“Revolución y ecología” por Arnaldo Jiménez

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Precisemos, no se trata de la revolución ecológica que ha venido modificando la manera de pensar de muchas personas en el marco de las contradicciones inherentes al sistema capitalista; movimiento que deja intactas las estructuras de explotación que son las bases de la contaminación.

Sigamos precisando, una revolución debe modificar la manera de pensar, no pensar diferente, sino establecer la capacidad de que el pensamiento y el comportamiento se respalden uno a otro. El capitalismo se basa en el divorcio entre el ser y su conciencia.

La revolución ecológica pareciera cumplir con ese parámetro de unificación, pero aún tiene mucho que hacer. La práctica cotidiana nos marca los límites de cualquier propósito de transformación. Mientras existan personas que blasfemen en contra del calentamiento global como efecto de la industrialización masiva del planeta y compren un carro o un aire acondicionado, estaremos en plena contradicción y la revolución ecológica seguirá siendo parte del problema.

Me inscribo en estas contradicciones, con todo el dolor que ocasiona no poder ser consecuente con la condición de la identidad terrena— propuesta por Morín— que nos caracteriza. ¿De qué se trata entonces? De la vinculación de las estrategias políticas y culturales de la revolución con tendencia socialista y la vanguardia ecológica.

 

La articulación

¿Cómo llevar a cabo esta articulación? Es un problema metodológico, es un problema epistémico, es un problema de postura ideológica antes de emprender la llamada investigación. Todo ello forma parte de las resistencias para lograr esta articulación, pero debemos preguntarnos antes de acometer cualquier tentativa de respuesta, si esa vinculación es necesaria y por qué. La respuesta a esta inquietud está en relación directa con el gigantesco daño que le hemos ocasionado al planeta a través del sistema capitalista de explotación de los recursos naturales.

Hay iniciativas de virar el ordenamiento económico en muchas partes del mundo, de crear otras costumbres, de construir ciudades ecológicas que se rigen con energía eólica o solar. Quizás estas iniciativas causen un contagio en los próximos años; pero hay que darle un nombre general a esta estrategia de salida del consumo según los patrones industriales del sistema capitalista.

Si nos fijamos por ejemplo en el documental Home, es una crítica despiadada al sistema capitalista y nuestras miserables ambiciones, jamás los narradores dicen que esto se debe al modo de producción capitalista; por otra parte, ofrece unas vías de soluciones que se acercan a las aspiraciones socialistas, y tampoco se admite, tampoco se les da ese nombre. La omisión es consciente.

Es necesario manejarse con un nombre que señale el origen del mal y la posibilidad de la cura a ese mal. La articulación de la revolución con tendencia socialista y la práctica ecológica son hoy una necesidad, una estrategia, una táctica, una salida que puede contribuir a darle un descanso a la expropiación continua que hemos venido ejerciendo sobre el cuerpo planetario, que hoy sigue siendo amenazado por la inteligencia tecnológica llamada artificial

Fíjense que no se trata de unir dos posiciones teóricas solamente, sino dos estrategias, dos praxis que puedan generar a su vez un marco de transformación en el pensamiento de los habitantes de nuestra inmensa casa. Pero ello trae muchos otros inconvenientes, además de los ya señalados anteriormente, y estos inconvenientes tienen que ver, en parte, con lo que se ha entendido por socialismo, las maneras de cómo se ha tratado de implantar y las consecuencias de esos ensayos. Consideremos brevemente:

En ninguno de los casos donde el sistema socialista se ha ofrecido como una solución se ha logrado tal solución. Marx decía que el modo de producción imperante se lleva en su proceso a otros modos de producción que pueden ser llamados dominados.

Si bien es cierto que las formaciones económicas sociales van cavando su propia tumba a través de las relaciones dialécticas de sus contradicciones internas, salario-trabajo, ser-conciencia, etc., las sociedades llamadas socialistas no ofrecen, en sus praxis, un modelo completamente otro al sistema capitalista, de tal manera que podamos ver con claridad las bondades de sus economías. Solo en China se ha ensayado con éxito la distribución de las ganancias comerciales para elevar el nivel de vida de su población.

La ecología nos invita a ser mucho más radicales, no hay tiempo, el planeta y la especie humana están al borde del colapso total, por tanto, las soluciones tienen que ser radicales; para ello la dialéctica es insuficiente para comprender la totalidad de la situación. No se trata de partir de modelos teóricos, sino de los fracasos o aciertos en la implementación de esos modelos y allanar sus insuficiencias con una conciencia complementada con nuestra condición de seres efímeros en el planeta.

 

Demoliciones

La ecología nos invita a comprender las vinculaciones entre las partes y el todo de una manera holística y de múltiples determinaciones. Fernando Mires lo denomina “multiléctica”, no le dedica mucho espacio en su libro (1989), pero pudiéramos pensar en una serie de dialécticas que se entretejen y estaríamos en lo cierto siempre y cuando sepamos que esas dialécticas son diálogos entre todas las partes del todo con el todo y del todo con todas las partes. ¿De qué manera podemos llevar a cabo una revolución socialista sin demoler estos diálogos? Coloquemos un ejemplo:

La transformación económica conduce a la eliminación del plusvalor, a la eliminación de la distribución de la industria a escala planetaria, a la destrucción del dinero o del valor de cambio, a la suspensión de los patrones de cambio, y estamos viendo que, al nombrar valor de cambio, se nos cuela toda una cultura, la educación bajo los criterios de pensar según los centros de dominio, toda las características inducidas al dominado, los modelos de investigación, la industria del entretenimiento; es decir, una sola de las partes está en permanente diálogo con todas las demás y esto en múltiples direcciones, de ningún modo son relaciones lineales o entre pares contradictorios o polos dialécticamente vinculados; no, las direcciones son recursivas, modificantes y modificadas, causantes y causadas, vinculantes y vinculadas, dependientes e independientes, determinadas y determinantes.

Es decir, si eliminamos la plusvalía y dejamos el esquema de producción en serie, estamos mochando un proceso que se mantendría por el subsidio del Estado, que así entraría en la cadena productiva como un engranaje ficticio y temporal, porque toda producción genera el beneficio y este beneficio se inserta en la filosofía del capitalismo.

Si formamos empresas de corte socialista, pero ellas no impiden el intercambio petróleo-dinero, sería solo una modificación de la misma empresa capitalista. Así, la sociedad, siendo el curso de su propia formación, marcha según todas esas relaciones que la modifican y la sostienen.

Pero la sociedad no es ajena a los hombres, son estos lo que la constituyen, por tanto, la racionalidad política tiene aquí un papel preponderante, pudiera modificar esas relaciones de manera profunda o de manera superficial. Lo profundo debe entenderse como radical, dado que, si su conciencia le permite entender que cada una de las partes da como resultado un todo enfermizo y generador de enfermedades, si esas relaciones son contrarias a la lógica que debería mantener vivo al planeta, no queda otra salida que modificarlas completamente. Y cuando hablamos de enfermedad también debemos incluir al pensamiento, al conocimiento. Veamos otro ejemplo:

¿Qué significa comprar un carro? Qué pasaría si la respuesta incluye mantener en el poder al presidente de Estados Unidos o al Congreso o a los grupos de presión. Muchos creerían que es una respuesta desatinada; pero de ninguna manera lo es. Los consorcios de carros más poderosos del mundo pertenecen a personeros del senado del gobierno y en la medida en que el presidente satisfaga las demandas de ventas a países externos, en esa medida su estabilidad política se garantiza. Lo mismo ocurre con las armas.

 

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Pero además, comprar un carro significa, según nuestro esquema de pensamiento: asfalto y construcción de más avenidas y carreteras, importación de industrias trasnacionales, contaminación de las aguas y del aire, enfermedades respiratorias y de piel, trastrocamiento del clima, robos, asesinatos, stress, muertes por accidentes, mantenimiento del estado de cosas, reproducción de la ideología de consumo, y al decir esto, amplíe su imaginación por favor y establezca las más remotas relaciones, diga por ejemplo que la ambición se fortalece, que los curas, los ministros, los diputados…, se amasarían en la importancia personal, dejarían de lado los intereses del colectivo, la democracia comería de la sustancia del mercado, que al fin y al cabo es lo que la sostiene y de ninguna manera los votos, o no solo los votos.

Sobre todo, pregúntese en qué lo hace a usted mejor una nueva marca de carros o en qué beneficia al planeta. Lo mismo ocurre con los celulares, con la inteligencia artificial, con los venenos que nos venden en latas y botellas de vidrio.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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