Silbar… Una simpática tradición venezolana, todavía viva en algunos remotos parajes de nuestros campos, es la del silbador de iguanas: de acuerdo con una creencia popular, el mejor método para cazar estos hermosos reptiles consiste en acercarse a los lugares donde ellos suelen refugiarse y llamarlos con melodiosos silbidos, a los cuales acuden. Tanto mejor silbe el cazador, más iguanas atraerá.
La tradición es muy bella, pero infortunadamente no corresponde a la verdad por cuanto es muy probable que los saurios no estén capacitados para oír los sonidos transmitidos por el aire. Mientras los zoólogos se ocupan de tan importante asunto, nos conformaremos con hablar brevemente acerca de la etimología de la palabra silbar.
Silbar viene del latín sibilare, de probable origen onomatopéyico, que tiene el derivado sibilus, “silbante, el que silba”. Esto nos da la oportunidad, que aprovechamos inmediatamente, de referirnos a otra tradición venezolana, diríamos más bien una superstición, ésta sí definitivamente desaparecida: la del Silbón, que fue uno de nuestros más prestigiosos fantasmas populares, tan respetado como la Sayona y el Carretón.
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El Silbón es conocido también como El Llama Perro, porque su silbido es precisamente el que se usa para llamar a los perros, y oírlo en la negrura de la noche es muy mal presagio.
Aparte de silbato y silbido, silbar tiene un derivado bastante ruidoso: silba, que en España es lo que nosotros llamamos pita. “Lo recibieron con una silba” es allá lo que aquí se dice “Le dieron tremenda pita”. Y hasta luego decimos, porque no deseamos exponernos a una merecida silba o, para decirlo en latín, sibilus.
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Tomado del libro “La palabra de hoy / Programa radial” (Cenal, 2014)
Autor: Aníbal Nazoa González (Caracas, 12 de septiembre de 1928 – Ibíd., 18 de agosto de 2001) poeta, periodista y humorista, considerado «uno de los escritores venezolanos que mejor retrató el siglo XX».
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