“María Enciso, una poeta del testimonio” por Vielsi Arias

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Vielsi Arias, autora de la columna de Ciudad Valencia "Ciudad Escrita"

Virginia Fernández Collado, poeta, docente e investigadora nacida en Almería, España, visitó Venezuela recientemente , en el marco del 17º Festival Mundial de Poesía, donde presentó su libro “María Enciso, Poesía completa”, editado por el Instituto de Altos Estudios Almerienses.

Se trata de una antología que, como bien expresa la autora, busca “devolver a la luz las obras poéticas de María Enciso injustamente caídas en el olvido”.

 

María Enciso-libro-presentación

María Enciso es una poeta española nacida en Almería en 1908, perteneció a la generación de poetas del 27, entre los cuales se encuentran: Rafael Alberti, Federico García Lorca y Dámaso Alonso, entre otros. Como una forma de reivindicar su obra y memoria, Virginia Fernández Collado ha desarrollado un estudio crítico y prólogo que forman parte de la edición, donde reúne  la obra poética en un volumen con los libros Cristal de Horas (1942), De Mar a Mar (1946) y los sonetos publicados en la revista Las Españas de México (1946). Para la autora, la poeta pertenece a una tradición de poesía europea del testimonio, en la que se encuentran Paul Celan, Primo Levi, Ossip Mandesltam, Anna Ajmatova, y Marina Tsvetáyeva.

María Enciso fue una poeta a la que le tocó vivir momentos muy duros y convulsos durante la Guerra Civil Española. De origen humilde, migró desde muy joven a Barcelona para cursar estudios en la Escuela Normal de Maestras. Ya establecida en la ciudad, frecuentaba las Residencias de Estudiantes de Ríos Rosas, donde se vinculó a otros poetas, intelectuales y a organizaciones políticas de la época, como la Unión General de Trabajadores (UGT), una organización sindical marxista de España, y el Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC).

 

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En 1938, las tropas franquistas tomaron Barcelona y ella huyó junto a muchos españoles. Desde el exilio continuó haciendo tareas internacionales para rescatar a niños españoles víctimas del fascismo. Residió en Francia, Inglaterra, Colombia, Cuba y, por último, México, donde falleció.

María Ann Dellinger, en su texto “Los tres exilios de María Enciso”, se refiere a la poeta como una voz en el exilio que busca “aferrarse a su propio afecto de la Península”. Se trata de una poeta que siempre dejó ver su llanto por España, la tierra a la que nunca pudo volver. En sus libros de ensayo y poesía, deja ver la nostalgia por su país. El eje de toda la obra es la imagen de un lugar perdido.

 

Virginia Fernández Collado-poeta-María Enciso-Vielsi Arias-Ciudad Escrita

Asimismo, Virginia Fernández Collado la refiere como una poeta del testimonio, cuya obra da cuenta de los hechos suscitados durante la guerra civil. A su juicio, existe cierto paralelismo con la obra de la poeta rusa Anna Ajmátova, en tanto da “testimonio del exilio y de la guerra civil española” a través de su obra.

Así nos expresa: “María Enciso habla de nuestro sol, De mar a mar, de las veredas y del polvo de nuestros caminos, de nuestras montañas, añorando todo. Vivió siempre con España en el corazón, más nunca pudo ver de nuevo sus cumbrecitas y sus pequeñas flores de Sierra Cabrera. Enciso testifica para ella y para todos los exiliados que no han vuelto”.

En este sentido podemos citar sus obras: Treinta estampas de la guerra (1941) Europa Fugitiva, Cristal de las horas (1942) y Raíz al viento (1947).

 

Celebramos que otra poeta, como Virginia Fernández Collado, nos permita colocarnos en diálogo con la obra de María Enciso, conocer sus búsquedas, interrogantes y proposiciones ante el lenguaje. Su mirada desde su lugar de mujer, frente a la guerra y el exilio.

El libro fue presentado en El Techo de la Ballena, el viernes 21 de julio, en el marco del  17º Festival Mundial de Poesía de Venezuela, junto a un concurrido público de poetas.

 

Madre América
Como una palma que desvela el aire
perfil del alba, que la noche cierra,
verde sobre el azul de un mar inmenso,
ardiente orilla, te contemplo América.
Seno de luz, tu entraña generosa,
tus senderos de sol, tu abierta tierra,
y los ríos arterias de tu vida,
para un mundo que el mar dejó en tus playas,
voz quebrada en la angustia de la guerra.
Señalando al espacio, tus montañas,
las sierras grises donde el cóndor vela,
en el hondo silencio de la noche,
en la eterna presencia de la niebla.
Caballos galopando en tus llanuras,
bajo el frío metal de las estrellas.
Valvas opalescentes, madrugadas,
emergen de su luz, marinas perlas.

La vieja Europa, tiembla en sus cimientos,
sólo por dos esquinas amparada.
La blanca estepa de la Rusia roja,
la de hazañas heroicas perdurables,
pueblo que cubre de sangrantes rosas
la delgada silueta de la nieve,
y frente a un mundo en ruinas,
Inglaterra, de grises soledades.
Sólo tú siembras vientos de esperanza
en tu mudo recinto de corales.

Yo hablo tu propio idioma, madre América,
en lengua de tu pueblo he de cantarte,
cálido acento de cansadas sienes,
reclinadas en regazo suave,
los párpados clavados en los ojos,
agujas de dolor, cristal del aire.
Por la vida futura que forjamos,
has hecho tuyas nuestras soledades,
la amarga soledad del hombre libre,
que ha visto atrás su mundo derrumbarse.

Cuando miro lejanos limoneros,
cuando sueño en mis campos de olivares,
cuando veo, en mi sueño, las orillas
de aquellos tibios, azulados mares,
vuelvo mis ojos con dolor de ausencia,
sobre el verde oscilar de tus maizales,
y son jazmines de tus noches claras,
tan blancos como aquellos azahares.
El delgado cimbrear de tus palmeras,
el fuerte olor salobre de tus mares,
toda la maravilla de tus noches,
cercadas por las selvas tropicales,
me dicen día a día que he vivido,
que en mis venas circulaba tibia sangre,
mi corazón, sobre tu abierta tierra,
y junto a él, abismos insondables,
ríos que van cantando, en sus orillas,
el moreno temblar de los manglares,
y una raza que sueña melancólica
su silencio, de siglos imborrables.

Cuando la muerte pasa sobre el mundo,
yo oigo el cantar de tus cañaverales,
y el cántico del mar, en mis oídos,
de sonoros acentos puebla el aire.

Espadas de dolor, delgadas voces,
en muerte y agonía traspasadas,
de otro lado del mar las traen los vientos,
sobre tus claras noches estrelladas.
Lleva la luz, cercos de oscura sombra,
enlutados parecen tus paisajes,
y las voces de angustia y muerte, lentas,
en fría soledad, recoge el aire.
Siempre será tu nombre, Madre América,
sobre la espuma de remotos siglos.
Tu nombre por caminos desandados,
que el mar los lleva a tu destino unidos.
En la inasible soledad del sueño
al nombrarte, percibo tus latidos,
como un blando latir de corazones,
juntos, en la penumbra del olvido.

 

***

 

Vielsi Arias Peraza, Valencia, Venezuela (1982), docente egresada de la Universidad de Carabobo (UC) Mención Artes Plásticas. Ha publicado Transeúnte (2005), colección Cada día un Libro, editorial El Perro y la Rana; Los Difuntos (2010), editorial Fundarte, galardonado con Mención Honorífica Premio Nacional Estefanía Mosca; Los Difuntos (2011), reedición del sistema de imprentas regionales de Carabobo; La Luna es mi pueblo (2012), editorial El Perro y la Rana; Luto de los árboles (2021). Ha publicado también en distintas revistas nacionales literarias y académicas como: Cubile, A plena Voz, Revista Estudios Culturales UC, entre otras. Actualmente coordina la Plataforma del Libro y la Lectura del Ministerio de la Cultura en el estado Carabobo.

  

Ciudad Valencia / Foto de la autora por Luis Felipe Hernández