Mi añorada Valencia, por Carlos Delgado Niño: «Los Tranvías de Valencia«

 

Hasta hace poco, quizás al comienzo de la década de los ’90, se podían observar en algunas calles de Valencia vestigios de los que antes fueran los rieles de algunos tranvías, de aquellos que transitaban por las rutas principales de la ciudad y, tal vez, del viejo ferrocarril, que partiendo de Puerto Cabello, en los viejos muelles, llegaba al sector Caño Amarillo en la capital de la República.

Mi abuelita Carolina me contaba acerca de los primeros tranvías «de caballito» bastante livianos, pero con capacidad máxima de diez pasajeros, los cuales eran arrastrados por caballos árabes, fuertes y corpulentos, sobre rieles con unos cincuenta centímetros entre ejes.

Los que yo pude conocer y utilizar eran movidos por energía eléctrica, y la distancia de los rieles era de unos ochenta centímetros, siendo por lo tanto más estables que los anteriores.

Don Alejo Zuloaga la Hoz, «El Viejo Zuloaga», también me hablada de esos antiguos tranvías: ¡No eran caballitos, sino «caballotes» de 500 kilos…!: «…aquí en la Plaza Bolívar, frente a mi casa, hacían sus necesidades y los peones cargaban escoba, pala y carretilla!».

«Tuve que acostumbrarme a madrugar, por el ruido que metían, cosa que no era del todo mal porque me daba oportunidad de llegarme hasta el mercado ‘zumbarme’ mi jugo de naranja con levadura…».

La carcajada daba a la tertulia un toque agradable.

Con los «eléctricos» sé extendió aquel servicio tranviario…

La ruta más larga era sin duda la de Camoruco a Palotal, porque partiendo de la Estación del Ferrocarril Inglés, en lo que hoy es el Rectorado universitario, poco antes de la Alcabala de Valencia, finalizaba en «La Cruz del Palotal«… un poco más allá de la plaza de Santa Rosa.

 

Los Tranvías de Valencia
Los Tranvías de las calles de Valencia.

 

En lo que llamaron la «Esquina del Ciclón» cruce Cantaura y Constitución, el tranvía de «Camoruco» tomaba dirección oeste, para finalizar en Palo Negro, sector donde estaba ubicado el Hospital Civil, hoy Palacio de Justicia.

La ruta este-oeste, comenzaba a un costado de la iglesia de San Blas, en la Plaza Negro Primero y terminaba frente al Seminario en la populosa barriada de La Pastora.

En la esquina de La Estrella, cruce de Soublette con Colombia, el pesado artefacto tomaba una curva que resultaba muy emocionante, porque daba la impresión de abalanzarse contra un poste de alumbrado que se alzaba en dicha esquina. Naturalmente que el sentido de los rieles obligaba a la maquina a girar a escasos centímetros del obstáculo, pero igual resultaba muy emocionante.

Al final de cada ruta, el «colector», o segundo maquinista, se ocupaba de cambiar el sentido de la «percha» que corría a lo largo de un conductor de alambre de cobre, mediante una polea ubicada en su extremo y a la vez, se invertía en sentido de los asientos, moviendo los respaldos, que pivotaban a los costados.

Había prohibición de colaborar con estas maniobras y nadie se atrevía a violar estas disposiciones, manteniéndose una disciplina acorde con la época, que era de orden y respeto. Las máquinas eran muy vistosas, decoradas a la usanza de aquellos tiempos, donde privaba el buen gusto.

 

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Los Tranvías de Valencia

Para la época presente, a dos años del final del siglo veinte, podemos apreciar que quedan algunos vestigios que recuerdan a los famosos tranvías como por ejemplo: el edificio de los viejos talleres en la Avenida Bolívar Norte, cerca del Rectorado, donde quizá se conserve algo que nos recuerde esa hermosa estampa del pasado.

 

Pero la historia del tranvía no termina allí, porque, en aras del progreso, fueron sustituidos por unos «buses dotados de una doble percha»… los Trolibuses, con llantas, asientos acolchados y otras «comodidades modernas» cuya utilización era muy similar a la de los «autobuses», aunque es justo destacar que el comportamiento de los conductores era muy diferente, «como del cielo a la tierra», si se nos permite la comparación.

No se supo nunca cuál fue la razón que determinó la sustitución de ese magnífico medio de transporte por el de los buses a gasolina, altamente contaminantes y socialmente caóticos. El viejo Zuloaga comentaba:

«Te fijas, Cariucho, que esta ciudad va, cada día más, «pá trás, como el cangrejo»…?»

¡Y tuvo razón…!

Con la desaparición de los tranvías y el Ferrocarril, terminó una época maravillosa y romántica de nuestra ciudad, que añoramos los cronistas, sobre todo cuando vemos que, por imprevisión, se mantienen esas mismas rutas a espaldas del vertiginoso crecimiento de la ciudad, que exige mentalidades más avanzadas y conscientes, capaces de equilibrar el pasado con el presente.

 

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Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

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