Por curiosidad, probó esas cerezas y, a los pocos minutos, sintió cómo su mente se volvía más despierta y en condiciones de emprender cualquier actividad. Como estaba enamorado de una chica vecina, le compuso de un tirón varios poemas de amor que hasta ese momento habían dado vueltas en su cerebro, sin hallar la salida.
Como las cabras a su cargo pertenecían a los monjes de un monasterio cercano, les llevó a estos las frutas rojizas. Con ellas, dichos monjes pretendieron hacer un cocimiento bebible. Pero el producto resultante fue una infusión tan amarga como un desengaño amoroso o una derrota de nuestro equipo deportivo favorito.
Los monjes tiraron al fuego las bayas que no usaron y entonces, de entre las llamas, surgió un aroma tan exquisito que se introdujo en todas las fosas nasales, las celdas y los salones del monasterio. Por fortuna, los religiosos comprendieron que de esas cerezas tostadas sí se podría obtener una bebida que no solo tuviese un maravilloso olor, sino un sabor único.
De esa comprensión surgió el néctar que acompaña nuestros desayunos y nuestras actividades a lo largo del día.
El cultivo del café, sin embargo, se inició tardíamente, a mediados del siglo XV, en Yemen, en el Asia Menor. Pero no fue allí, en Yemen, donde se abrió más tarde el primer establecimiento en el que se servía café, sino en Siria. Esto ocurrió en 1530.
El cafeto no es un árbol, sino un arbusto, cuya altura oscila entre cuatro y seis metros. Produce las cerezas redondas y rojas a las que hemos aludido, en cuyo interior se encuentran dos granos achatados que constituyen los verdaderos frutos. Se necesitan entre cuatro y cinco mil de estas cerezas para producir un solo kilo de café. Pese a ello, se le cultiva en más de cincuenta países, la mayoría en América y África.
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Su consumo es universal y sus dos rivales en el gusto de las personas, el té y el chocolate, distan mucho de superarlo. El té tiene más seguidores en Oriente, pero su número, aunque importante, no alcanza al de quienes amamos degustar un buen café para torcerle las malas intenciones al día.
Ello hace que el café sea el producto agrícola más importante que existe, por ser la segunda mercancía más comercializada a nivel internacional –solo superada por el petróleo–, y la segunda bebida más consumida después del agua.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales
