Uno de los animales más calumniados, pese a la permanente defensa que de él hacen los naturalistas, es el gorila. Este simio, de carácter más bien dulce y pacífico, es absolutamente vegetariano por añadidura. Su gran tamaño y fortaleza –es el mayor de los monos antropoides– le han creado esa injusta fama de animal feroz a la que tanto ha contribuido el cine de Hollywood, especialmente desde el año 1933, cuando produjo aquella horrible película King Kong, donde un gigantesco gorila enamorado de una cursilísima damisela gringa hace toda clase de desastres en la ciudad de Nueva York.
En Caracas todavía se habla de “la jaula de King Kong”, una enorme construcción de uso desconocido que hace algunos años se levantó en la Plaza Caracas.
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Pues bien, el nombre del calumniado gorila tiene un origen tan antiguo como pintoresco: en el siglo V antes de Cristo un viajero cartaginés llamado Hannón avistó en la costa occidental de África unos seres que a ciencia cierta no se sabía si eran animales o humanos excesivamente peludos. Lo cierto es que al parecer los naturales de esa región llamaban gorila a aquellos imponentes seres peludos, y Hannón se llevó a Europa la palabra, que se incorporó al idioma griego y de aquí pasó al latín. Tanto en griego como en latín, gorila se escribe gorilla, con doble ele, lo cual no quiere decir que se pronuncie goriya, aunque los franceses sí pronuncian goríy.
Sépase, pues, que pese a King Kong y a toda la maledicencia hollywoodense, el gorila es enteramente inocente.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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