Vuelo a lo invisible-Montejo-Mohamed
Hay quien hace de la técnica un monstruo,
hay quien adora la cámara como si se tratase
de una diosa, ¡no!
La cámara es ese objeto que sirve para escribir.
Encuentro absurdo a un escritor capaz de adorar
su pluma o un pintor adorador de su pincel.
Lo esencial es esa cultura, casi renacentista desde
el punto de vista de la época, la vivencia del mundo,
la capacidad de escudriñar, desmenuzar. Eso es esencial.
                                                                    Margot Benacerraf

 

Con esta quinta crónica cinéfila finalizamos nuestro recorrido por el mágico mundo del arte cinematográfico, donde tuvimos oportunidad de pasearnos por la obra de diferentes realizadores nacionales; además de compartir nuestra experiencia y parecer en torno al acontecer histórico social desde la perspectiva de la captación fugaz de la imagen en movimiento.

Tal como dijimos al comienzo de estas entregas, fue con el  invento del cinematógrafo de los hermanos Louis y Auguste Lumière que culminaron toda una serie de experimentos hasta dar con el paso de la fotografía al cine. Son claves los aportes de JosephNicéphore Niepce hacia 1816, quien logra obtener su primera fotografía de un paisaje, y posteriormente, poco antes de morir, se asocia con Louis-Jacques Mandé Daguearre que hereda el invento, lo perfecciona y lo populariza con el nombre de daguerrotipo.

La primera película que rodaron  estos geniales hermanos fue La salida de los obreros de la fábrica Lumière, con la cual se inauguraba el género de la publicidad cinematográfica. No obstante, la que mejor acogida encontró entre el público fue La llegada del tren, cuyo realismo-reforzado por la técnica de la profundidad de foco- sembraba el pánico en la sala, pues daba la impresión de que la locomotora se venía encima.

Entonces hago un viaje inverso en el tiempo y los recuerdos pasan uno a uno como caravanas por mi mente y se agolpan en mi memoria hasta trasladarme a finales de la década de los 80 a La Colmena, nombre dado al espacio donde funcionaba el taller de fotografía dirigido por Wilson Prada y Daniel “hippie” Peña, en la urbanización Calicanto de Maracay. Posteriormente, dicha experiencia daría paso a la creación de la Escuela Regional de Fotografía del estado Aragua, contribuyendo de esta manera a la formación y difusión de las artes visuales en la región central del país, conjuntamente con el cine club de Agronomía.

A partir de allí comenzamos a transitar por la fotografía de arte con la cámara analógica rusa, haciendo tomas a todo aquello que encontrásemos en el camino, llegando al extremo de adquirir una ampliadora y proveernos de los químicos para el revelado y la fijación de las atrevidas fotografías, hasta lograr la inolvidable experiencia de ver aparecer lentamente en el cuarto oscuro las imágenes en blanco y negro sobre el papel fotográfico, marca Ilford o Kodak de 400 Asas, ante nuestros desorbitados ojos asombrados ante la magia…

De Maracay nos trasladamos a Valencia donde nos topamos con otro acontecimiento histórico que cabe señalar en este recorrido cinéfilo el cual tiene relación con el polémico inventor, Thomas Alba Edison, quien “En una fecha tan remota como el 8 de octubre de 1896, en la plaza Bolívar de Valencia exhibió  su nuevo invento: el vitascopio, un proyector que sentaría las bases del cine junto con el cinematógrafo de los Lumière”, según leemos en la crónica de Luis Felipe Hernández López, titulada “Cómo hacer cine en una ciudad de bodegones y murciélagos”.

Seguidamente, nuestro cronista nos comunica: “En las décadas de los cuarenta y cincuenta numerosos cines de la ciudad estrenaron películas como  Doña Bárbara (1943) y hasta contaron  con la presencia de la protagonista, María Félix, en el teatro Imperio, en su centro…”

Recomendamos ampliamente este interesante trabajo publicado en internet y del cual tuvimos conocimiento gracias a un amigo. Allí podemos encontrar también la opinión de destacadas personalidades relacionadas con el quehacer cinematográfico de Valencia: “Daniel Siugza lo dice claro: Hollywood no sale del imaginario colectivo. Al ver algo diferente, el público lo rechaza porque en su chip solo acepta la narrativa y estética propias de la industria. Es solo un universo de cinematografía, no el único. “no niego que Hollywood nos haya traído excelentes películas, pero se tradujo a una hegemonía…Si no  se entiende que hay otras estéticas cinematográficas, estamos jodidos-espeta Siugza-, porque si pretendes hacer lo que hace Hollywood, y jamás lo podrás hacer porque jamás tendrás un presupuesto como el que tiene cualquier película de Hollywood. La calidad técnica, la incesante búsqueda de una estética diferente, influyen en la percepción del público. También la falta de industria, aupada en parte por el centralismo”.

Siguiendo nuestra cinéfila travesía nos encontramos con Margot Benacerraf (Caracas, 1926), directora, guionista y productora de cine, además de reconocida pionera y emblema del cine nacional. Graduada en 1947 en la primera promoción de Filosofía y Letras de la UCV, fundadora de la Cinemateca Nacional de Venezuela, en 1966 y doblemente galardonada en el Festival de Cannes de 1959, con el Gran Premio de la Crítica Internacional (Fipresci), compartido con Hiroshima mon amour de Alain Resnais, considerado el más codiciado de todos los premios por no responder a arreglos oficialistas, según los entendidos,  y con el Premio de la Comisión Superior Técnica a su película Araya.  En la premiación  François Truffaut recibió con su film 400 golpes el premio a la dirección, y Luis Buñuel el premio internacional con Nazarín.

En una entrevista realizada en 2019 por la revista Clímax sobre su aclamada película, nuestra amiga afirma: “Han pasado 60 años y no ha habido manera de que la gente entienda que Araya no es un documental, sino una narración poética, así la aceptaron en Cannes…Yo no tengo nada en contra del documental, siempre lo he defendido, pero un documental  es un género que te limita en cierta manera, y Araya es un intento de trascender el documental. Araya, bajo su aparente simplicidad, es una cosa muy complicada porque al mismo tiempo de convivir y de usar el neorrealismo italiano, me da libertad como directora”.

Confesamos que nos cuesta decidir por cuál faceta abordar brevemente a nuestra prolífica realizadora dada su amplia trayectoria. No obstante, podríamos decir que sus películas han sido celebradas por la crítica internacional y galardonadas en una época liderada por hombres. Con su documental Reverón (1952), se abrió paso en el ámbito internacional, siendo expuesto en Festival de Berlín, en junio de 1953, y en el Festival de Edimburgo, en agosto del mismo año. Igualmente, fue proyectado en la Cinemateca Francesa y en la Cinemateca  Belga del Palacio de Bellas Artes de Bruselas; posteriormente, en noviembre de 1953 fue seleccionado por la Asociación Francesa de la Crítica de Cine y Televisión para que se proyectara en la apertura de la Sala de Cine de Arte y Ensayo del Studio de Etoile en París.

Cerramos este  atrevimiento de osar escribir algunas majaderías desde nuestra incurable cinefilia, con algunos fragmentos del texto, Una Larga Luz con Margot Benacerraf, aparecido en los Cuadernos de Cineastas Venezolanos Nro. 9, calzado con la firma del poeta Luis Albero Crespo.

 

 

“Ella hizo el mediodía en el cine, lo convirtió en una obra de arte. Su fervor por la luz y por la tierra que la desnuda-y es su memoria-aparece en ese diálogo dominical donde se cruzan la palabra y su silencio, la pregunta y su recuerdo, y cuyo lugar de encuentro es el destino del país…Dama de lo árido me gusta llamarla. Nunca se lo dije y quise ir a nombrarla de ese modo en lo alto de la torre América, donde hojea papeles y recuerdos y es una estatua viva del cine de este tiempo. La distancia con la que amo frecuentar en mi memoria las imágenes de unos seres  llevando sobre sí las formas de la blancura y el silencio de un arte del atardecer-y de la locura sagrada de su creador nunca logró acortarse por más que la copiosa meditación crítica acerca de Araya y Reverón entonaran un discurso donde sólo se da razón al desgaire, de la amistad del artista por una tierra desprovista y llagada y por los seres que en ella se transfiguran»…

 

LEE TAMBIÉN: “Crónica cinéfila: a propósito del Día Nacional del Cine (4)”

 

-Creo que en mí ha estado presente, desde lo más remoto de mi memoria, la palabra bíblica, genésica. Mis padres, que eran sefarditas, solían escenificar, en maravilloso sincretismo, la convivencia de los hombres con Dios. Además solían recurrir a un idioma antiguo, al viejo español del siglo XIII. Mi padre me hizo sentir que en la palabra de la Biblia se adivinaba como un grande y fascinante espectáculo de ritos y encantamientos.

-Hubo así, una formación o sino, un entendimiento con lo sagrado en tu sensibilidad.

-Sí, sin duda. Recuerda que Araya comienza con las palabras del Génesis. La mística ha tenido gran influencia en mí. Cuando ingresé a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Venezuela busqué el sendero de San Juan de la Cruz, el rincón de Juana de Ávila, el apartamiento de Fray Luis de León. Mi tesis de grado versó sobre El cantar de los cantares. Siempre busqué esa lectura, esa conducta. Sí, es posible que todo eso se deba a mis ancestros sefarditas marroquíes, que eran gentes de un pueblo intensamente religioso, menos pragmático que los ashkenazi, o más propicio a la fantasía…

-¿Y la poesía Margot? ¿En qué medida ha formado tu sensibilidad, tu mirada? ¿Cómo entender a Araya y a Reverón sin la “lectura” poética que ellos exigen? Hace tiempo te hice esa pregunta.

 

Margot Benacerraf-Reverón-crónica cinéfila

Araya no es un documental; acaso Reverón y sin embargo… Quise mirar la vida haciéndose, una y otra vez, en la luz. El poeta Pierre Seghers y yo escribimos los comentarios de Araya. Yo no sé dónde termina el cine y dónde la poesía en lo que yo hago. Pero sí creo que este oficio exige una cultura general, que no basta con graduarse de cineasta o conocer a fondo la técnica, etc. Es preciso conocer al hombre en su imaginación y en su pensamiento: la pintura, la poesía, la música, la literatura, el teatro, la historia…”.   

¡Salud, Poetas!

 

***

 

Mohamed Abí Hassan (El Tigre, 1956). Poeta, artista visual y editor independiente. Licenciado en Educación, Mención Artes Plásticas (cum laude), por la Universidad de Carabobo (UC). Ha ejercido la docencia en la UC y en la Universidad Arturo Michelena. Ha sido colaborador en las revistas Poesía y La Tuna de Oro (UC). Primer Premio II Bienal de Literatura Gustavo Pereira, Mención Poesía 2013; Primer Premio IV Bienal de Literatura José Vicente Abreu, Mención Poesía 2016; Primer Premio Concurso Nacional del II Festival 3.0 de Historias Comunales Ramón Tovar (2022).

Formó parte de la Comisión Rectoral del Encuentro Internacional de Poesía de la UC. Coordinó el Taller de Formación de Cronistas Comunales en Mariara, estado Carabobo, auspiciado por el Minci, la Revista Nacional de Cultura y el Centro Nacional de Historia. Actualmente se desempeña como facilitador de talleres de iniciación en la creación literaria, así como talleres sobre patrimonio histórico.

Ciudad Valencia