“Evaluaciones perversas (5)” por Arnaldo Jiménez

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Trabajo de investigación II

El trabajo de investigación se reduce a una receta predeterminada, un esquema que al ser resuelto estará arrojando al menos dos evaluaciones, la presentación del trabajo y su defensa.

Un grupo de estudiantes que, quizás, corran con la suerte de tener un docente permanente en su aula de clase, y muy pocos se han preocupado por ayudarles a expresarse de forma oral y escrita; un grupo de estudiantes que ha permanecido trabado en una lengua que no ha explorado ni recorrido en las obras de poetas y escritores. Un grupo de estudiantes que proviene de hogares donde la circulación del saber y las palabras es muy lento o tiene un ritmo completamente diferente a los que la escuela cree que debe tener. Un grupo de estudiantes que, si no en su mayoría, sí en un gran porcentaje, tienen hogares perforados por la violencia de la cultura capitalista dependiente que aún tenemos; un grupo de estudiantes que ya a temprana edad cobra de la sociedad los intereses de clase a los que la escuela da la espalda o enfrenta de manera poco adecuada y siempre en tercera persona; este grupo de estudiantes, de pronto, escucha que un docente le exige un trabajo de investigación.

Ellos jamás habían oído hablar de algo más extraño en la fábula de la academia. Se adaptan, sin embargo, porque saben que la escuela es el sitio donde se aprende a fabricar trampas de todo tipo, y pues, ya verán cómo logran salir de ese atolladero. El docente no se toma la molestia de explicar cada uno de los puntos del esquema propuesto, y si lo hace, omite que el objeto de investigación determina al método de investigación y no al revés.

El argumento que los docentes esgrimen es que en la escuela básica no se puede ser tan profundo. Solo hojeemos cualquier libro de texto para que vean cómo se abusa de los alumnos, cómo se cree que ese amontonamiento de datos científicos puede enseñarle algo a alguien algún día de este milenio.

Es importante, a mi juicio, que la escuela básica cumpla con su papel general que es asentar las condiciones primordiales y necesarias para que los educandos adquieran las capacidades de expresarse y se preparen hacia la posibilidad de generar pensamientos autónomos.

Para lograr esto no se necesita tanto invento tedioso y odioso, no es necesario extrapolar de los subsiguientes niveles sus maneras ni sus modos, sus evaluaciones perversas ni sus manías mutiladoras de la creatividad. Basta con dedicarnos a crear alumnos lectores. El tiempo que perdemos y que hacemos perder a nuestros estudiantes haciéndolos ir a un centro de navegación por Internet, llamados también centro de copiado, pues casi toda la nota de la evaluación se le debería colocar a la persona que atiende y “baja” los trabajos o, en todo caso, a Géminis, y cualquier otro robot de IA.

Es curioso ver cómo nosotros terminamos convirtiendo todo en plagio, en viveza criolla, en mascaradas. Los estudiantes, y esto es válido para cualquier nivel de la enseñanza, saben que es innecesario leer, para eso están las app, allí las acciones de buscar en…, cortar, pegar e imprimir, son suficientes para satisfacer las demandas de los docentes en cualquier materia; incluso, hay Chats en los que ya tienen varios modelos de introducción y conclusión que empiezan a circular por todas las instituciones, por todas las gavetas de archivos, por todas las mesas de los docentes y una vez más la flojera y el inadecuado uso de la tecnología continúan, por otros medios, la  incapacidad de pensar que ya la escuela básica había formado.

La observación además de ser un instrumento, también es uno de los primeros pasos que se utilizan en investigación, la observación, por tanto, debe ser atenta, una observación que tienda a buscar las relaciones entre diferentes ámbitos o elementos de lo real.

¿Por qué no ensañamos a nuestros estudiantes a observar bien su mundo de vida? ¿Por qué los bachacos son importantes solo si los vemos en Animal Planet o cualquier otro canal de televisión por cable? Para observar bastan los ojos, una alimentación adecuada, un patio, un monte, la curiosidad, el entusiasmo de un docente que quiera asentar las bases para que a sus alumnos o a algunos de ellos les guste investigar.

Es diferente cuando un estudiante siente curiosidad por saber cómo se transforma el gusano en mariposa y lo va a ver él mismo, o cuando alguna estudiante manifieste sus ganas de saber cómo funciona la imaginación o la memoria y emprende con esas ganas una investigación que debe dejar a un lado el esquema irrisorio del método científico que desde hace mucho tiempo dejó de serlo. Una vez más, es importante situarnos: la curiosidad y la imaginación son las principales herramientas de la investigación, el “objeto” precede al método y en muchos casos lo forja.     

Me parece que en la escuela básica, precisamente por básica, se encuentra el nivel de más complejidad reflexiva de todo el sistema educativo, pero esto, en la educación realmente existente se transforma en un anhelo y en una carencia que las más de las veces extiende un velo e imposibilita a los educandos a acceder a grados aceptables de crítica y autocrítica que en definitiva son las herramientas que eliminan el error o lo corrigen, y el error es la presencia de un proceso de investigación puesto en la escena de la didáctica diaria.

Sé que estarán de acuerdo conmigo en que antes de buscar la causa de algo es importante saber el concepto de causa y cuáles han sido sus avatares epistemológicos y cuáles son sus pertinencias actuales. ¿Qué es un método?, ¿qué es una cosa?, ¿qué significa el binomio causa-efecto?, ¿cuál es el papel del tiempo histórico en la investigación? ¿De qué ideología proviene el método científico?, ¿por qué se tiende a la objetividad?, ¿qué es la subjetividad? Dilucidar el asunto de la neutralidad en investigación, ¿cómo influye la posición social y económica en las investigaciones?

Y, sin embargo, en nuestra columna anterior nos dimos cuenta de que todo esto debería estar precedido de un ejercicio de la imaginación y de la observación, para ello nada mejor que el uso de materiales poéticos y ensayísticos que vulneren la normalidad de nuestras visiones y de nuestra comprensión del mundo. En el caso de que esto se haya logrado, los educandos deber darse cuenta de cómo la realidad está unida desde diferentes, diversos y opuestos ámbitos. ¿Cómo el verso autónomo entraña una búsqueda de la verdad?, ¿cómo el ensayo muchas veces convence más acerca de la certeza de la solución de un problema que cualquier investigación exhaustiva y sistemática?

En mi caso, intento usar el ejercicio poético como un instrumento de autoconocimiento y de conocimiento de lo real que nos rodea. He empezado explicándome, ¿qué es un pensamiento lógico y sistemático?, ¿en qué se diferencia del pensamiento creativo?, ¿cómo ambos pensamientos están unidos? La práctica constante amplia el pensamiento y los prepara para arribar a nuevas formas de investigación. En unas tales prácticas, los alumnos unen y separan, analizan y captan los errores y tratan de solucionarlos. Al fin y al cabo, toda investigación es una forma de comunicación.

En todo caso tendríamos que enseñar a nuestros estudiantes a interrogarse, a dudar, a problematizar lo evidente. El arte de hacerse preguntas es el ejercicio mismo de la filosofía. La filosofía, ¿por qué está ausente en la escuela básica? ¿A qué se debe que en este nivel vienen a parar todos los productos finales del conocimiento en forma de esquemas, de preguntas harto fastidiosas, de programa en forma de objetivos? La búsqueda del porqué, volver al para qué ocurre algo, nos daría una orientación social y política de gran responsabilidad.

¿Cómo puede aparecer un investigador si no hay antes las condiciones necesarias y suficientes para incentivar el espíritu investigativo, la curiosidad por el saber, la ampliación del pensamiento? Es por ello que en muchas ocasiones he planteado la necesidad de orientar todas las materias al ejercicio que haga posible la aparición del pensamiento autónomo. Si para lograr ello hay que desaparecer materias inauditas e innecesarias, tendríamos que establecer un consenso para hacerlo.

 

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En algunas entregas de esta columna, de manera humilde y sencilla, he sugerido que a todas las materias se les coloque el rótulo de lectura comprensiva mención geografía general, artística, historia, etc. Para que no se crea que se quiere eliminar de un tajo el programa basado en la memoria.

Sería mucho más conveniente enseñar a nuestros alumnos a escribir ensayos. Recordemos que el ensayo es una opinión que da el autor sobre un tema determinado, un tema de su gusto, no es tanto el objeto sobre el cual se va a hablar, sino el modo de cómo el autor lo aborda, así se podría ejercitar el estudiante en el arte de pensar, indagar, manejar recursos literarios como la ironía y la duda.

 

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Arnaldo Jiménez nació en La Guaira en 1963 y reside en Puerto Cabello desde 1973. Poeta, narrador y ensayista. Es Licenciado en Educación, mención Ciencias Sociales por la Universidad de Carabobo (UC). Maestro de aula desde el 1991. Actualmente, es miembro del equipo de redacción de la Revista Internacional de Poesía y Teoría Poética: “Poesía” del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la UC, así como de la revista de narrativa Zona Tórrida de la UC.

Entre otros reconocimientos ha recibido el Primer Premio en el Concurso Nacional de Cuentos Fantasmas y Aparecidos Clásicos de la Llanura (2002), Premio Nacional de las Artes Mayores (2005), Premio Nacional de Poesía Rafael María Baralt (2012), Premio Nacional de Poesía Stefania Mosca (2013), Premio Nacional de Poesía Bienal Vicente Gerbasi, (2014), Premio Nacional de Poesía Rafael Zárraga (2015).

Ha publicado:

En poesía: Zumos (2002). Tramos de lluvia (2007). Caballo de escoba (2011). Salitre (2013). Álbum de mar (2014). Resurrecciones (2015). Truenan alcanfores (2016). Ráfagas de espejos (2016). El color del sol dentro del agua (2021). El gato y la madeja (2021). Álbum de mar (2da edición, 2021. Ensayo y aforismo: La raíz en las ramas (2007). La honda superficie de los espejos (2007). Breve tratado sobre las linternas (2016). Cáliz de intemperie (2009) Trazos y Borrones (2012).

En narrativa: Chismarangá (2005) El nombre del frío, ilustrado por Coralia López Gómez (Editorial Vilatana CB, Cataluña, España, 2007). Orejada (2012). El silencio del mar (2012). El viento y los vasos (2012). La roza de los tiempos (2012). El muñequito aislado y otros cuentos, con ilustraciones de Deisa Tremarias (2015). Clavos y duendes (2016). Maletín de pequeños objetos (Colombia, 2019). La rana y el espejo (Perú. 2020). El Ruido y otros cuentos de misterio (2021). El libro de los volcanes (2021). 20 Juguetes para Emma (2021). Un circo para Sarah (2021). El viento y los vasos (2da edición, 2021). Vuelta en Retorno (Novela, 2021).

(Tomado de eldienteroto.org)

 

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