En esta oportunidad Mi añorada Valencia nos trae una historia de una creencia popular de esa Valencia: El ánima de la patica.

 

Durante mis años mozos conocí en el sitio donde se levantaba el Cementerio de Morillo a un anciano agricultor que tenia a su buen cargo, el culto y devoción del «Anima de la Patica».

Solo sabía su nombre: Justino, quien frisaba ya los 80 años, manteniendo un vigor que poco hablaba de su edad, ya que lo alumbraba una increíble lucidez y una rara fortaleza.

Algunas veces, los alumnos de la Escuelita Domingo Savio, eludíamos la clase de la tarde y nos íbamos por allí de curiosos en lo que se denominaba «sacar cera».

 

Detrás de la Escuela, unas calles mas arriba, hacia el Cerro de El Calvario, nos llevaba nuestro deseo de aventura y casi siempre me tropezaba con el viejo Justino, tomando sombra a un lado del pequeño mausoleo, (estilo griego) que allí se alzaba en medio de la sabana de El Candelero y que se mantuvo allí por muchos años.

Nos contaba Justino que «La Patica» pertenecía a un soldado que fue enterrado vivo en algún encuentro de patriotas y realistas y que en su afán por salir de la fosa pudo traer a la superficie, tan solo una porción de la pantorrilla, falleciendo por asfixia, al resultar vano su intento.

 

Por el mismo viejo Justino me enteré de que había sido su abuelo, quien había observado el fenómeno allá por 1820.

– Son mas de cien años, catire…! Yo heredé esta devoción de mi papá y el a su vez de mi abuelo Casimiro, que vivía en aquel ranchito que se ve allá… donde está aquel caimito…!

Y señalaba con el dedo curveado, una diminuta casita en la «pata» del cerro…

– Resulta que mi abuelo venía del pueblo pa’ cá! Casi nunca pasaba por el cementerio, sino que daba la vuelta por allá y caía en la casa… ¡Le tenía miedo a los muertos, catire…!

 

Justino reía mostrando muy poco dientes arriba y abajo y lo hacía estrepitosamente agregando…

– Yo a pesar de estar muchachito peleaba con él pa’ convencerlo de que los muertos no salen, pero él insistía en no pasar por el Cementerio, por sia… catire… por sia!

– Y ¿Cómo vio lo del muerto y La Patica, si nunca pasaba…?

– Yate, que te cuento…! Resulta que un día, él abuelo Casimiro venía de los mabiles de Palo Negro, «jumo», pero lo que se llama jumo…! Con más de dos botella de caña en el buche…!
Con esa tremenda pea, ni cuenta se dio de que estaba pasando por el centro del cementerio… con el «tres canales» terciado..!

 

– El ¿Qué Don Justino?
– El tres canales catire. El machete, que no lo abandonaba nunca. Como vio algo que se movía.

porque era octubre y luna llena, pudo dase cuenta de que lo que se movía era la pata que un soldado, en su agonía, había sacado fuera del hoyo…!

– Ver aquello, catire… y pegá tremenda carrera, fue una misma cosa!… Del tiro se le pasó la pea y llegó a la casa pálido como esta pared… y casi sin podé hablá..!

– ¿Y qué decía?…

– No hablaba, estaba tranca’o, catire… solo decía… ¡El muerto… el muerto… carajo… me salió el muerto!
– ¿No sería más bien un vivo abuelo? le pregunté. Pero él aseguraba que era un muerto, «con una pata afuera»…

A la mañana siguiente, cuenta el viejo Justino, fue la familia toda a ver el sitio donde el muerto se le había aparecido al abuelo y lo que vimos fue una pantorrilla negra, que salía de la tierra.

– Mi mamá entró a rezarle al ánima, tres padres nuestros, tres aves marías, tres salves, un credo y hasta «la magnífica»…!

 

– Mi papá buscó unos ladrillos y entre los tres le levantamos una capillita y la llenamos con cal…
– Y después, Justino… ¿Qué pasó con los años… después…?

– La Patica se secó y el ánima empezó a «jacé» milagros… a una señora que vendía loterías, le cayo el premio gordo, con un billete frío… en después a un pulpero que esta por allá abajo, el curó una «tremenda lora en un tobillo»… a otro vecino, le encontró una leontina que le habían roba’o… y así pues, así…!

 

En ese mismo barrio El Candelero, apareció la Virgen del Carmen en una «papa». Yo mismo vi el fenómeno allá por el año 5 5 cuando me llevó el chino Napoleón Rivero que conocía a la señora de la casa.

En una modesta salita, con el piso bien pulido como un espejo, en el centro de un altar lleno de flores y bien alumbrado, los devotos pudieron contemplar la milagrosa aparición de la Virgen:

– Mire señor: aquí se ve clarito el niño, que lo cargaba la Virgen en el brazo derecho… y fíjese en

el manto de color oscuro y la papa como su color natural…! (no era tal papa, era «níspero», (según me enteré años mas tarde.)

– Cuando tenga un problema catire, pídale solución al anima de La Patica… seguro que se lo resuelve…! -me decía Justino- pero… pero yo confiaba mas en la «Virgen del Níspero»… ¡Zape muerto…!

 

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Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

MÀS DEL AUTOR: MI AÑORADA VALENCIA: LOS FOTÓGRAFOS AMBULANTES

Ciudad Valencia