Para los años 30 del siglo 20, valga la fecha precisa, nuestro Río Cabriales, viajero valenciano nacido en las inmediaciones de Cariaprima, poblado de peces, camarones y galápagos se desliza a los largo de la ciudad.

Frescas y dulces sus aguas, son recogidas por los escasos pobladores de La Villa del Rosario de Nuestra Señora de la Begoña en la «Nueva Bilbao», para los quehaceres del hogar. En carretas y bestias llega el agua cristalina a la morada.

Detrás de la casa del General Hermógenes López, a escasos cien metros, se bañan los muchachos y muchachas en un paso de río que describe una curva. Para quienes hemos vivido la ocasión y el momento, extraña como es que, en el propio cauce del río, se hayan edificado viviendas que más de una vez han sido victimas de inundaciones, al reclamar el Cabriales su curso original.

 

Recuerdo que a un lado del terraplén por donde el ferrocarril hacia desfilar sus locomotoras y vagones, de Valencia a Pto. Cabello, a una distancia no mayor de cien a doscientos metros, se tendían callejones que terminaban en la ribera derecha.

Frente a la antigua estación, lo que hoy es el Rectorado, el pozo de «la curva» nos permitía nadar en un pequeño torrente de fuerte corriente que nos permitía dejarnos arrastrar en tablas o viejas bateas de madera, para multiplicar nuestro goce y diversión, de allí, salíamos a la parte trasera de la residencia del Señor Kerdell, quien siempre nos regalaba mandarinas, mangos y otras golosinas.

Los moradores de Camoruco Viejo, cargaban su agua, se bañaban, lavaban la ropa o preparaban sus «sancochos» a la orilla del río, ya que al final de sus solares, de gran fondo por supuesto, corrían las aguas cristalinas del Cabriales.

La zona, muy fresca y húmeda hacia crecer grandes árboles donde convivían las iguanas mientras en las riberas se soleaban galápagos y babas, en su ambiente natural, sin que nada ni nadie los  perturbaran.

Era el paraje tan acogedor, que provocaba permanecer allí, contemplando las maravillas de la naturaleza, escuchando el canto de los pájaros y el mensaje invernal de las chicharras.

Algún atrevido funcionario desvió el curso del río para recuperar terrenos en las riberas y construir edificios dando al traste con aquella hermosura.

A medida que el río avanza hacia el centro poblado, van surgiendo los pozos donde disfrutábamos de delicioso baño, como el famoso «Cumaná» ubicado a unos cuatro metros por debajo de la meseta donde se practicaba «pelota sabanera» y a las vez servía de campo de entrenamiento para los cubles Valencia Stars, Ayacucho, Valencey y Vencedor.

Posteriormente se construyeron las instalaciones del Velódromo y Gimnasio «Teodoro Gubaira» en esos mismo terrenos y el «Pozo Cumaná», lleno de historia, quedó bajo el puente Navas Spínola, cuando se realizaron obras viales allá por los años 40. En esa misma fecha se construyó el Puente sobre la calle Páez.

 

Solamente tres puentes, servían de comunicación entre las parroquias de la primitiva ciudad con la de El Morro:

El Puente Rondón: al extremo de la calle del mismo nombre, ruta obligada de la Estación Alemana, para entrar y salir.

El Puente Morillo: en plena calle Real (hoy Colombia) pata el tránsito poblacional, servía de comunicación directa con El Morro siendo a la vez, la Vía Carretera Valencia-Caracas. Al final, estaba ubicada la Alcabala de Valencia, por donde obligatoriamente desfilaban vehículos y peatones, para tramitar su entrada a la ciudad.

El Puente Berríos: permitía que los vehículos de carga, una vez revisados, tuvieran fácil acceso a la zona mercantil, ya que servía como medio de comunicación con la calle del Comercio.

Este puente fue, durante muchos años, exclusivamente para vehículos y bestias. «El río de los Ensueños», con sus aguas cristalinas y la música incesante de sus suaves corrientes sirvió de inspiración a poetas y pintores.

 

Hemos admirado hermosos Paisajes del Cabriales, el los cuadros de pintores valencianos como: Arturo Michelena, Luis Eduardo Chávez, Oswaldo Vigas, Leopoldo La Madriz, Luis Guarenas, Mauro y Alirio Mejías, Luis Guevara Moreno, Braulio Salazar y tantos otros!

Hermosos poemas y canciones, de Manuel Alcázar, Julio Centeno, Otto de Solá, Ramón Ignacio Bustillos, Virgilio de Hers, Alfonso Marín, Alfonso Betancourt, Gustavo Jaén, Tulio Noda, Felipe Sosa Caro, Luis Sanoja, Federico Núñez Corona, María Luisa Escobar, Federico Gaerste, Diego Luis Pereira, Carmelo Campos, Alberto Ochoa Rotges, Luis Cisneros, Ricardito Rodríguez, Pedro Rojas y tantos otros, que han cantado al Cabriales, como «Mágico Río de los Ensueños».

 

El mundo de la anécdota, también comenta la magia de nuestro río Cabriales, capaz de servir a Valencia hasta el cansancio.

Bajo el Puente Morillo, los peces saltaban a contra-corriente y era fácil atraparlos con una canasta o cesto:

– Fíjese compadre, lo que agarré: tremenda guabina!

– Para el desayuno, o para sacarse el ratón… (jip)

– Saque los fósforos y prenda la candela, para que la cocinemos… ¿O es que todavía esta rasca’o, compadre?

Allá, cerca del puente Rondón, los valencianos disfrutaban del más refrescante baño en el «Pozo de Las Raíces», llamado así porque un frondoso Bucare, creciendo en la orilla del río, las exhibía en todo su esplendor vegetal. Las muchachas de Las Cocuicitas lavaban allí la ropa, justamente en un playón formado al frente del pozo y muchas de ellas cantaban las canciones de moda!

 

Para la época, el locutor Héctor Hernández Vera, mantenía un espacio radial por La Voz de Carabobo, donde los aficionados podían cantar a su gusto! Solo que si lo hacían mal, recibían como castigo el escuchar una pieza de moda titulada «La Cucaracha».

Quienes lo hicieron bien, recibían como premio: Un paquete de Pastas «La Preferencia», un paquete de medio kilo del rico café «El Indio», un par de entradas al Cine Mundial, la sabrosa Kola G y en suma: llegaba cargado de obsequios a su casa!

– Que bien cantas, Lucila!…Deberías probar en la radio…

– Quién? Yo…?

– Claro!… con esa voz, te resuelves con todo lo que regalan!

– Que va niña! Una cosa es cantar aquí y otra allá..! A ver si me equivoco y los locutores me tocan la cucaracha?

Qué vá, oh!

Hoy, finalizando el siglo 20, el Río Cabriales está enfermo, casi a punto de desaparecer! La vertiginosa carrera del progreso, sentenció a muerte al Cabriales… El Río de los Ensueños…!

Calle Colombia vista desde el Puente Morillo en el año 1918

 

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Carlos Delgado Niño nació en Valencia el 2 de septiembre de 1928, locutor, publicista, radiodifusor y periodista. Fue profesor de teatro, docente cultural, humorista, actor, escritor, cronista, libretista, poeta, cantautor y compositor.

Estuvo siempre ligado con el mundo del espectáculo en la ciudad siendo organizador del «1er Festival de la voz y la canción juvenil» en el año 1973 y «Valencia le canta a Valencia» en 1996.

Fue también director de varias estaciones de radio, productor radial y escritor de programas radiales cortos, novelados, y noticieros entre otros. Co-fundador de la Escuela de Teatro José Antonio Páez en Guanare, Portuguesa, y miembro de la Asociación de Escritores de Carabobo.

Falleció el 17 de noviembre del 2012, en su vivienda, rodeado del cariño de sus familiares y amistades más cercanas.

 

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