Divagaciones - Arnaldo Jiménez - revolución-ecología

No soy adicto a las pruebas estadísticas, no me gusta recurrir a las fórmulas de recolección de datos y de demostración matemática para soportar el núcleo de un argumento, el tanteo del pensamiento por alguna parte de sus fulgores intuitivos; pero esta vez me vi obligado a hacerlo. Pido disculpas de antemano a aquellas personas que no quieren encontrar este tipo de asuntos de la academia en un artículo de prensa que se caracteriza por la libertad de la expresión escrita.

La presente reflexión arranca desde una base de datos erigida a partir de una encuesta realizada a dos mil doscientas veintidós personas. Sé que no es suficiente la muestra para lo que quiero acometer, pero precisamente eso forma parte de la duda que deseo transmitir, el lector podría preguntarse: ¿será que todas las personas sentimos lo mismo, que eso ocurre en otras latitudes? Tardé dos años en acumular todas las entrevistas, me sirvió de mucho el tipo de trabajo que realicé por más de veinte años: fui profesor en varias instituciones y coordiné en las escuelas de los municipios Juan José Mora y Puerto Cabello un programa relacionado con la lectura y la escritura; además, tuve acceso a varios grupos de artistas por mi vinculación al área cultural (fui presidente del Ateneo de Puerto Cabello durante seis años) y mi participación en varios eventos nacionales relacionados con la poesía y la narrativa.

Un trabajo muy paciente arrojó un resultado que ya yo intuía por la vigilancia permanente que mantengo al comportamiento humano, incluyéndome en él, por supuesto. Sin embargo, quiero decir que echar mano de un recurso estadístico obedece al grado de aceptación como verdad que tiene la concepción marxista de la alienación, la cual comparto casi toda, lo hice para que el argumento no quede como un esfuerzo solitario que realiza un simple mortal como yo y entonces se le coloque encima la tilde de la especulación o del invento por el invento.

Antes de decirle cuál es la parte de la teoría de la alienación marxista que voy a tratar de poner en duda, detallaré cuáles fueron las preguntas realizadas a la muestra antes descrita, dividida por edad y sexo, en qué región geográfica y social se realizó y un breve análisis de sus resultados que será donde romperemos un poco la formalidad presentada hasta el momento. Veamos:

La muestra quedó dividida, por sexo, de la siguiente manera: mil doscientas veintidós personas, 588 hombres, 634 mujeres. Las zonas escogidas fueron barrios del municipio Juan José Mora: La Esperanza, La Victoria, Banco Obrero; y del Municipio Puerto Cabello: La Elvira, Cumboto II, Santa Cruz, San Esteban. Escogimos una encuesta de pocas preguntas, precisamos lo que queríamos obtener tanto en lo positivo como en su contradicción. Las preguntas fueron las siguientes:

 

1- ¿Cuáles son las motivaciones que le llevan a adquirir un objeto nuevo?
a- La moda     
b- El prestigio      
c- Sentirse bien          
d- La necesidad
    
2-¿Cuál de los siguientes términos resumiría su relación con las cosas?
a- Alegría   
b- Emoción   
c- Indiferencia   
d- Utilidad sin emoción
  
3-¿Puede concebir una sociedad sin mercancías?
a- Sí. Explique.
b- No. Explique.

 

4-¿Se considera una persona consumista?
a- Sí. Explique
b- No. Explique

 

5-¿Qué significa para usted ser consumidor?

 

Daremos a continuación una lectura general de acuerdo al mayor porcentaje de las respuestas: a la primera pregunta el 80 por ciento de los entrevistados dijo que la moda y sentirse bien van juntos, en lo personal considero que no es así, pero debo atenerme a las respuestas. La moda obtuvo el 45 por ciento (haciendo la salvedad de la sinonimia entre ella y sentirse bien), sentirse bien el 28 por ciento, la necesidad el 18 por ciento y el prestigio el 9 por ciento.

En la segunda pregunta: el 52 por ciento de los entrevistados sienten emoción y la asocian con la alegría; un 34 por ciento dijo utilizar la mercancía sin sentir alegría, aunque cuando es regalo indudablemente que sí se alegran. Un 10 por ciento expresó que son indiferentes a las mercancías; pero manifestaron estar apegados a sus casas y a algunos objetos que han adquirido. Un 6 por ciento expresó no querer responder.

A la tercera pregunta: un 95 por ciento manifestó que no pueden concebir una sociedad sin mercancías, porque de ello depende la vida de las personas. Un 5 por ciento dijo que podían imaginarse una sociedad sin dinero, pero no sin mercancía.

A la cuarta pregunta: un 79 por ciento expresó que sí se consideran personas consumistas. Un 12 por ciento expresó ser consumista, pero sin la compulsión a la compra. Un 9 por ciento expresó no querer responder.

A la quinta pregunta: un 25 por ciento dijo que ser consumidor es no tenerle amor al dinero; un 42 por ciento expresó que ser consumidor es querer subir de posición social; un 15 por ciento manifestó que ser consumidor es una forma de prestigio, el resto estuvo dudoso o no quiso responder.

Bien, nuestro propósito se acerca. Parece imposible desvincular de las respuestas algún tipo de emoción, las palabras acarrean la emoción y ella forma parte de la respuesta.

La tesis marxista consiste en afirmar que el trabajo capitalista en cada una de sus partes es alienante y alienado. Son muchos los autores que han trabajado sobre este tema, nosotros elegimos trabajar con el libro de Carlos Marx más representativo en torno al problema de la alienación: Los manuscritos económicos y filosóficos de 1844. En su aspecto básico o esencial, este texto lo consideramos vigente, la alienación se ha intensificado con el desarrollo de las técnicas productivas, solo el despliegue publicitario incorpora a la alienación un caudal novedoso de manipulación psicológica que nos permite afirmar que la psique humana se halla en más desventaja para afirmarse en el trabajo que en el tiempo en que Marx publicó Los manuscritos…

Nos interesa resaltar que, en el libro elegido, Marx señala insistentemente que los sentimientos humanos son deformados por el dinero, que esta mercancía universal lo es porque puede comprar también aquello que el hombre no puede hacer. El dinero, siendo la expresión del desarrollo de la sociedad capitalista, permite de igual manera, el desarrollo de todas las pasiones humanas. Nosotros estamos de acuerdo con estas afirmaciones, en la base económica, el peso lo soporta, la conversión del trabajador en mercancía, el valor de la mercancía se humaniza y el ser humano pierde sus potencialidades y deja de afirmarse como individuo y como especie.

El producto del trabajo, tanto el dinero como las demás mercancías, es un “objeto externo que lo domina”, en las mercancías se objetiva el trabajo y se le enfrenta al trabajador “como un poder autónomo. La vida que él ha dado al objeto se le opone como una fuerza ajena y hostil”. Bien, esta fuerza que enajena, que saca fuera de sí al trabajador, al circular en forma de dinero irrumpe en seres que no son trabajadores y consigue los mismos efectos.

Es tanta la fuerza de la mercancía, que se escapa a sus productores y cobra vida propia. Cuando se considera al humano como mercancía es porque el proceso productivo lo ha deshumanizado “mental y físicamente”. ¿Podemos negar esta realidad económica y cultural que nos invade y nos determina en una creciente pérdida de la riqueza interior humana que produce el trabajo cuando se concreta como trabajo muerto en la vida del capital? Imposible; pero la mercancía no es asumida de esta manera por el trabajador y, mucho menos, por el no trabajador. Digamos que el proceso productivo impregna a todos los seres humanos con sus valores, genera una episteme oral y ética en la que no parece haber márgenes. La mercancía de alguna manera transmite su poder y el ser humano, sabiendo que ella es inevitable, se le enfrenta con otros recursos que no aparecen ni tienen por qué aparecer en la teoría de la alienación.

Resumiremos los aspectos más importantes de la teoría de la alienación marxista para enseguida ofrecer nuestros puntos de vistas que no buscan la invalidación de la misma sino la posibilidad de interpretarla desde otra historicidad. Según nuestra lectura la alienación es una pérdida de las capacidades humanas, no encontrarse en el trabajo, no afirmarse en él, es una especie de desgarradura que hace aparecer en un sitio lo que iba en otro, una permanente negación de lo humano en el modo de trabajar, de tal manera que solo lo animal nos hace sentir humano y lo humano nos hace sentir animal, lo producido escapa del productor, el trabajo vivo se objetiva y se transforma en trabajo muerto, el trabajo concreto se volatiliza en trabajo abstracto, la suma de todos los trabajos expresados en la mercancía, el valor de cambio borra la cualidades particulares de la mercancía y domina al valor de uso.

La mercancía general o universal, el dinero, media entre las relaciones entre los humanos, al colocarse como patrón de medida de todas las cosas ha terminado por valorar también a su productor, determina así los valores morales y los ajusta a los requerimientos para su obtención. El ser humano, así, posee, quiera o no, dos valores en sus relaciones, uno de uso y otro de cambio, la teoría del valor se extiende a otras relaciones que no son las estrictamente laborales en las industrias y la explotación del ser humano en aras de la acumulación del capital conoce muchas otras variaciones que podrían resumirse en dos: explotación intelectual y física, ningunas de las dos están separadas, pero según el trabajo una tenderá a ser más explotada que otra.

Al final, el producto del trabajo cosifica al ser humano, lo vuelve cosa, y es en este punto donde podremos objetar los resultados de nuestras entrevistas y nuestras reflexiones: las teorías siempre dejan de lado, por metodología y muchas veces por conveniencia, las pasiones y los afectos humanos reales, pero quizás estos elementos, mejor dicho, estos móviles de la conducta humana, pueden poner en dudas algunos aspectos de tales teorías.

Siempre recuerdo el día en que mis hijas me comenzaron a mirar con sus ojos amorosos, ese día puse en duda la teoría del complejo de Edipo freudiana. No puedo concebir que en esas expresiones del alma exista un deseo sexual escamoteado o sublimado, siento que esos afectos están más allá del deseo. Lo mismo me ha ocurrido con la relación de las personas con las cosas, esa manera que tenemos de defenderlas hasta el punto de dar la vida en un momento determinado, sería interesante leer los índices de homicidios y ver como un gran porcentaje de ello se debe a la resistencia a ser robados. Indudablemente que, si partimos de la premisa que coloca a la existencia del dinero como causa de ese tipo de muerte, estaríamos de acuerdo; pero no se trata de lo que pudiera haber sido o de lo que no debe ser, se trata de lo que ocurre y de las diferentes lecturas que esos sucesos pueden tener.

Decíamos entonces que la relación entre las personas y las mercancías alcanza el grado de decisión entre la vida y la muerte, la mercancía que así es cambiada valoriza a la muerte y la iguala con la vida, esta última deja de ser importante y se condensa toda en el objeto a defender, y muchas veces, una sola cosa, digamos un carro, una casa, resume todo el esfuerzo de una existencia gastada en obtenerlos, es parte de la perversión del sistema capitalista que lo que unos logran en veinte años otros lo hacen en dos minutos, pero la persona que asesina por un objeto se iguala al capitalista en el sentido antes dicho, logra en dos segundos lo que el otro logró hacer en veinte años, además lleva al extremo y a alta velocidad la metáfora más real de la explotación: mi vida no me pertenece.

La alienación no considera el aspecto afectivo que une a un ser con un objeto, la identidad que subyace en esta relación. Como pudimos apreciar en las respuestas a nuestra encuesta, las personas sienten alegría al obtener y usar una mercancía. En lo particular, cuando regalo algo, es importante el gesto de la otra persona a quien se le da el regalo, el brillo en la mirada, el agradecimiento, la alegría, el abrazo. No me importa para nada que la mercancía tenga un valor alienante de mi personalidad cuando esa misma mercancía significa la alegría para un amigo, una compañera de vida o unas hijas…, pero quizás esto sea aún un argumento débil, los marxistas dogmáticos dirían por ejemplo que los afectos a las mercancías son consecuencias de la sociedad capitalista, demostraciones del efecto perverso del capital en el alma de las personas, etc. Bien, lo que queremos que se tome en cuenta es que hay un desprendimiento de la mercancía una vez que se compra, ya no es parte del mercado, aunque es parte directa del consumo, pero en este consumo se adapta a los diferentes valores de uso que las subjetividades le den, por ejemplo:

Las mercancías son parte importantísimas en los rituales de muerte que las culturas urbanas y rurales han creado: canciones, botellas de licor, tatuajes, cigarrillos, drogas de cualquier otra índole, carros, flores, pistolas, chaquetas, navajas, café, chocolate, figuras de santos y espíritus… Los rituales en torno a la muerte son poderosas maneras de afianzarse que tienen las mercancías que en ellos pierden sus efectos alienantes y se “ritualizan”, adquiriendo un valor religioso. Otros rituales también nos revelan a la mercancía con su pérdida de poder sobre el ser humano, hablamos por ejemplo de los ritos de iniciación de las bandas en las barriadas, allí las mercancías entran en la circulación de los signos de pertenencias, el cigarrillo a tempranas edades, el tabaco de marihuana, el polvo, la piedra, el arma como prestigio, las marcas de las ropas.

Otro tanto ocurre con las fiestas folclóricas, en los ritos de los diablos danzantes, por ejemplo, los disfraces adquieren un carácter sagrado, al igual que las máscaras y los sitios donde se guardan esperando el día escogido. Los rituales, podríamos decir, son expresiones de las ligaduras afectivas del humano a las divinidades o al espacio donde trazan la grafía de la unión, porque hay otros rituales menos marcados socialmente que también tienen el mismo sentido y en ellos las mercancías juegan un papel importante, me refiero a los llamados sancochos, terneras, parrilladas, los encuentros familiares en épocas como las decembrinas y las de semana santa: las cervezas, las verduras y animales preparados para la ocasión, las hallacas y los rituales de preparación que logran reunir a la mayoría de la familia, los árboles navideños, los pesebres, las luces intermitentes, las ollas, etc.

Las mercancías pierden sus dibujos originarios, su papel cosificante, no pueden aguantar las envolturas que los consumidores le dan; ¿sería justo llamar a un diablo danzante consumidor o alienado? Cuando seguimos las huellas de las subjetividades, nos damos cuenta de que las mercancías no tienen el tal poder que la teoría de la alienación marxista le atribuye: casi todas son desechadas después de cierto tiempo de uso, pero una gran parte se traslada a otros usos que no son aquellos para los cuales nacieron, ropas que sirven de coletos, potes que son porrones, neveras que son depósitos de bolsas, mesas que se transforman en altares y pare usted de contar. Imaginemos un altar casero y enseguida veremos la transformación de la mercancía, la vela que se desgasta frente a la imagen del Corazón de Jesús no es la misma que fue comprada en la bodega, aquella lleva un mensaje al dios, o a los santos, fue encendida por la devoción, se pretende que lleve luz a los muertos de la familia. La vela se derrite sobre un plato que un tiempo sirvió de base a la taza de café que se les ofrecía a las visitas.

Todo acto en los ritos contiene una intencionalidad que rebasa la contingencia de lo meramente comercial, el ser humano parece buscar lo trascendente en lo cotidiano, el misterio en lo obvio, no se conforma con un solo patrón de comportamiento y tiende a pluralizarse en sus acciones. De esta manera podemos entender por qué muchos campesinos le ponen nombre de mujer a las vacas y a los carros, encomiendan los utensilios de trabajo, rezan al sembrar, se persignan al comenzar o al terminar una faena. Y ¿qué podemos decir de aquellas familias que acostumbran conservar los regalos y dejarlos como herencias familiares porque ellos marcan la presencia de una ausencia y llevan en sus formas el recuerdo o la memoria de amigos y seres queridos? Acaso no es una manera de conservar lo ido, de aguantar el paso del tiempo, una mercancía nunca es una mercancía salvo cuando reposa en las vidrieras o en los estantes.

La clase supuestamente dominada tiene como uno de sus sentidos históricos, deformar los mensajes, transformar, burlarse de lo que el poder Occidental pretende al ejercerse sobre los cuerpos y las mentes, dominarlos. Podemos imaginarnos ahora la importancia de las mercancías en las relaciones sociales: ¿qué sería de un lector sin las librerías, sin los libros, puede un niño pasar por la niñez sin juguetes, puede un médico dejar sus apegos a los aparatos, los brujos a sus tabacos, etc.? Las mercancías no producen una falta, la tapan, la falta ya está, es previa a nuestra conversión en ser consumidor, las mercancías completan una personalidad o la rompen, coadyuvan a profundizar al ser y defenderse de las concepciones prefabricadas que el mercado tiene de él.

 

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Los llamados “santeros” tienen rituales donde muelen una gran cantidad de billetes y se los otorgan a los presentes para que en sus vidas halla dicha y prosperidad económica, billetes encomendados a los espíritus. De la misma manera muchos creyentes piden a sus santos o espíritus protectores y bienhechores que le concedan un carro o una casa, un trabajo o el premio de una lotería, podemos entonces ver cómo los altares se llenan de carritos de juguetes que ya dejan de serlo, casas pequeñas a los pies de las Tres Potencias o de Cúcuta, los boletos de lotería en los brazos de Santa Bárbara o San Juan, la devoción, la lealtad, la fe, la creencia, la petición, son expresiones de la religiosidad popular que no tiene concreción en objetos, pero que los usan como formas de representar la caída de la divinidad en la tierra y en los problemas sociales de la cotidianidad.

En fin, afirmamos que es verdad que esta sociedad consumidora se pervierte a través de la publicidad y el dominio del mercado, pero también este ser humano genera prácticas que fungen de defensa ante la tentación de perder el alma que subyace en el poder del capital. Pienso que las mercancías se humanizan y pierden el poder enajenante que le atribuye la teoría de la alienación cuando son sacralizadas por el poder de la creencia o de los sentimientos. El ser humano se alegra con las mercancías, se apega a ellas, se emociona, establece lazos de pertenencia, de unión, las usa para otros fines más trascendentes; sienten placer en el trabajo, no conciben una sociedad organizada sin la presencia de las mercancías, se sienten bien usándolas o comprándolas.

Estamos leyendo los resultados de nuestra encuesta, no queremos ser comprendidos como anti-marxistas, todo lo contrario, la teoría de alienación no se ve afectada por nuestras consideraciones, de ninguna manera esa sería nuestro objetivo, Marx fue un pensador, se erige como un ser indispensable en la comprensión de la realidad de la sociedad capitalista cada vez más disfrazada por sus adelantos tecnológicos; nosotros solo intuimos un escollo que nos ofrece sobre todo nuestra subjetividad latina y mostramos los usos de la mercancías en algunos rituales y su inmersión en los afectos que la ligan al consumidor.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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