Hoy nos vamos a salir de lo que escribimos habitualmente en este espacio, que son temas de hechos y noticias internacionales. Nos vamos a enfocar en algo mucho más cercano y sufrido día a día. El tema del transporte público en Valencia y sus municipios aledaños.
El ser humano repetidamente se hace preguntas que nunca tendrán respuesta. A veces porque no las buscamos, a veces porque simplemente no hay respuestas, a veces ni hay respuesta ni las buscamos. Este parece ser el caso del problema del tránsito en nuestra ciudad de Valencia. Hace un par de años, cuando iniciábamos estas columnas, hablamos del problema de los semáforos de la ciudad y de ciertos problemas en la circulación de los vehículos, y entre otras cosas señalábamos que gran parte de la responsabilidad del caos vehicular recaía en la irresponsabilidad de los conductores.
Hemos visto desde hace algunos meses el anuncio del gobernador Rafael Lacava del Plan Rumildo, una iniciativa que busca sancionar, y con mucha razón, a aquellos conductores que violen las leyes de tránsito y cualquier norma lógica de manejo. Hay que ver cómo hay conductores de nuestra ciudad que violan con desparpajo casi cualquier regulación de tránsito.
Pero hay grupos dentro de los conductores que se llevan las palmas en cuanto a la mala circulación por las calles valencianas. Uno es el de los motorizados (no todos, es justo decirlo), el otro el de los choferes de transporte público (en este caso casi todos, eso también hay que decirlo), y dentro de los choferes de transporte público nos encontramos con los choferes de Transcarabobo. Estos tipos son un terror al volante.
Hace un par de años los carabobeños vimos con emoción cómo decenas de autobuses escolares importados, casi nuevos e impecables, comenzaron a circular por la ciudad paliando el gravísimo problema del transporte público, causado por la escasez de repuestos, el aumento de los precios de estos, las dificultades de la importación producto del bloqueo y, en muchos casos, el secuestro por grandes propietarios de estas unidades, organizados en mafias de transporte que eufemísticamente llaman sindicatos.
Más adelante llegaron los Yutong rojos, con música suave y hasta aire acondicionado, que se cansaron de sacar sonrisas a los usuarios del transporte público, que es la mayoría de la gente. Pero el idilio no iba a durar mucho.
El tema es que los choferes de transporte público son responsables de gran parte de la calamidad que los pasajeros sufren en él. Hace pocos meses, en la avenida Fernando Figueredo, una unidad de transporte público, aparentemente a exceso de velocidad, se salió de la vía, cayó en la calle paralela y fallecieron varias personas. Los vehículos no van a exceso de velocidad solos. Alguien los lleva a las altas velocidades.
En las avenidas Bolívar y Universidad vemos frecuentemente a las camioneticas compitiendo por los pasajeros, trancándose unas a otras. O se quedan exageradamente en las paradas esperando que pase el tiempo, mientras suben pasajeros y otras unidades de su misma línea y ruta se adelantan. Sin contar con los insultos y humillaciones que sufren los pasajeros por parte de choferes y por esa especie humanoide llamada colectores. Pero lo peor son las múltiples violaciones de tránsito.
Estamos cansados de ver a las camionetas irrespetando los semáforos en rojo y en especial a los buses de Transcarabobo. Estas unidades, que deberían dar el ejemplo de circulación que el mismo gobernador Lacava pide a los conductores con el Plan Rumildo son los peores violadores de las normas de tránsito.
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Es muy difícil pedirle a la colectividad que respete la circulación cuando los conductores de uno de los programas emblemáticos de este gobierno son los máximos irrespetuosos de las normas de tránsito. Y a estos hay que agregar a los diferentes cuerpos de Policía, que en motos y patrullas tampoco respetan las normas de tránsito y, por último, algunos privilegiados escoltados en sus camionetotas, como decía Chávez, tampoco respetan las normas de tránsito y abusan paralizando el tránsito para que ellos pasen sin obstáculo alguno.
Si queremos mejorar la circulación en la ciudad, evitar los accidentes con víctimas y ser mejores ciudadanos debemos educarnos en este sentido.
Con esto terminamos por ahora, pero nos queda hablar de los abusos de los motorizados, de los semáforos dañados y de la ausencia de evaluación para otorgar licencias, a pesar de eso nuevo que se llama certificación de saberes.
Lamentablemente esta historia no ha terminado, parece haber una historia sin fin.
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Fernando Guevara Herrera (Valencia, Venezuela, 1967) es abogado egresado de la Universidad de Carabobo en 1995. Tiene especialización en Gerencia Pública, actualmente realizando tesis de especialización en Educación Superior en la Universidad José Antonio Páez (UJAP) y en el doctorado en Educación UPEL, núcleo El Mácaro. Tiene curso de especialización en Marco Jurídico de la Cooperación Cultural Iberoamericana, Universitat de Barcelona, España. Beca del Ministerio de la Cultura de España.
Fue Jefe de Extensión Cultural y Recursos Humanos de la Biblioteca Nacional de Venezuela. Consultor Jurídico del Centro Nacional de Historia, del Archivo General de la Nación y del Complejo Editorial Batalla de Carabobo (Cebac); Registrador Público de los municipios Naguanagua y San Diego de Carabobo. Auditor Interno de FUNDADEPORTE y Sub Director del Museo de Arte Valencia (MUVA). Es también profesor de la UJAP y locutor desde 1990.
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