Vielsi Arias-columna-Ciudad Escrita-Festival Internacional de Teatro Progresista

En enero de este año fui invitada a participar en un proyecto, de la Iglesia Bautista Misión Última Frontera, a cargo de la señora Marisol Rivas en la comunidad donde resido. Organización que lleva adelante un trabajo comunitario con niños, niñas, madres y ancianos. Por lo general atienden a personas de bajos recursos, niños con dificultades para el aprendizaje, problemas de violencia intrafamiliar, madres vulnerables etc.

Gracias a este espacio tuve la oportunidad de desarrollar un taller de escritura creativa con niños y niñas dos días a la semana entre 7 y 12 años de edad. Al inicio tenía un grupo de 16 niños con distintos niveles de lectura y otros, a pesar de su edad, sin alfabetizar.

Mi propósito era despertar el interés por la lectura, la curiosidad por nuevos gustos, la sensibilidad para escribir, comunicar y expresar sus sentimientos. Como el grupo era heterogéneo a veces el taller se tornaba caótico y agotador. Mientras unos lograban escribir textos hermosos a partir de juegos, otros no sabían escribir y me dictaban sus textos y yo les servía de escriba.

Para cada encuentro seleccionaba lecturas y luego desarrollaba un ejercicio de escritura a partir de distintos motivadores: la caja de palabras, listas de palabras, hojas circulantes, texto colectivo, el script, poemas dibujados, retahílas, canciones, escribir a partir del inicio de un cuento clásico etc.

A la iglesia llegó una biblioteca que me correspondió organizar. Eran libros donados por voluntarios para el proyecto. Había cuentos, libros escolares, poesía, narrativa, cartillas y todas esas cosas de las que gente a veces quiere deshacerse y se las regala a los que hacen caridad cristiana-bueno ese no es el cuento-.

Organicé la biblioteca y seleccioné un conjunto de títulos para que los niños leyeran. Así comenzó nuestro préstamo circulante. Cada lunes los niños retiraban los libros y regresaban. Pero un día me di cuenta de que ya habían leído todos los títulos, así que tuve que llevar los libros de mi biblioteca para prestarles. Libros que conservo desde hace algunos años de otros círculos de lectura.

Una tarde descubrí que los niños revisaban un cuento titulado “Verónica ya no tiene miedo” señalaban el dibujo de un hombre desnudo y se reían aseverando: -mira está desnudo-. Me acerqué a ver qué pasaba y ellas me preguntaron: ¿Ud no ha leído este libro?, y respondí: -no. Una de ellas se animó a contar el argumento de la historia asegurando que se trataba de un abuso sexual.

Un poco sorprendida escuché en silencio y al finalizar el taller me llevé el libro a casa y lo leí. Descubrí en el texto una historia sobre el abuso muy fuerte pero bien trabajada para tratar el tema con niños. En el siguiente encuentro dediqué la sesión a conversar sobre la historia.

El cuento nos dio la oportunidad de discutir un tema que les producía vergüenza, pues algunos consideraron que era grosería hablar de esas cosas; sin embargo, conversarlo fue una experiencia sanadora para el grupo, pues en medio de su ingenuidad muchos niños se atrevieron a contar entre líneas como habían sufrido distintas formas de abuso y escribir su historia les permitió sanar esa situación.

El grupo siguió creciendo. Cada día llegaban más niños que no sabían leer ni escribir así que tomé la decisión de separarlos. Cada nivel tenía sus actividades ajustadas a sus intereses. Al paso de dos meses comenzamos a ver los resultados: cuadernos más organizados, mejor caligrafía, lectura más fluida, cuentos bien logrados y fue así como nació la idea de hacer un libro.

Había agrupado un conjunto de textos de los niños escritos durante el taller, así que les propuse hacer una antología con ellos. Armamos, corregimos, revisamos. De los textos salieron varias ideas para titular el libro: palabras para jugar, jugar bajo la lluvia, palabra de lluvia, cuentos, poemas y retahílas y palabras para la lluvia.

Finalmente, los niños acordaron llamarlo Palabra de lluvia ¿Qué significa la lluvia para ti? –pregunté:

Jugar,

Regar las plantas,

Dormir,

Leer mientras llueve

Abrigarse

Tomar chocolate.

Logramos establecer un acuerdo con la casa editora Rubiano Ediciones, a cargo de su coordinadora editorial Elisabel Rubiano. Ahora este taller es parte del semillero de este sello y Palabra de Lluvia pasará a formar parte de su catálogo editorial.

La edición de este libro estará acompañada de dibujos de los niños que son parte del taller de Dibujo y Pintura a cargo del artista Víctor Contreras, un trabajo muy lindo que también lleva esta iglesia.

La lluvia es, pues un motivo de celebración, nacimiento y juego. Que la palabra florezca en el alma de estos niños y que no deje de llover nunca.

Aquí comparto algunos textos de este maravilloso libro que pronto será publicado:

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Poema para mi abuela

I

Mi abuela es como un dulce de galleta.   

II

Mi abuela es muy amable y cariñosa 

Me dice qué hacer y que no hacer 

y yo le hago caso 

Mi abuela todas las noches 

se pone a leer los libros de Dios 

A mi abuela le gusta hablar con Dios  

y a mí también 

oro por mi abuela y por la gente 

Amén. 

                                                               (Daniela Bañez)

 

***

Mi casa es blanca 

La luna llena es una ternura. 

Llevo un armario 

Mi puerta es inquieta y volvió a llover 

Mi amor es la luna 

Nos vamos a casar. 

 

 (Elena Sarría)

 

***

Mi abuelo se murió 

más nunca regresará 

la luz desde el cielo veo brillar.

Amarlo desde la tierra y que no esté aquí

es dolor 

porque mi abuelo es mi corazón.

Veo los árboles y lloro 

Porque a él le gustaban mis árboles. 

Me cubro con la luna y las estrellas 

al andar despierta con el sol.

                                                                     (Richeilis Marín)

 

 

Mi abuelito se murió

Mi abuelito se murió nunca más despertará

se fue tranquilo hasta el cielo

en las alas de un turpial

cada vez que veo una estrella

o cuando brilla un lucero

yo me siento muy feliz.

¡Está sonriendo mi abuelito!

 

(Dainer Abraham Mujica)

 

***

 

Aratnza la recoge gato 

Había una vez una niña llamada Aratnza que tenía muchos gatos. Un día salió de paseo y de pronto escuchó miauuu, miauuu, miauuuu, miauuuu, Aratnza se asomó a la esquina y vio un gato enfermo y se puso a llorar. Enseguida lo recogió y se lo llevó a su casa, pero su madre no lo quería. Ella lo cuidaba mucho, le daba leche, una madrugada su mamá botó los gatos y ella se puso triste, hasta que llegó el día de su cumpleaños y su familia le regaló un gato y su “mamá feliz”.

 

 (Aratnza Vallejo)

 

Este era una vez un niño y un pelicano que se hicieron buenos amigos y se acostumbraron andar juntos para todas partes y así creció una relación tan tierna entre ellos que se reunían todas las tardes a jugar en el mar.

Se reían de todo lo que hacían. El pelicano esperaba al niño todas las tardes, como de costumbre, y poco a poco el niño fue creciendo hasta que un día el niño no volvió y el pelicano sigue muy triste esperando al niño todas las tardes en la orilla del mar.

 

(Branyelis Silva)

 

*versión del cuento El ave y el pez de Arnaldo Jiménez

 

***

Vielsi Arias Peraza, Valencia Vzla 1982. Docente, investigadora, promotora cultural. Ha publicado Transeúnte (2005) Los Difuntos (2010) La luna es mi pueblo (2012) Luto de los árboles (2021). Premio nacional de literatura Stefania Mosca (mención honorífica, poesía) premio historia de mi calle (Fundación la letra voladora) actualmente coordina la plataforma del libro y la lectura del Ministerio de la cultura en su ciudad natal y lleva adelante un proyecto de escritura creativa con niños de su localidad.