«Aforismos pedagógicos (I)» por Arnaldo Jiménez

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Aforismos pedagógicos… La imagen que más le cala a la enseñanza es la de una gota de agua que insiste e insiste en atravesar un muro hasta que lo atraviesa; no la del aguacero que crepita en millones de intentos y ninguno logra su cometido.

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La formación no consiste en calcar la imagen y la semejanza del maestro en el alumno, siempre hay un horizonte del deber ser al que ambos tienden: la autonomía de la individualidad.

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El orden no puede privar la espontaneidad. La disciplina no debe desaparecer la alegría

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El sujeto de la educación es un sujeto artístico cuya forma es imprecisa e inconclusa. Un maestro debe moldear la esencia como hubiese querido moldear la de él, a sabiendas de que siempre existe la posibilidad de que sus huellas se borren y el sujeto rechace el molde y nada quede de sus enseñanzas.

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Tanto en los alumnos como en los maestros el salto al saber siempre es subjetivo, con un tiempo que nadie puede determinar de antemano; pero siempre hay que insistir procurando que ese tiempo aparezca lo más pronto posible. La insistencia más efectiva se consigue por medio de la literatura.

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Los planes son accesorios, secundarios, en comparación a la vocación de lector del docente.                                                                    

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Hasta que el maestro no admita sus deficiencias, la escuela seguirá atorada en el fracaso; por cierto, los talleres de mejoramiento profesional también.

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La seguridad que un estudiante tenga en sí mismo pasa por la seguridad de comprender lo que lee. La seguridad se traduce en aprender a elegir.

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Que el lenguaje muerto, disecado, seccionado, aparezca cuando el lenguaje vivo, el lleno de luces, el que remueve las emociones y cambia la mirada sobre el mundo haya hecho su aparición.

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La gramática no muestra la sangre ni la médula del idioma; mal empleada, es una técnica de momificación.

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La conversación diaria sobre diferentes aspectos de la vida convierte al salón de clase en una caja de secretos rodeada por curiosos.

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El maestro es la piedra que tranca el fluir del sistema educativo: un hermoso río donde van los niños en busca del misterio y de la poesía, y solo encuentran autoridad y fastidio. Pero el maestro también es el río que encausa sus aguas hacia el corazón de los alumnos, quienes son el inicio y el fin de su recorrido.

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Los sueños no deben ser tan grandes. Hay que buscar un sueño cuya talla nos quede justa. ¿El cambio del sistema? Ese es un sueño que me medí hace mucho tiempo, y nada pude hacer, salvo malhumorarme, discutir con cualquier persona (pues la verdad estaba de mi parte), y estancar mis acciones. Gracias a Dios que un tal sueño se pudrió cuando comencé a preocuparme por enseñar. Entonces reduje “el sistema” a mi salón de clase, tratar de cambiar ese mundo palpable a mis ojos, y sé que aún este sueño es demasiado grande y ambicioso, ¿cuántas almas y cuántas conciencias llegan y salen de él?, ¡cuán profunda es una vida! Los sueños nunca se terminan de poner, son una causa que genera el intento de lograrlo.

 

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Ir a moldear otras vidas; ¿es posible? Creo que sí, pero de manera indirecta e inversa. Me explicaré. Busco en mí mismo lo que debo enseñar, ¿la forma?, ¿el molde?, lo que hay de ellos en gestación, tratando, eso sí, de volver lumbre de estrella mis suciedades, de contagiar con mis limpiezas esas almas que me escuchan. El molde viene después, es incierto, y no depende tanto del docente como del alumno.

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Pasar por la escuela sin que se nos hable del hombre en tanto que mezcla de misterio y milagro, es ciertamente una pérdida de tiempo.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde el 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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