Vuelo a lo invisible-Montejo-Mohamed Abí Hassan-columna Poesía en Compañía

Continuamos este vuelo poético en compañía de la palabra y la voz de Eugenio Montejo, quien nos señala el camino y hace las veces de faro en esta travesía hacia los meandros de su obra, tan llena de hallazgos y misterios escondidos en su lenguaje, donde tienen cabida el mito, el símbolo, el tiempo pasado, la ausencia y la memoria, elementos que nos llevan a establecer al final una compleja relación cercana a una nueva realidad plasmada en su poesía, como testimonio de lo vivido en su breve y fecundo paso por la tierra.

De esta manera, hurgando un poco en la memoria, recuerdo que nos enteramos de su sentida partida en 2008, a mediados de la mañana de un viernes 6 de junio, mientras colocábamos con nuestro amigo Monroe, entonces integrante del Departamento de Literatura de la UC, algunos afiches alusivos al Encuentro Internacional de Poesía en la avenida Bolívar norte de Valencia.

Eugenio Montejo 1

Otra cuestión que resulta oportuno destacar es que estas fieles entregas que publicamos cada semana han sido posibles gracias a que milagrosamente las conservamos como un preciado tesoro. Fueron copiadas en su momento en un viejo cuaderno que ha resistido el paso del tiempo, durante casi tres décadas. No obstante, aunque algunas de sus últimas páginas lamentablemente se han vuelto ilegibles, las demás las compartimos dada su inestimable importancia para la “inmensa minoría” de los amantes de las letras.

 

Habla Eugenio Montejo:

Como les decía, el poema al que hago alusión es Caballo Real (Muerte y Memoria, 1972), dice así:

 

Aquel caballo que mi padre era
y que después no fue, ¿por dónde se halla?
Aquellas altas crines de batalla
en donde galopé la tierra entera.
 
 Aquel silencio puesto dondequiera
en sus flancos con tactos de muralla:
la silla en que me trajo, donde calla
la filiación fatal de su quimera.                  
 
Sé que vine en el trecho de su vida
al espoleado trote de la suerte
con sus alas de noche ya caída,
y aquí me desmontó de un salto fuerte,
hízose sombras y me dio la brida
para que llegue solo hasta la muerte.

 

Es la presencia del padre que lo deja a uno y se va.

También, un sueño, una fantasía, como dicen los psicólogos, que tuve durante un tiempo fue visitar Islandia, la famosa isla que queda en el norte, y que no pasó, naturalmente, de una fantasía. Un país muy frío, adonde solo una persona nacida en el trópico podría ir en verano, y eso con mucho riesgo.

Durante un tiempo viví y alimenté el deseo de ir a visitar Islandia. De esa fantasía quedó este poema que lleva por nombre Islandia (Alfabeto del mundo, 1976). Hay un amigo que le estaba poniendo música. Dice así:

 

Islandia y lo lejos que nos queda,
con sus brumas heladas y sus fiordos
donde se hablan dialectos de hielo
 
Islandia tan próxima del polo
purificada por las noches 
en que amamantan las ballenas
 
Islandia dibujada en mi cuaderno,
La ilusión y la pena (o viceversa).      
 
¿Habrá algo más fatal que este deseo
de irme a Islandia y recitar sus sagas       
de recorrer sus nieblas?   
 
Es este sol de mi país
que tanto quema
el que me hace soñar con sus inviernos.
Esta contradicción ecuatorial
de buscar una nieve
que preserve en el fondo su calor,
que no borre las hojas de los cedros.
 
Nunca iré a Islandia. Está muy lejos.
A muchos grados bajo cero.
Voy a plegar el mapa para acercarla.
Voy a cubrir sus fiordos con bosques de palmeras.

 

Es un poema de la misma época, que volví a leer en México. Yo estuve en México en esta famosa embajada cultural que hubo, que más que embajada cultural fue un maratón porque había que ir un día, presentarse el siguiente día y volver al otro día, porque ahora las limitaciones son muchas.

Eugenio Montejo 1

Entonces había estado antes y lo había leído y me pidieron  nuevamente que leyera. Este poema que titulé Los Árboles, forma parte del libro Algunas Palabras, por eso cuando Mohamed dijo (al comienzo) que iba a leer ese poema, pensé en hacer alusión al mismo. Apareció en el setenta y seis, y ahora Harry Almela, el amigo de La Liebre Libre junto con el equipo de editores lo reeditaron en Maracay, en esta edición muy accesible y yo lo prologué.  El poema es corto y dice así:

 

Hablan poco los árboles, se sabe.
Pasan la vida entera meditando
y moviendo sus ramas.
Basta mirarlos en otoño
cuando se juntan en los parques:
solo conversan los más viejos,
los que reparten las nubes y los pájaros,
pero su voz se pierde entre las hojas
y muy poco  nos llega, casi nada.
 
Es difícil llenar un breve libro
con pensamientos de árboles.
Todo en ellos es vago, fragmentario.
Hoy, por ejemplo, al escuchar el grito
de un tordo negro, ya en camino a casa,
grito final de quien no aguarda otro verano,
comprendí que en su voz hablaba un árbol,
uno de tantos,
pero no sé que hacer con ese grito,
no sé cómo anotarlo.

 

Hablaba ahora, no sé quién de los dos, creo que fue Mohamed, o si no Gumersindo, quien se refirió a una expresión que utilicé en una entrevista, sobre la poesía como última religión que nos queda. Entonces hablaba de algo que está tan extraviado en la vida contemporánea, y es la palabra en la verdad, la palabra en el centro.

Nosotros estamos rodeados de una palabra llena de mentiras. La palabra en la  televisión está constantemente usada para decirnos cosas que el que las está usando no cree en ellas. Él está vendiendo un producto y nos dice: “esto es lo mejor del mundo”, pero él no cree en eso, eso es mentira, y usted que lo está viendo tampoco le cree, y la palabra está allí aunque es pura mentira, y estamos acostumbrados a ese pacto de mentiras. Apagamos el televisor y salimos a la calle, y la gente está vendiendo y comprando, diciendo que esto es mejor que lo otro, y estamos en estado de mentira, de permanente mentira, en lo que es nuestro vivir cotidiano.

 

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Eugenio Montejo 1

Cuando nos acercamos a un poema podemos decir: “ese nos gusta” o “ese no nos gusta”. Ya eso es un sentido del gusto personal y estético. Lo que no podemos decir es que no es verdad. El hombre que está en un poema está diciendo su verdad. Él está allí diciendo su verdad como el que está a solas orando con su Dios. Usted puede decir: “Yo no creo en eso o sí creo o yo tengo otra religión”; pero lo que no puede poner en duda es esa verdad que está allí. Ese hombre está conectándose con una verdad profunda. Eso ocurre con la poesía que está en estado de verdad, frente a una palabra que constantemente en la radio, la televisión y la conversación diaria está devaluada por la mentira, la falsedad o el truco. La palabra, y eso lo debe haber hablado o lo deben haber sentido mucho en la palabra de Rafael, ese es uno de los temas que él ha trabajado más interiormente, me refiero a Rafael Cadenas y su búsqueda mística del ser…

(Continuará).  ¡Salud, Poetas!

 

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Mohamed Abí Hassan (El Tigre, 1956). Poeta, artista visual y editor independiente. Licenciado en Educación, Mención Artes Plásticas (cum laude), por la Universidad de Carabobo (UC). Ha ejercido la docencia en la UC y en la Universidad Arturo Michelena. Ha sido colaborador en las revistas Poesía y La Tuna de Oro (UC). Primer Premio II Bienal de Literatura Gustavo Pereira, Mención Poesía 2013; Primer Premio IV Bienal de Literatura José Vicente Abreu, Mención Poesía 2016; Primer Premio Concurso Nacional del II Festival 3.0 de Historias Comunales Ramón Tovar (2022).

Formó parte de la Comisión Rectoral del Encuentro Internacional de Poesía de la UC. Coordinó el Taller de Formación de Cronistas Comunales en Mariara, estado Carabobo, auspiciado por el Minci, la Revista Nacional de Cultura y el Centro Nacional de Historia. Actualmente se desempeña como facilitador de talleres de iniciación en la creación literaria, así como talleres sobre patrimonio histórico.

 

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