Seguimos en la onda de las palabras antañonas. La de hoy, que corrió mucho en la Ciudad de los Techos Rojos como voz genuinamente caraqueña, aún sobrevive en la Caracas trepidante, erizada de rascacielos de nuestros días y en el resto del país que la recibió como gentil regalo de la capital. Esa palabra no es otra que el verbo vitoquearse, dificilísima de traducir cabalmente a cualquier idioma extranjero y todavía usada por muchos venezolanos, inclusive por muchos jóvenes que no se incomodan si por emplearla son llamados puretos o romanudos.
El origen de la palabra vitoquearse constituye uno de los capítulos más regocijantes de la historia menuda de Santiago de León de Caracas: allá por los años veinte existió en esta dichosa ciudad, que jamás perdió su sentido del humor, un personaje pintoresco cuya presencia nos ayudaba a sobrellevar las penurias de la era gomecista.
Era el señor Vito Modesto Franklin, elegante caballero que ostentaba los títulos de Duque de Rocanegras y Príncipe de Austrasia. Hombre adinerado, propietario del viejo Teatro Olimpia, se podía dar todos los lujos que deseara. Vito Modesto vestía con exquisita elegancia y paseaba su narcisismo furibundo por las calles de la ciudad que le llevaba la corriente para divertirse a sus costillas.
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La prensa, especialmente el semanario humorístico “Fantoches”, le estimulaba su engreimiento dedicándole toda clase de ditirambos y presentándolo como el vencedor de Rodolfo Valentino en la pelea por el favor de los corazones femeninos. Hasta le llegaron a inventar un escudo de armas, unos falsos pergaminos en los cuales constaban sus títulos de nobleza y una lejana novia europea, la cautiva princesa Piperazina de Midy; este nombre, malévola invención de los “mamadores de gallo”, era en realidad el de una medicina.
La gloria de Vito Modesto Franklin, duque de Rocanegras y Príncipe de Austrasia, comenzó a desvanecerse un día de 1930 cuando perdió una pierna en un lamentable accidente, causado por la explosión de un aparato inventado por un protegido suyo. Murió en 1938 y nos dejó como herencia estas simpáticas palabras, vitoquear y vitoquearse. Ambas derivadas de Vitoco, nombre cariñoso que el pueblo puso a Vito Modesto Franklin.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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