Tres de los frutos que llegan a nuestras mesas no son tales. Como individuos que asumen personalidades que no les corresponden, la fresa, la alcachofa y la piña no son lo que dicen ser.
El fruto carnoso al que todos conocemos como fresa o fresón es, en verdad, lo que los botánicos llaman “un falso fruto”. Este es una parte modificada del tallo y contiene a los verdaderos frutos, que son los pequeños granos amarillos que abundan en su superficie y que más bien parecen semillas en miniatura.
La fresa es una hierba perenne de la familia de las rosáceas, originaria de Europa, que se ha popularizado en el mundo occidental, debido a su exquisito sabor, entre ácido y dulce.
Con su falso fruto se fabrican, desde hace varios siglos, numerosas confituras, las más populares de las cuales son las mermeladas y los helados.
La hortaliza que nosotros conocemos como alcachofa no es, en realidad tal, sino una especie de cacto del que podría afirmarse que ha sido “domesticado”.
Tal afirmación nace del hecho de que, si se le cultiva sembrando su semilla, se obtiene una planta tipo cacto, con espinas sumamente punzantes. Para obtener la inflorescencia comestible que ella da, debe sembrársele plantando el tallo.
Es necesario cortar la inflorescencia a tiempo, puesto que, si se le deja madurar, se transforma en flor y ya no es comestible.
La alcachofa es originaria de la cuenca del Mediterráneo y, aparte de sus cualidades alimenticias, posee virtudes terapéuticas –en especial, como tonificante de la vesícula biliar y como descongestionante del hígado– que hacen de ella una de las principales maravillas vegetales del continente europeo.
La piña o ananás es una planta cuyas hojas –largas, delgadas y espinosas– están dispuestas en forma de roseta.
Del centro de la roseta surge un pedúnculo dentro del cual se halla la inflorescencia, provista de flores azules y rodeada de brácteas, es decir, de hojas pequeñas; en la parte superior del pedúnculo, aparece un penacho de hojas.
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Cuando la inflorescencia está madura, todo el conjunto se engrosa, formando una infrutescencia carnosa y comestible a la que consideramos erróneamente como el fruto de la piña.
El verdadero fruto de esta planta de la familia de las bromeliáceas, originaria de los trópicos americanos, lo constituyen las “escamas” de la infrutescencia, esto es, esos como ojos que aparecen a intervalos más o menos regulares sobre la superficie de la piña. Cada una de ellas es, en realidad, un fruto, como las aparentes semillas en el ya mencionado caso de la fresa.
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Armando José Sequera es un escritor y periodista venezolano. Autor de 93 libros, todos publicados, gran parte de ellos para niños y jóvenes. Ha obtenido 23 premios literarios, ocho de ellos internacionales (entre otros, Premio Casa de las Américas, 1979; Diploma de Honor IBBY, 1995); Bienal Latinoamericana Canta Pirulero, 1996, y Premio Internacional de Microficción Narrativa “Garzón Céspedes”, 2012).
Es autor de las novelas La comedia urbana y Por culpa de la poesía. De los libros de cuentos Cuatro extremos de una soga, La vida al gratén y Acto de amor de cara al público. De los libros para niños Teresa, Mi mamá es más bonita que la tuya, Evitarle malos pasos a la gente y Pequeña sirenita nocturna.
«Carrusel de Curiosidades se propone estimular la capacidad de asombro de sus lectores».
Ciudad Valencia / Foto del autor: José Antonio Rosales
