“Pelota de goma” por Arnaldo Jiménez

0
101
Divagaciones-Arnaldo Jiménez-Poesía de lugar

Si se agarran cien mil arañas y se tejen una a una sus astucias y se aprende a colgar de las ramas de los días sin que la tristeza desmorone la burla que dejamos para el porvenir. Si se cazan mil lagartijos y se les cierran los silencios con la miel de los suicidios y se aprende a cruzar descalzos todos los montes sin espinarse y se tiene la certeza de que las llagas son las paredes de los golpes. Si se agarran diez mil pechos de gavilán y se amasan con la altura de sus nidos y se aprende a quedarse quieto en el aire de los anhelos; se sabrá qué se siente ser una pelota de goma, una pelota de sobresaltos y escondrijos.

Una vez que se tiene una pelota de goma en las manos, y salimos a jugar con ella, desde que nace el sol hasta que se canse de alumbrar, y nos vamos a los terrenos baldíos, cerca de la falda de los cerros de nuestros barrios, o en estacionamientos que cerramos para poder colocar las bases y así evitar que los carros se las roben; y trazamos las reglas del juego: “puro rolin y línea; si cae para la casa es ao (aut); tres faul es un ao; un cacher (catcher) para todos…” Digo, una vez que uno ha sido envuelto por el deslumbramiento de pasar horas y horas bajo el sol golpeando la pelota, atravesando bases, corriendo en círculos que se rompen y se vuelven a rehacer, es imposible dejar de ser una pelota, quedamos convertidos en una bola que empieza a amasar su sustancia con el paso de las horas hasta que un buen día nos damos cuenta de que se ha cansado de golpear y de ser golpeada.

Rebotamos contra el tiempo, ese guante que las atrapa a todas, que no deja pasar ninguna a sus predios posteriores, a su patio de misterio. La carrera que creímos haber ganado en la infancia y la juventud, comienza a padecer de pereza y a tornarse lenta, entonces cada base nos queda cada vez más lejos, sin que nadie las mueva, sin que nadie las limpie para los próximos rastros. Quizás entonces nos achicamos, somos verdaderos seres indefensos, pesados con el camuflaje de unos pertrechos que resultan ser las palabras avergonzadas de sí mismas. Caparazones de aire humedecidos con nuestros anhelos y nuestras nostalgias. Sin embargo, corremos, corremos a pesar de que la tierra ofrece cada vez más resistencia, emocionados con la ilusión del recorrido, elevando sueños al centro del campo para llegar al home, a la casa, una puerta pequeña, blanca y con forma triangular que al ser levantada ofrece la oscuridad de los túneles que siempre habíamos pisado, que siempre habíamos ignorado.

 

LEE TAMBIÉN: “Mensajes de texto para jóvenes poetas (V)”

 

Rebotamos contra el tiempo, contra los instantes que se encadenan, como seres que en las gradas se tomaran de las manos para celebrar el final de cada juego. Carcomidos, sucios de habitaciones y pertenencias que alquilamos en nuestra desesperada carrera por llegar a la última entrada. Manchados de sudores ajenos, llenos de gritos de afectos que pasaron y dieron la vuelta al cuadro y desaparecieron para siempre. ¿Cuánto tardaremos en nuestro turno?, es imposible saberlo. Esperamos la mejor oportunidad para golpear la realidad y abrirle sus surcos, los que cada quien lleva en los pasos, para darle duro y abrirle sus emociones, su lánguido espectáculo. Al final, después de tanta espera, también nos vamos fuera del estadio y se apagan las luces y todo queda desolado.

 

***

 

Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

Ciudad Valencia