Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Poesía de lugar

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El pensamiento genera moldes y uno se acostumbra a escribir en esos moldes y agotar el decir en sus formas y extensiones más o menos constantes; lo contrario, escribir sirve para romper esos moldes y variar las formas del pensamiento.

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Observa incansablemente, observa la combinación constante de la quietud con lo dinámico, observa la transformación como signo de toda realidad, en ti, en la cultura, en los ciclos naturales, en tu familia, en tu escritura, en tu observación.

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Si los que te rodean no saben qué es un poema, y te ridiculizan, se ríen o te ven raro, utiliza esa burla y ese menosprecio como fortaleza interior, como certeza en tu creencia, pues esas actitudes confirman lo correcto del camino elegido.

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Todo se reduce a los lugares comunes de la filosofía: qué es la vida, cuál es su sentido, quiénes o qué somos, dónde estamos, por qué morimos.

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Hay poemas que por su sencillez contienen o producen en el lector múltiples significados, algunos, muy complejos.

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Los poemas motivan modos de percepción (formas de captar el mundo) que al mismo tiempo son ampliaciones del pensamiento, pero no puede producir modos de pensamientos aislados de la percepción, eso daría como resultado la creación de poemas meramente intelectuales, llenos de pensamientos, pero no de verdades sentidas.

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Si un poeta nos dice que los árboles hablan, puede eso producir en nosotros una apertura a otro plano de la misma realidad, pues quizás antes de esa lectura creíamos que los árboles eran mudos. Podemos entonces tomar esa verdad poética y acercarnos a escuchar a los árboles, vemos sus actitudes, tratamos de entender lo que rumoran o gritan, es este tipo de percepción, en última instancia, lo que hace a un poeta un ser diferente.

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Cuando logramos ver la realidad de manera poética logramos comprenderla más allá de la lógica que nos acostumbra a ver todo separado, que nos dice que los contrarios, el calor y el frío, la cobardía y el valor, el silencio y la voz, el vacío y lo lleno, etc. no están unidos. La poesía es lo opuesto de esta lógica, pero la contiene, están unidas y la supera.

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Los nombres y las cosas se relacionan así: un nombre corresponde a una cosa y a muchas otras. El nombre de las cosas circulando en los discursos de las costumbres no permite que se perciba el misterio que esas cosas poseen. Las cosas pueden ser miradas sin los nombres, incluso sin el sustantivo “cosas”.

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Más allá y más acá de: la ciencia, la política, la razón, la religión; se extiende lo ilimitado del conocimiento poético.

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La descripción que agota de manera concisa y clara una verdad o un momento poético, es necesaria y ayuda a ver; la descripción que no es capaz de desvestir una apariencia y se pierde en adjetivos y palabras despegadas de las vivencias, es innecesaria y enceguece.

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No creer en la fama ni mucho menos asumir como motivos de escritura el querer ser reconocido. Escribir por ahogo de decir, por un combate silencioso y privado contra lo banal, contra lo efímero, contra la muerte.

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Agarra las palabras y ve directo con ellas a la llaga y hunde sus filos y espera la cicatrización.

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No divagues, el brillo de las palabras y la posibilidad de mentir están siempre al acecho para desviarnos del camino, anda hasta lo profundo con decisión, sin pérdida de tiempo, así no sea hermosa la combinación de las palabras, el brillo de lo hondo nunca es artificial.

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Un poema no pretende enseñar; aunque lo haga, no es ni bondadoso ni malo; pero carga dentro de sí el infierno y el paraíso conjugados; no llora, mas, es triste; no ríe, y es un poderoso caudal de alegría.

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Elimina los versos que perturban la fluidez del poema, quita las palabras que no te dicen ante otro, desaparece los poemas que obstaculizan la discurrir de tus verdades.

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No te apegues a la escritura, ella es un medio para la libertad no para la esclavitud, así esta sea una esclavitud libre.

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No sientas lástima por los poemas que no sirven, pero contienen imágenes o versos hermosos, el engaño no tiene latido.

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Ser moderados en la obsesión por corregir, no hacer lo que yo hago: corrección hasta el agotamiento, hasta la deformación.

 

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Las palabras poseen su propia música, muchas veces las tonalidades se buscan, las cadencias, los volcamientos, las lentitudes, los frenesís. Basta con ellas para lograr una pieza de excelente partitura.

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La música de las palabras no es sinónimo de rima obligada y castradora.

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No aceptes que un ser externo a ti, te imponga un tema para de allí crear un poema, el sufrimiento y la alegría, la celebración y el vuelo son asuntos internos, privados.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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