“Poesía de lugar (I) ” por Arnaldo Jiménez

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La mirada y la escritura externa

No es una novedad decir que las estructuras de la realidad se le presentan al hombre en forma de texto o de escritura, tampoco lo es el decir que cada cual lee en esas estructuras lo que espera o lo que desea leer, dándose así una serie de lecturas ordinarias y otra serie de lecturas extraordinarias, dependiendo en cada caso de quién sea el lector. Cuando ese lector es un poeta entonces se expresa la demarcación que realiza una mirada de más, un penetrar en la escritura externa y hacerla significar sus posibilidades.

El positivismo, ya sea por su desuso ante las metodologías cualitativas, por su lectura ingenua de lo externo, ha llegado a ser una lectura ordinaria de la realidad: como bien es sabido, este movimiento científico surgido en los albores de la modernidad parte del dualismo cartesiano o de la creencia de que el objeto posee una existencia acabada y separada del sujeto. Esta creencia es al mismo tiempo una condición de conocimiento. Pero el conocimiento de la realidad es exclusivamente racional.

La equiparación entre realidad, razón y conocimiento ha envuelto todo intento de lectura y ha impregnado el mundo de vida cotidiano porque la ciencia es al mismo tiempo una estrategia económica y una táctica política y hasta militar. A través de ella el terror de la omnipotencia de los imperios se ha velado con los disfraces del confort y el pragmatismo utilitario. Pero a pesar de que trabajan con la misma realidad, la ciencia y la poesía exponen verdades diferentes sobre la misma. La primera ha devenido en práctica de dominio colectivo al liberar al hombre de las ataduras de sus necesidades e imponerle un cauce, que podríamos llamar ideológico, al modo de ver la realidad y de asumir los valores que ella hace circular, como diría Foucault, por los cuerpos y por todo el tejido microfísico de la malla social.

Este cauce es esencialmente una proyección hacia el futuro, las necesidades se postergan y son causas de malestares psíquicos y perturbaciones culturales, pues una gran parte de la población solo tiene acceso a la manipulación ideológica del tener sin tener. La segunda, sin bien es cierto que también, (sobre todo la literatura) ha tratado de “competir” en el monopolio de las verdades ocupándose de la forma de cómo lo real sociocultural impresiona los sentidos del ser cotidiano, así como de las respuestas que en un momento dado pueda éste expresar ante aquélla; también es cierto que, al menos en poesía, se ha alejado de esas verdades de uso cotidiano y se ha sumergido en el alma de los seres tratando de darle respuestas a las angustias que generan los mansos tormentos de la soledad. Para Raúl Gustavo Aguirre, así como para Saint J. Perse, la ciencia y la poesía coinciden en cavar en el mismo misterio, pero utilizan metodologías diferentes. A nosotros nos interesa más el rasgo histórico que está en juego en la forma de percibir lo real, adentrándonos en las relaciones que el hombre establece con el espacio.

A pesar de lo dicho anteriormente, así como de lo que vamos a tratar más adelante, es importante señalar que las diferencias entre ciencia y poesía no son del todo insalvables. En los últimos años podemos constatar cómo el lenguaje de la ciencia física se ha tornado poético hasta el extremo, no le ha quedado otra salida pues algunas de las conclusiones que ha arrojado comprenden a la realidad como un conjunto ficcional de realidades: campos de energías, modelos de la realidad que tienen una sintonía en las cuerdas que subyacen más allá de la constitución de las partículas primordiales, danzas de elementos subatómicos con sus antipartículas; el hecho de que la materia esté compuesta por partes invisibles, al igual que el universo, que sean más las partes que no se ven ni se tocan que aquellas que se pueden observar, crea un puente con la tradición del romanticismo que buscaba en lo real aquello que se mantenía invisible, su otra parte o su más allá. La imaginación ocupa el lugar de la visión, etc.

Todas estas “verdades” permiten el acercamiento de la ciencia a las fronteras de la poesía y del misticismo, pudiéramos decir que toda realidad no puede no ser poética, en el sentido de que está más allá de las comprensiones exclusivamente racionales. De tal manera que la realidad puede ser comprendida por la carga de irrealidad que porta con ella como algo que le es esencial. Lo irreal debe ser comprendido como una potencia de lo posible.

El poeta no lee de la misma manera que el científico, pienso que las razones no estriban solamente en el tipo de lógica con que este último intenta comprender el texto de lo externo, sino también en el tipo de sensibilidad. El poeta no se presupone exterior ni a su propia percepción ni al objeto en que aquella está inmersa. Recordemos que para Merleau Ponty la percepción es ya un sistema de juicios que ignora, aunque las contengan, sus propias razones. Es decir que el objeto forma parte de la percepción; pero hay diferencias entre la percepción ordinaria y la percepción poética, no se excluyen y una no es superior a la otra, solo son formas diferentes de percibir el mismo mundo.

Las posiciones tanto del sujeto como del objeto son vacíos matemáticos, variables susceptibles de ser pasadas por la prueba de la cuantificación y generalización estadística, lo que supone que esos lugares pueden ser allanados por cualquier sujeto, dado que son universales. El supuesto general del que parte la ciencia positivista se basa en la creencia narcisista que coloca al hombre como diferencia. La pretendida destrucción del objeto a partir de la relatividad del tiempo y del espacio es una máxima con las mismas pretensiones de universalidad.

Si algo puede destruir al sujeto en tanto que soporte de la relación de conocimiento es lo otro a lo cual conoce, el objeto. Esta destrucción podría ocurrir introduciendo lo que la ciencia tradicional deja afuera, el afecto, la emoción, la subjetividad extrema.

Debe haber entonces una parte del quehacer humano donde la generalización no pueda obtener oxígeno. Una lectura en la que tanto lo leído como el lector estén implicados en relaciones que no sean exclusivamente causales, relaciones particulares que no nieguen la existencia de otros seres en el sujeto. Cuando un tal sujeto se muestra así, se niega. Pienso que ello se cumple en la relación de los poetas con los lugares. Esta relación es el zumo de lo histórico mismo. Los griegos lo comprendieron bien cuando vincularon las narraciones históricas al lenguaje simbólico y alegórico de la poesía.

Partiremos de lo obvio. La percepción se encuentra inmediatamente en un lugar, no puede no ser de otra manera, pero ello no nos autoriza para decir que el sujeto perceptor es ya el lugar. Comprender que la realidad es poética es asirla más allá de las dualidades y las diferencias, y a pesar de la multiplicidad de vectores interrelacionados, obtener la claridad de visión en el deslinde de lo específico.

Sería interesante, entonces, que tratáramos de oír lo que el lugar es según el poeta en cuestión, pues el lugar está hecho de significaciones vividas.

 

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En una segunda aproximación diremos que el lugar es la garantía de continuidad entre el poeta y el poema, consecuentemente, el poema sería la expresión escrituraria de aquella continuidad. Octavio Paz no creía que el poema fuera una expresión del mundo del poeta. Paz consideraba que en el poema el poeta inventa su mundo, no está supeditado a una vinculación ética entre lo escrito y el lugar vivido. Una afirmación semejante, pero en relación a la narrativa, ha sido dicha por Carlos Fuentes, para quien el escritor es aquel cuya misión es crear mundos posibles. Obviamente, ni Paz ni Fuentes deslindan las experiencias y el pasado como partes del sustrato del cual se alimentan el poeta y el novelista, solo colocan el acento de la relación escritura-referente, en otro aspecto.

El lugar es el escenario donde la presencia y la ausencia de la palabra concretizan sus funciones de atrapar la realidad o, mejor dicho, sus cualidades, sus sustancias, su movimiento interno; donde el poeta se sumerge en su vida explicándosela sin explicarla, ordenándola sin ordenarla. Ser y palabra, poeta y lugar se sitúan en otro plano de la percepción, aquel en el que el mundo está vivo.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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